domingo, 15 de agosto de 2010

Soltando Mariposas

Por Teresa Gurza
Hace unos días fuimos a una fiesta y poco antes de cantar las mañanitas a la cumpleañera nos dieron unos envases que debíamos abrir al mismo tiempo, pidiendo un deseo.
Cuando lo hicimos, salieron decenas de mariposas blancas que rápido volaron a las plantas más cercanas. El espectáculo fue precioso. Así me enteré de la existencia de lo que se llama “liberación de mariposas”, que está ahora tan de moda para bautizos, cumpleaños y casamientos. No tenía yo idea de que eso existiera y me pareció cruel saber que si no son bien tratadas, las pobres mariposas salen de los contenedores sólo para caer muertas. Pero las que yo vi, salieron encantadas; y sus criadores aseguran que si son bien tratadas y metidas en cajitas de fibra vegetal a menos de dos horas de dejarlas libres, no les pasa nada. Para enterarme del proceso, visité en Cuautla un criadero de mariposas Ascia Monoste; que pone decenas de huevecillos, chiquititos y de color naranja, solamente en las hojas del mastuerzo. A los tres o cuatro días, nacen orugas diminutas y flaquitas que se colocan en cajitas de plástico a 22 grados de temperatura y a las que se da de comer hojas de berros, que devoran todo el tiempo. A los 12 días, ya miden como cuatro centímetros; y a los 15, se convierten en crisálidas que mudan de piel cinco veces durante nueve días. Las orugas y las crisálidas son las que crecen; porque una vez que rompen el cascaroncito convertidas en mariposas, se quedan así toda su vida; que en estado silvestre dura 15 días y en cautiverio 12. Cuando están por nacer, las crisálidas se ponen en un invernadero donde permanecen hasta que ya mariposas, son colocadas en los recipientes para transportarlas a los festejos. Es de verdad increíble que insectos tan pequeños tengan diferentes personalidades; unas son más juguetonas y otras como más curiosas, porque en cuanto entra una a donde están, se acercan a oler, se paran en la ropa, y hasta tocan la nariz del visitante; mientras que otras parecen estresadas y nerviosas. En la jaula hay plantas con flores, a las que se les pone agua con azúcar para que puedan comer con más facilidad; porque al igual que las abejas, las mariposas son insectos polinizadores. En el vivero las mariposas, que no resisten fríos ni temperaturas de más de 32 grados, duermen de noche acurrucadas una sobre otra. Y poco antes de su liberación son colocadas a temperaturas de entre diez y doce grados. Para su comodidad, que puedan respirar bien y evitarles el estrés, las cajitas deben ser lo suficientemente grandes y no cerrar herméticamente. Deben soltarse en tardes sin lluvia y templadas, antes de la puesta del sol y en lugares abiertos, sin pesticidas ni humo de cigarros; si se sueltan en lugares cerrados y de noche, volarán hacía la luz de focos y lámparas y se les quemarán las alas. Para criar mariposas es necesario contar con permisos de la Semarnap ya que se trabaja con especies vivas; y aunque hay comerciantes de mariposas a los que sólo interesa vender y las encierran durante mucho tiempo antes de la “liberación“, la mayoría prefiere cuidarlas para no ver rostros de tristeza y decepción, como sucede cuando al abrir los contenedores las mariposas caen muertas o vuelan sólo unos instantes. Los vendedores de mariposas aseguran que una leyenda indoamericana cuenta que “son seres silenciosos a quienes les puedes confiar secretos íntimos y deseos”; y que pedirán al espíritu de los bosques y campos, que concedan los anhelos que les confiaron quienes las soltaron. Desde antes de la llegada de los españoles, nuestros antepasados consideraban a las mariposas como seres mágicos asociados con la buena fortuna, la libertad y la prosperidad. Y estuvieron siempre presentes en ofrendas y rituales realizados en honor de numerosas deidades prehispánicas.

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