martes, 6 de abril de 2010

COLUMNA: Palco de Prensa

* La zozobra
Por Gilberto Lavenant


Este domingo 4 de abril del 2010, Baja California enfrentó condiciones de fatalidad que afortunadamente no fueron de la magnitud de las que se han registrado en otras partes del mundo.

De una u otra forma, se enfrentó a los bajacalifornianos a una realidad que se ha estado eludiendo. Una realidad que está ahí. Se está en una zona sísmica que ha estado mostrando una gran actividad. Los reportes lo indican. Los sismos y sus réplicas, se dan de manera constante.

El fenómeno meteorológico, que alcanzó una intensidad de 7.2 grados, evidenció la fragilidad de las estructuras viales y urbanísticas en general. Lo mismo que la casi nula cultura de la prevención ante la posibilidad de este tipo de desastres naturales.

Es obvio que falta mucho que hacer sobre este tema. Sobre todo, por parte de las autoridades de los tres niveles de gobierno. El movimiento telúrico puso a la entidad en los límites de la tragedia y la catástrofe. Por un “pelito” y a la mejor ya ni la contamos. Pudieron haber sido cientos o miles los muertos. Como ha ocurrido recientemente en otras latitudes.

Afortunadamente fue a plena luz del día y no en la oscuridad de la noche. Afortunadamente se registra en Mexicali, una zona agrícola y que en su mayoría cuenta tan solo con construcciones de un nivel. Y que esto no se tome como una jactancia ante la desgracia ajena. Pero si el epicentro hubiese estado ubicado en el municipio e Tijuana, todo hubiese sido distinto.

Hasta los años 60’s e inicios de los 70’s, Tijuana mantenía esa misma condición. Construcciones de un nivel, en su mayoría viviendas de madera. Edificios de varios niveles, prácticamente eran inexistentes. El Hotel Palacio Azteca, fue uno de los primeros. La mayoría no se explicaba las razones por las que se daba esto, estando a unos pasos de California, una de las regiones más ricas del mundo y en donde existen bastantes edificaciones de varios niveles.

Básicamente, la razón de las condiciones urbanísticas de Tijuana, eran precisamente los antecedentes sismológicos de esta parte del país. Y aunque la amenaza siempre ha estado latente, las referencias sobre la existencia de la Falla de San Andrés y sus eminentes riesgos, pasaron a ser una mera leyenda.

Pero la naturaleza no sabe olvidar y nunca perdona los olvidos ajenos. La naturaleza dió una severa sacudida, para despertarlos, para recordarles donde están, para obligarlos a poner los pies en la tierra y a actuar conforme a la realidad.
Que la sacudida sirva para recuperar la memoria. Para recordar lo que durante tantos años se olvidó o se pretendió olvidar.

Que se revisen los criterios de construcción habitacional y comercial en general.

Que las medidas de seguridad sean más estrictas. Que se revisen las condiciones de existentes en todo tipo de construcciones. Habitacionales, comerciales, industriales, de recreación.

Que no se pretenda tapar el pozo, después de ahogado el niño.

Que se “aceiten” los mecanismos de emergencia. Los sistemas de comunicación y auxilio.

Que se incorpore a los planes educativos, información y prevención sismológica. La información brinda seguridad, confianza.

Muchos bajacalifornianos, en estos momentos, viven en plena zozobra. Muchos no duermen en sus casas, por temor a la tragedia. No saben qué hacer y nadie les dice qué hacer.

La zozobra es general. Sobre todo, cuando la propia autoridad se conduce con cierta torpeza. Cuando la información sobre los hechos, sale, porque los ciudadanos indagan aquí y allá, apoyándose en forma especial en las redes sociales y en los adelantos informáticos que permiten tener en internet a una magnífica herramienta de consulta y orientación.

Que la lección vivida este 4 de Abril, sirva de algo. Lo de la Falla de San Andrés, no es ninguna leyenda. Es una realidad.gil_lavenant@hotmail.com

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