miércoles, 5 de mayo de 2010

COLUMNA: Palco de Prensa

* Los culpables
Por Gilberto Lavenant

El severo deslizamiento de tierra ocurrido el pasado fin de semana en Tijuana, ahí en el Fraccionamiento Laderas de Monterrey, dejando a 35 familias damnificadas, entre ellas la del Senador panista Alejandro González Alcocer, sorprendió a muchos.

Pero no a muchos otros, a aquellos que durante años han estado advirtiendo la posibilidad de que se presenten este tipo de hechos. Sobre todo, por aquello de que la naturaleza no olvida y no solapa contubernios, complicidades o tranzas.

Constantemente se habla de miles de familias asentadas en zonas de alto riesgo, que están en peligro de perder bienes y vidas, por encontrarse asentadas en laderas de cerros o cauces de arroyo.

Pero cuando se toca este tema, generalmente se voltea a donde se ubican las familias humildes. Casi nunca alguien se atreve a señalar como zonas de alto riesgo a fraccionamientos de lujo, habitados por individuos pudientes, muchos de ellos políticos, como en el caso de González Alcocer.

Unos y otros asentamientos, tienen origen o causas distintas. Los llamados asentamientos populares, se originan en la carencia económica y necesidad apremiante de muchas familias de tener un techo, aunque modesto, donde vivir. En el caso de zonas como la del Fraccionamiento Laderas de Monterrey, surgen por causas muy distintas, sumamente criticables.

Surgen o son creados, por urbanizadores sin escrúpulos que con una audacia y fantasia tal, convierten zonas de alto riesgo en ilusorios “paraísos urbanísticos cortoplaceros”. Es formidable, al menos en lo estético, cómo de pronto transforman en elegantes zonas residenciales accidentadas superficies de terreno de poco valor y que de pronto adquieren valores estratosféricos.

Desarrollos estos en cuyos contratos de compra-venta deberían incluirse cláusulas que advirtieran : “Las comodidades, lujos o condiciones urbanísticas que adquieren, no se pueden garantizar durante mucho tiempo. Pueden desaparecer súbitamente, en cualquier momento. El riesgo es a cuenta del comprador”. Bajo aviso, no habría engaño.

Surgen también, por la negligencia, complicidad, corrupción y beneplácito de las autoridades competentes -incompetentes, podría decirse- que permiten este tipo de desarrollos, evidentemente no de manera gratuita, olvidando aplicar las normas más elementales en materia de urbanización.

Durante años se ha observado cómo de forma tan criminal se hacen exagerados cortes y movimientos de tierra para convertir tierras hóstiles, accidentadas e inaccesibles, en modernos y lujosos desarrollos urbanos y nadie escucha las advertencias de las posibles consecuencias. Las autoridades simplemente se hacen de “oídos sordos” o de la “vista gorda”.

Surgen este tipo de “paraísos urbanísticos cortoplaceros”, por la soberbia e ingenuidad de los adquirientes, que con tal de establecer sus residencias en ellos, se olvidan o no escuchan las advertencias técnicas. Hasta que la naturaleza, como ahora, les sacude severamente y les enfrenta a la realidad.

Las autoridades estatales y municipales andan “quebrándose la cabeza”, tratando de encontrar causas y responsables del deslizamiento de “Laderas de Monterrey”, cuando que la propia naturaleza se los pone a la vista. Las causas ya son harto sabidas : negligencia, complicidad, corrupción oficial.

Por cuanto hace a los culpables, anoten por ahí a los “desarrolladores fantásticos” y audaces, como los Curiel, que dicen desarrollaron la zona colapsada y revisen toda la documentación correspondiente. Les sobrarán nombres, seguramente. Tanto de particularres como de autoridades.

Culpables lo son invidiuos como el exGobernador Alejandro González Alcocer, ahora flamante Senador, Presidente de la Comisión de Justicia de la Cámara de Senadores. Un “damnificado de lujo”, pues. Culpable, porque en su corta administración estatal solapó este tipo de “paraísos urbanísticos cortoplaceros”, de lo que ahora seguramente se lamenta profundamente. Al menos, que se sepa, no hizo nada por evitarlos.

La voz popular recuerda que la casa del Senador panista, la que ahora está en ruinas, se la construyó el desarrollador Roberto Curiel, como compensación o agradecimiento por haberle otorgado jugosos contratos de obras penitenciarias, “vía fast track”. Así es que, se dice, no perdió nada.

Este tipo de desastres urbanos continuarán ocurriendo, mientras las autoridades correspondientes continúen actuando negligentemente. Mientras exista la corrupción y permitan ese tipo de desarrollos. Así es que ni para qué se lamenten. Como se lamenta el “damnificado de lujo”. En todo caso, reclamen a los culpables. Ahí los tienen.


gil_lavenant@hotmail.com

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