Por Teresa Gurza
Que padre que los políticos mexicanos hayan cambiado y se hayan vuelto tan conformistas y tan felices.
Y que en lugar del "aquÍ nadie se raja" y de patrocinar plantones mugrosos y eternos, se hayan convertido en caballeros civilizados que se abrazan, sonríen y dan conferencias de prensa juntos para que todos, puedan hablar de que ganaron.
Algunos opositores al PRI, engolosinados con sus supuestos “triunfos” aunque se hayan dado sólo en tres estados y con candidatos priístas como sucedió a la alianza del PAN y el PRD, se sienten tan encantados que pasan horas en antros de donde salen “balanceándose en la cuerda floja”, como cuentan algunos diarios le pasó a César Nava.
Otros brindan y festejan más en privado; pero es tanta la euforia y los agasajos, que ni en la derecha ni en lo que queda de la izquierda, quieren hablar del abstencionismo; que en algunos lados como Chihuahua y Tamaulipas, por la razón que haya sido, llegó a más del 60 por ciento.
Bueno por lo menos da gusto que salieran derrotados por sus propios errores, los gobiernos de Oaxaca, Puebla y Zacatecas; y si bien no puede compararse a Ulises y al "precioso” con Amalia, los tres estiraron tanto la liga que finalmente la rompieron.
Y aunque a diestra y siniestra se afirme que ya se conoce el antídoto contra el PRI y la forma de hacer que pierda, veremos que queda de esas alianzas y lo que les resulta gobernar unidos; y además, con el “partido” de la maestra; porque eso puede ser peor que el veneno que se quiso combatir.
En otras noticias de la semana, que me dicen del valiente Labastida que a 10 años de su derrota como candidato a la presidencia, finalmente se haya atrevido a hablar.
En una entrevista que para El Universal le hizo el periodista Fidel Samaniego el primer candidato priísta a la presidencia en ser derrotado, habla y habla de las presiones de Ernesto Zedillo para que reconociera que no le favorecían los resultados de la elección.
Pero diez años, la mitad de los que el tango dice que no son nada, le fueron suficientes para olvidar la precampaña de insultos, denuestos, cochinadas y vejaciones que Labastida y Madrazo protagonizaron como precandidatos del entonces partido oficial; y que sin duda alguna influyó para que los “fieles“ electores del PRI dijeran basta y cambiaran su voto.
De haber sido un poco más listo; de haber analizado un poquito el hastío de los ciudadanos contra su partido; de no haber sido tan vanidoso, desde semanas antes se hubiera dado cuenta que iba a perder.
Y no tendría ahora necesidad de quejarse de las llamadas que le hacían desde Los Pinos para que aceptara su derrota, cuando era tan evidente que no había de otra.
Sin decirlo claramente Labastida la atribuye entre otras cosas,a que la presidencia no hizo lo suficiente para continuar con el clientelismo del PRI; y advierte, “se dejaron de hacer prácticas que se acostumbraban: como el bono sexenal para los trabajadores al servicio del Estado se entregaba antes de las elecciones, en el año 2000 se retrasó; pedimos que se apoyara la importación de autos en la frontera, no se concedió. que se apoyara a la gente defraudada por las casas de ahorro, hubo recursos para el IPAB, pero no para las personas defraudadas”.
Pero tiene razón en los cuestionamientos que hace a los gobiernos panistas; y es que el remedio nos ha salido tan caro como la enfermedad.
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