Por Gilberto Lavenant
Aunque se trata de una mera presunción, dizque para “apantallar” a los rivales políticos, cada vez que los partidos políticos postulan candidatos para puestos de elección popular, aseguran que se trata de los mejores hombres.
Lo señalan en discursos de campaña. Lo pregonan en carteleras, mantas, posters, anuncios de radio y televisión. Y en caso de lograr el triunfo, lo festejan con gritos y sombrerazos. Se sienten privilegiados y afortunados, por haberlos llevado a ocupar los puestos o cargos que pretendían.
Sin embargo, tal parece que hasta ahí llega su compromiso. Enjaretar a la sociedad, individuos, generalmente, sin escrúpulos, ineptos, irresponsables, insensibles, corruptos. Luego de eso, cínicamente “se lavan las manos”. Ocurre con todos los partidos políticos.
Como si fuesen ajenos. Como si no hubiesen sido ellos los que los recomendaron y postularon, cuando que son cómplices o co-responsables de las atrocidades y latrocinios que cometen en el cargo que ostentan. Eso no se vale.
Lo vemos con los alcaldes priístas que acaban de concluir sus respectivas gestiones en los cinco ayuntamientos. Todos, “cortados por la misma tijera”. En medio de especulaciones, señalamientos, cuestionamientos y acusaciones, respecto de malos manejos. Aunque también ocurrió con el ahora exgobernador panista, José Guadalupe Osuna Millán.
Los alcaldes, empezando por el ensenadense Enrique Pelayo Torres, dejó hecha escombros la administración municipal del puerto. Tan álgido estuvo el ambiente, que ni rindió su tercer informe de gobierno, ni se presentó al evento de toma de protesta de su sucesor, Gilberto Hirata Chico, por temor a un linchamiento social.
Incluso, un día, la Confederación Patronal de la República Mexicana, mediante escrito, solicitó a la sindicatura municipal que abriera una investigación, para fincarle responsabilidades al ahora exalcalde, en atención a que el propio Pelayo confesó haber dispuesto de fondos federales, para pagar sueldos de empleados y funcionarios del ayuntamiento a su cargo. Lo que implica desviación de recursos.
Situación esta respecto de la cual, los dirigentes priístas, tanto estatales como municipales, omitieron hacer un pronunciamiento. No hicieron ni el mínimo intento de llamar a cuentas al integrante del PRI, ni muchos menos para exigir se le fincaran responsabilidades. El solapamiento de las “pelayadas”, fue más que evidente. Como si Pelayo fuese un huérfano político.
Lo mismo pasó en el resto de los municipios. En Playas de Rosarito, respecto del ayuntamiento encabezado por Javier Robles Aguirre, su sucesor, el panista Silvano Abarca Macklis, ha dicho que se trata de un grupo de vándalos. Que dejaron el gobierno municipal hecho un desastre.
Ahí, de manera especial destaca el hecho de que “a vuelo de pájaro”, se detectó que con recursos públicos, se cubrió el costo de intervenciones quirúrgicas estéticas, Además, dejaron una deuda por 400 millones de pesos, así como otros 150 millones de pesos en gasto corriente.
¿Y la dirigencia priísta rosaritense, qué ha dicho al respecto? Nada, absolutamente nada. Como si Robles Aguirre fuese integrante de un partido distinto. Ni lo cuestiona, ni lo defiende, pero tampoco lo fustiga o lo expulsa, por las fallas y excesos en que incurrió.
Igual pasó con Francisco Pérez Tejada, alcalde de Mexicali, quien a una semana de dejar el cargo, se detectó que quedó a deber unos 60 millones de pesos respecto al impuesto sobre nóminas. Además, utilizó en gasto corriente, las aportaciones de los trabajadores para su seguridad médica, generando adeudos hasta por 500 millones de pesos al ISSSTECALI.
¿Y el partido que lo llevó a ocupar dicho cargo? Nada, ninguna reacción. Ni se inmutan los dirigentes priístas cuando los cuestionan respecto a la pésima administración municipal de “Panchito”.” Hacen como que ni lo conocen.
En Tecate, Urbalejo Chico, hasta pidió un último préstamo, para dejar mayores adeudos a su sucesor, César Moreno. Se le hicieron pocos los recursos públicos de la administración municipal tecatense, para gastarlos. Ni para hacer un buche, ha de haber dicho. Y solamente porque la administración estatal es panista, si no, ya estaría incrustrado en la nómina del gobierno estatal. Ahí tienen a Donaldo Peñalosa Avila, acusado de malversación de fondos y sin embargo Osuna Millán lo protegió, designándolo subsecretario de desarrollo social.
Mención especial merece el que fuese alcalde de Tijuana, Carlos Bustamante Anchondo. Lo dijo la semana pasada el regidor de Movimiento Ciudadano, Luis Felipe Ledesma Gil, que dejó en bancarrota al ayuntamiento. Que jamás contó con una planificación sobre el manejo de los recursos, ni con proyecto de austeridad. Que hizo un derroche y dejó un adeudo millonario.
El pasado fin de semana, su sucesor, Jorge Astiazarán Orcí, junto con sus colaboradores, se dedicó a limpiar oficinas del Palacio Municipal, pues los funcionarios del XX Ayuntamiento dejaron un cochinero. A manera de broma se observa que debió ordenar fumigar todas las instalaciones municipales, para acabar con las lagartijas, alimañas y ratones. Sobre todo esto último, ratones, que aún abundan por ahí.
¿Y los dirigentes priístas, que dicen o hacen al respecto? Nada, absolutamente nada. Como si estuviesen libres de culpa, cuando que son cómplices o co-responsables de los latrocinios de quienes, supuestamente, eran “los mejores hombres del PRI”.
gil_lavenants@hotmail.com
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