Por Gilberto Lavenant
El sábado 25 de junio, del año en curso, comentaba aquí sobre el bullying y observaba que se ha convertido en un serio problema social. Decía entonces que es algo similar a un problema de salud, que afecta a pobres y ricos. Y todos, desconcertados, no encuentran la solución, por más que se “quiebran la cabeza”.
Apuntaban que a este problema le llaman el “bullying”, y que en español se le conoce como el acoso u hostigamiento escolar, que consiste en agresiones de todo tipo, de estudiantes contra estudiantes. Que se trata de abusos de los más grandes, contra los más pequeños, de los más dinamicos e inquietos, contra los tranquilos y faltos de carácter.
Una lectora de Palco de Prensa, comentó al columnista, vía correo electrónico, que el llamado bullying, “…no solo es entre compañeros escolares, sino también de maestros a alumnos” e hizo referencia al caso de una nietecita, que recién había concluido su educación primaria y que fue acosada sistemáticamente por la propia maestra.
Fue precisamente esta abuelita quien exhortó al columnista a abordar el tema del otro bullying, el de los maestros hacia los alumnos, que consideraba mucho más grave, pues en su opinión, el maestro acosador, hace más daño que los estudiantes.
La respuesta del columnista, por la misma vía, fue en el sentido de reconocer que efectivamente es mucho más grave el bullying de maestros hacia alumnos. El columnista hacía hincapié de la experiencia de 20 años de ejercicio de la docencia en nivel medio superior, y le decía que efectivamente, gran parte de los profesores, descargan en sus alumnos sus frustraciones, resentimientos, fracasos.
Señalaba entonces que muchos “maestros”, con sus alumnos desquitan el coraje porque socialmente no han podido ser exitosos, porque las dejó el marido, en el caso de las mujeres, o porque se sienten galanes y no logran conquista alguna, los individuos del sexo masculino, porque su mundo es tan pequeño y no encuentran cómo trascender social, económica o políticamente, advirtiendo que la gran mayoría de ellos son simples teóricos de pizarrón.
Decía también que la organización sindical, tiene una enorme culpa en todo esto. Pero que también la autoridad, que piensa que con crear escuelas está cumpliendo su compromiso social, cuando que no verifica, ni combate, el pobre rendimiento académico y en especial las vejaciones que los profesores realizan en agravio de sus alumnos. La promesa de volver a tocar el tema del bullying, sobre el acoso de maestros hacia los alumnos, era lógica, obligada. Por ello lo del “El bullying II”, en esta ocasión.
Parece algo absurdo, aberrante, insólito, sorprendente. Muchos podrían decir que es una exageración o simplemente mentiras. Ojalá se pudiera decir que efectivamente, tales aseveraciones son una falsedad. Pero lamentablemente, son verdades irrefutables, conocidas por muchos, pero que nadie denuncia, dizque por temor a represalias.
Resulta cruel, decir que quienes tienen la misión, no solo de brindar conocimientos a los futuros ciudadanos, sino de formarlos como seres de bien y de buenas costumbres, en muchos de los casos les destrozan moral y socialmente, cuando los ridiculizan, los reprenden y los reprimen, de manera sistemática y sin justificación alguna.
Se entiende, aunque no se justifica, que jovencitos mal educados, deformados por los malos ejemplos o el descontrol familiar, el llamado permisivismo, convierten las instalaciones escolares en campos de dominio y sometimiento, de insulto, de agresión, de humillación, a diestra y siniestra, sin que nadie les frene. Responsabilidad esta en la que incurren tanto las autoridades de cada plantel, como los mandos superiores, que se hacen “de la vista gorda” y hacen como que no saben, ni ven, este tipo de atrocidades.
Pero de ninguna manera puede entenderse, ni se justifica, que individuos adultos, hombres o mujeres, que reciben un sueldo para coadyuvar en la formación y preparación de seres humanos en pleno desarrollo, descarguen sus frustraciones, impotencia y corajes, en perjuicio de quienes tienen la desgracia de llegar a ser sus alumnos.
Las autoridades educativas, seguramente han de decir que basta con que quien ocupe un puesto de docente, acredite haber cursado estudios superiores, incluso ajenos a las cuestiones pedagógicas, para que se les asigne la enorme responsabilidad de pararse frente a un grupo de alumnos.
Si bien es cierto, en ocasiones, se les comete a concurso o exámenes, supuestamente para verificar el grado de capacitación de los mismos. Sin embargo, que se sepa, nunca se les somete a estudios psiquiátricos, para ver el grado de salud mental. Muchos “maestros”, rayan en la esquizofrenia, en el bipolarismo o en tantos grados o niveles de locura o enfermedades mentales diversas, que los convierte en no aptos para las labores educativas.
Hay por ahí un caso típico, el de un tal Enrique Canett Meza, que durante más de 30 años, ha mantenido la llamada Escuela Secundaria Número 44, como un campo de concentración nazi. Seguramente que es un fanático seguidor de Hitler y sueña con emularlo.
Ese individuo, confunde la discplina con el sometimiento salvaje, vejatorio, humillante. Hace muchos años que debería estar encerrado en un manicomio. Cualquiera que haya sido alumno del citado plantel educativo, puede narrar múltiples historias que servirían de ejemplo para mostrar la enorme variedad de tipos de bullying de maestros hacia alumnos.
Lamentablemente, muchos padres de familia toleran ese tipo de situaciones. Unos, ante la falta de cupo en otros planteles, y otros por comodinos, que dejan a sus hijos en manos de este tipo de caciques, al “servicio” de la docencia. Efectivamente, este tipo de bullying, es mucho más delicado que el acoso de estudiantes contra estudiantes. Y nadie lo denuncia, ni lo combate.
gil_lavenants@hotmail.com
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