Por Silvio González (Prensa Latina)
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El escándalo de Wikileaks demuestra otra vez que las nuevas tecnologías de la información terminaron hace ya años con dos sagradas instituciones tradicionales: la secreta intimidad y el callado anonimato del mundo del espionaje.
La civilización actual se sostiene de manera creciente sobre extensas redes digitales que son sumamente vulnerables y costosas. Pero lo cierto es que aquel que dependa de una red informática para guardar sus más importantes secretos obligatoriamente corre el riesgo de que se los roben o los infecten con potentes virus mediantehackers altamente especializados.
Ahora cientos de miles de documentos caben en una diminuta memoria flash y su gigantesco volumen se almacena microscópicamente cuando antes podían llenar hasta el techo toda una inmensa mansión.
Todo aquel que quiera quedar totalmente al margen de internet o de la informática es un paria para millones de otras personas que se benefician con estas bondades.
Esta novedad de la ciencia es muy fecunda para las actividades que tienen que ver con los tiempos de paz, pero plantea grandes desafíos a los funcionarios que tienen que ver con la seguridad nacional o con los temas militares apunta The Guardian.
Estados Unidos cuenta con una amplia comunidad de inteligencia y diariamente procesa una cantidad de documentos que le darían cientos de vueltas al planeta si se colocara cuartilla tras cuartilla. Los cables filtrados por Wikileaks proceden de la SIPRnet, una red de comunicaciones secreta que utiliza el Pentágono y a la que tienen acceso más de dos millones de personas de distintos sectores señala el New York Times.
La SIPRnet se diseñó para resolver un problema que afecta a todas las grandes burocracias y es el de distribuir de manera secreta información confidencial entre miles de funcionarios que pueden estar en diferentes partes del mundo.
Cualquier funcionario que tenga autorización para acceder a esta red, puede echar un vistazo a casi todos los documentos clasificados del Departamento de Estado.
En la última década hubo un incremento en el número de personas al que se le otorgó la "autorización de seguridad" para acceder a esta red entre los que se cuentan militares, empleados civiles del gobierno, así como contratistas privados.
Y nadie sabe a ciencia cierta cuándo o quién de ellos voluntariamente pasó este inmenso caudal de información secreta a Wikileaks, el cual constituye la denuncia más abarcadora de altos secretos relacionados con prácticamente todos los estados.
Ningún servicio de espionaje extranjero ha podido jamás golpear de esta manera a Estados Unidos y herir desafiantemente su orgullo propio como lo ha logrado este grupo de denunciantes internautas, señala Los Angeles Times. Meses atrás, Don Jackson, de la empresa de seguridad SecureWorks, explicó el éxito de este sitio de filtraciones y dijo: "Un diario no puede publicar 90 mil documentos, pero Wikileaks lo puede hacer en cuestión de segundos y garantiza no descubrir a ninguna de las fuentes que le suministran la información".
Aunque eso parece cierto, también lo es que el portal denunciante en internet es generalmente permeable a los frecuentes ciberataques, que han denunciado en la red Twitter quienes trabajan en Wikileaks.
John C. Inglis, el segundo jefe de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, la que tiene por misión la captura y procesamiento tecnológico de una gran cantidad de datos de inteligencia, asegura que ya es imposible proteger los secretos.
La NSA recopila todas las escuchas secretas, la actividad de la red de satélites espías y la información codificada de prácticamente todas las naciones, sean hostiles o aliadas, según su portal en internet.
Mientras tanto, la guerra digital sigue su curso, el 26 de septiembre pasado, un desconocido virus informático atacó sorpresivamente una planta nuclear iraní, según reprodujeron varios medios de prensa europeos. Para evitar filtraciones dramáticas futuras, como la de Wikileaks, el Pentágono cuenta con una fuerza adicional denominada Comando del Espacio Cibernético, que tiene su sede central en Fort Meade y al frente del mismo figura un general de cuatro estrellas.
El escándalo de Wikileaks es a la luz de todos estos antecedentes, muy impactante por su dimensión y las interrogantes que inspira son casi tan numerosas como los reportes que no paran de salir a la luz. No debe sorprender que, como en toda novela de espionaje, ésta también tenga una clave indescifrable o un misterio aún impensable.
La de la espontaneidad de lo que sucede en cada momento y por eso la iniciativa sigue a favor de Wikileaks que mantiene en jaque al gobierno estadunidense y ahora amenaza con arremeter contra los grandes bancos en su próxima denuncia, como informa la revista Forbes. Esta denuncia es una radiografía hasta ahora inédita, cuyo impacto en las relaciones internacionales seguramente tardará en comprobarse y posiblemente siga aflorando, aun cuando el tiempo y la diplomacia hayan intentado ponerle un parche.
En el laureado largometraje Avatar aparece una sociedad tecnológicamente avanzada que trata de someter a sangre y fuego a otra casi primitiva cuyos pacíficos habitantes vivían tranquilamente en un hermoso planeta boscoso nombrado Pandora.
Los primitivos frustraron las intenciones malvadas de los invasores y eso es precisamente lo demostrado por Wikileaks con sus revelaciones, y es que en lo adelante ningún secreto de Estados Unidos estará seguro y esto lo hace vulnerable a ser derrotado por entes mucho más pobres carentes de un gran poder o alta tecnología.
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