Por Rodolfo Ruiz (sdpnoticias.com)
Vaya dilema: ¿Hasta qué punto el Pacto por México depende de los resultados electorales del primer domingo de julio en catorce estados del país?
¿Qué tan real es la versión sobre un supuesto arreglo electoral en Baja California entre el presidente Enrique Peña Nieto y el dirigente nacional panista Gustavo Madero Muñoz?
¿O la historia de que en Puebla hay también negociaciones en lo oscurito para que el PRI recupere el gobierno de la capital y la coalición morenovallista se quede con la mayoría parlamentaria del Congreso del estado?
Tales interrogantes reflejan, en mi opinión, la desconfianza que aún priva en amplios sectores de la población sobre el respeto a la voluntad popular expresada en el sufragio efectivo y sobre la supuesta imparcialidad de los gobiernos y las autoridades electorales, así como el fuerte arraigo de la creencia de que en México los pactos políticos están por encima de la Constitución y de cualquier ley.
No tengo la menor duda de que los resultados de los comicios locales del 7 de julio tendrán efectos y repercusiones casi inmediatas sobre los actores y negociaciones del Pacto por México.
Lo que suceda en las elecciones para gobernador de Baja California —que el PAN gobierna de manera ininterrumpida desde hace 24 años, o cuatro sexenios— y en la contienda por las alcaldías y el Congreso de Puebla marcarán, sin duda, el derrotero de Gustavo Madero al frente de la dirigencia nacional del blanquiazul.
Nadie en su sano juicio apostaría por la permanencia de Gustavo Madero si el candidato de su partido, Francisco “Kiko” Vega, fuera derrotado por el priísta Fernando Castro Tentri; o si en la Angelópolis, su candidato a presidente municipal, José Antonio Gali, mordiera el polvo frente al ex rector de la BUAP, Enrique Agüera Ibáñez.
Si eso ocurriera, Madero presentaría de inmediato su renuncia, lo que provocaría cambios dentro del Pacto por México, pues seguramente otro panista llegaría a ocupar el asiento que hoy ocupa dentro de su Consejo Rector. Peña Nieto perdería, por lo tanto, a un interlocutor cómodo. Algo similar podría suceder con el dirigente nacional perredista, Jesús Zambrano Grijalva, cuyo partido va como aliado del PAN en nueve de las catorce entidades donde habrá elecciones locales.
Tanto en Baja California como en Puebla no existe un favorito claro, pues la competencia es muy pareja y cerrada entre las dos coaliciones.
Dicho escenario tiene inquietos no sólo a Gustavo Madero y Jesús Zambrano, sino también al presidente Enrique Peña y sus dos principales operadores políticos: el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz.
Y es que si el PRI gana, aunque sea por un estrechísimo margen, el presidente de la República podría perder a sus interlocutores del PAN y el PRD, y estos dirigentes podrían aprovechar la situación para chantajear o forzar una negociación en perjuicio de los priístas, en la que Peña Nieto tendría que optar entre ceder posiciones políticas a sus adversarios o garantizar la continuidad del Pacto por México.
Vaya dilema.
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