Por Gilberto Lavenant
Es el cuento de nunca acabar. Lo de las depuraciones policiacas. Constantemente se están anunciando, con bombo y platillo, que ahí van, que se ha avanzado, que ya merito. Y a cada rato surgen nuevos casos de corrupción o de elementos de corporaciones de seguridad pública, incluyendo a las fuerzas armadas, involucrados con el narcotráfico.
Esta semana, el Presidente Felipe Calderón señaló que: “De nada sirve hacer controles de confianza, si quienes no los acreditan siguen en las filas de las corporaciones policiacas”. Por su parte, Oscar Vega Marín, Secretario del Sistema Nacional de Seguridad, dijo que de 267 mil elementos policiacos evaluados, 32 mil 932 no han aprobado los controles de confianza. ¿De qué se trata esto ? ¿A qué estamos jugando ? El problema es que cuando se habla de depuración policiaca, se presume que se trata de detectar a aquellos elementos que tienen nexos con el crímen organizado, o son proclives a ello. Pero, que se sepa, con todo y las unidades de vigilancia interna con que se cuenta, no se hace nada para verificar las condiciones sociales y económicas de todos y cada uno de los integrantes de las diversas corporaciones. Desde empleados administrativos, policías, mandos medios o superiores. Las llamadas “cuotas de cooperación” siguen vigentes en todos los niveles. Los relevos de mandos, ocasionan que se rompan temporalmente las “cadenas de corrupción”. Pero sólo en tanto que los nuevos “se aclimatan”. En la apertura de los trabajos de la XXXIII sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, que se llevó a cabo a mediados de esta semana en el Palacio Nacional, allá en el Distrito Federal, Calderón presumió que la coordinación entre las corporaciones de seguridad pública, permitió que por primera vez en varios años, la incidencia de homicidios dolosos observe un decremento del 7 por ciento en el primer semestre de este año, en relación con el mismo período del 2011. El porcentaje es tan ínfimo, que ni vale la pena mencionarlo. Resulta ridículo presumirlo. La supuesta baja pudo derivarse de muchos factores. Se les agotó la lista, se les escabulleron los rivales, no pudieron contratar suficientes sicarios, faltaron armas o municiones en el mercado. En último lugar estaría la eficiencia de las corporaciones. Otra de las cosas que presumió Calderón, es de que por primera vez México cuenta con una política de seguridad, y, según él, en este 2012 se avanzó como nunca en la transformación de las policías. Bueno, dijo que al mes de julio, el 100% de los elementos adscritos a instituciones federales se evaluaron con controles de confianza. Deberían de decirle que en Baja California, desde hace varios años los policías federales se volvieron invisibles. Nadie los ve. Y qué bueno, porque quienes les han visto, es sólo para ser víctimas de sus atropellos. Sin embargo, desde la óptica presidencial, el problema de la falta de depuración, está en las corporaciones policiacas estatales y municipales. El avance es apenas del 45%, por lo que aún faltan 239 mil elementos de aprobar los exámenes de evaluación y confianza. Desde hace tiempo, la estrategia de la gestión Calderonista, ha sido la de transferir a los gobiernos estatales y municipales, la responsabilidad del combate al crímen organizado, cuando que básicamente es una cuestión de índole federal, pues en su mayoría los crímenes de alto impacto están vinculados con el narcotráfico. Por ello las reformas legales para que las policías estatales estén facultadas para combatir el llamado narcomenudeo. Los narcomenudistas operan, porque quienes les abastecen de drogas, los narcos mayores, operan casi con toda libertad, porque las corporaciones federales no han podido controlarlos. A la mayoría de los elementos policiacos, no les interesa el narcomenudeo, sino el tráfico de drogas a gran escala. Los “grandes” son los que “se mochan”. Los “pequeños”, son simples “burros”. El facultarles para combatir el narcomenudeo, simplemente es darles manos libres para relacionarse con el crímen organizado a gran escala. Esta historia ha sido la misma desde hace muchos años. En los tiempos del Servicio Secreto, los policías municipales hacían a un lado sus labores preventivas, para dedicarse a perseguir “pildoreros” o traficantes de marihuana. Los delincuentes comúnes y corrientes, ni les llamaban la atención. Se quejaban de que esos nada más les quitaban el tiempo. Esta semana trascendió que un par de pillos, que recientemente fueron detenidos por elementos de la Policía Estatal Preventiva con casi dos toneladas de marihuana, fueron puestos en libertad por un juez federal, debido a las irregularidades técnicas en las que incurrieron los elementos de la PEP. Esto quedó al descubierto, porque unos días después, en el mismo sitio, se encontró más droga, lo que hizo generar sospechas. El juez federal preciso las deficiencias o “mañosadas” en que incurrieron los policías estatales. En el menos peor de los casos, los jefes de la PEP, en especial Daniel de la Rosa, Secretario de Seguridad Pública Estatal, podría argumentar que sus “muchachitos” incurrieron en fallas, por falta de capacitación técnica, lo que para nada disminuye la responsabilidad de ellos y de sus superiores. Lo cierto es que nadie creerá tal versión, pues, salvo prueba en contrario, resulta evidente que las fallas fueron deliberadas, intencionales, producto de alguna negociación. La ineptitud es tan grave como la corrupción. gil_lavenants@hotmail.com
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