MEXICO.- El mundo de las letras hispánicas y, de manera muy especial, todo América Latina celebraron ayer la concesión del Premio Nobel de Literatura al escritor peruano naturalizado español Mario Vargas Llosa.
La Academia Sueca, que no premiaba a un autor hispanohablante desde 1990, cuando lo recibió Octavio Paz, otorgó el galardón a Vargas Llosa “por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. “Vargas Llosa tiene el don divino de la narrativa”, argumentó el secretario permanente de la academia, Peter Englund.
Ayer, el escritor -eterno candidato al Nobel- dijo que temió que el llamado de la Academia Sueca para anunciarle que había sido galardonado fuera una broma y se abstuvo de comunicarlo hasta que medios lo informaron.
A lo largo del día, escritores de todo el mundo, artistas, intelectuales, dirigentes políticos, lectores y ciudadanos celebraron la noticia porque el premio es un acto de justicia que reconoce una obra con una alta calidad literaria, creada por un innovador de la novela realista y uno de los protagonistas del boom latinoamericano de los años 70, junto a Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante y Juan Carlos Onetti, entre otros.
Todo Perú celebró con euforia, en particular la ciudad de Arequipa estalló en algarabía tras conocerse la noticia; muchas personas se reunieron en la Plaza de Armas para comentar el galardón y mostrar su orgullo por su “paisano”, mientras que estudiantes se formaron con banderas y estandartes para homenajear al escritor.
“Es un enorme día para el Perú, es un día de alegría, inclusive para los que no comulgaban con Mario”, declaró el presidente Alan García.
En una cascada de festejos, declaraciones y anécdotas, el también escritor peruano Alonso Cueto narró que años atrás, en Ayacucho, un brujo había predicho que esto pasaría: “Vino un adivino, un tipo que tiró unas hojas de coca y le dijo a Vargas Llosa: ‘usted va a ganar el Premio Nobel, pero tendrá que esperar algunos años’”.
Ciudadano y escritor
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, nacido en Arequipa, el 28 de marzo de 1936, es autor de una prolífica y experimental obra que abarca, con excepción de la poesía, todos los géneros: novela (erótica, histórica, cómica y de misterio), cuentos, ensayo, teatro y periodismo.
Con más de medio siglo de creación literaria, a los 74 años Mario Vargas Llosa mantiene, como en sus inicios, las cualidades de una pluma que experimenta en la forma y estructura literarias, que se aventura en la innovación de temas, que enriquece la lengua y que es minuciosa en cuanto a la investigación que hay atrás de cada uno de sus libros. Suele pasar meses en grandes bibliotecas del mundo y viajar adonde sea necesario para conocer los escenarios en los que sitúa sus historias. Esas características se advierten desde sus primeros títulos -La ciudad y los perros y La casa verde, hasta en obras recientes -La fiesta del Chivo y Travesuras de la niña mala.
El escritor es también un destacado periodista, analista político e intelectual. En 2008, la revista estadounidense Foreign Policy lo incluyó entre los 100 intelectuales más influyentes del mundo.
De pensamiento liberal, él ha sido un crítico feroz de las dictaduras, de izquierda o derecha, defensor de la libertad y de los derechos humanos, impulsor de la democracia. En 1971 marcó distancia con la Revolución cubana por el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla.
Polémico en sus declaraciones, a él se debe la célebre y justa frase que para algunos causó el inicio de la caída del PRI: “México es la dictadura perfecta”, dijo en 1990 Vargas Llosa en referencia a las seis décadas del Partido Revolucionario Institucional en el poder.
Sus aspiraciones políticas lo llevaron a buscar la presidencia de Perú en 1990, precisamente cuando Alan García era presidente por primera vez, pero perdió las elecciones frente a Alberto Fujimori, hoy preso por abusos contra los derechos humanos.
Tres años más tarde, obtuvo la nacionalidad española, una decisión que provocó muchas críticas en su país natal.
La literatura como vocación
Influido en su juventud por las lecturas de Jean-Paul Sartre, Mario Vargas Llosa -a quien sus amigos entonces le llamaban el “Sartrecillo valiente”- concibió desde un primer momento la literatura como el ejercicio de la vocación, sin esperar el éxito ni la venta de libros.
Pero no sólo fue Sartre quien marcó su literatura, Vargas Llosa reconoce el influjo de las lecturas de William Faulkner, Gustave Flaubert, John Dos Pasos, James Joyce, Victor Hugo y André Malraux, algunos de los cuales han sido tema de ensayos del escritor peruano.
Disciplina, terquedad, perseverancia, espíritu crítico y autocrítico, son las premisas atrás de su obra. “Uno puede escribir con muchas aspiraciones: hacerse famoso, rico, denunciar las injusticias, pero todo eso es accesorio. Lo fundamental es dedicar su vida a ese quehacer, porque gracias a ese quehacer uno encuentra un orden, un sentido a la vida, algo que organiza el caos”, dijo dos semanas atrás el escritor en la UNAM, tras recibir el doctorado Honoris Causa.
Vargas Llosa vivió una primera etapa de su infancia en Cochabamba (Bolivia); después, en la norteña ciudad de Piura, donde conoció su cultura y su país.
Sus estudios en el Colegio Leoncio Prado en Lima y posteriormente los de letras y derecho en la Universidad de San Marcos, cuando Perú vivía dictadura militar de Manuel A. Odría, marcaron sus primeros su vida y, por su puesto sus libros: “Me gusta que mis historias imiten la realidad”, dijo el novelista.
En los años 60 inició la publicación de sus obras. Primero fue La ciudad y los perros y luego vinieron La casa verde y Conversación en la Catedral, que para la crítica es su máxima obra, una novela que ofrece un análisis profundo de la dictadura de Odriá. Aunque por muchos años este libro se etiquetó como “novela de la dictadura”, como las grandes obras de arte, Conversación en la Catedral ha pasado a ser una pieza maestra de la literatura universal en torno del poder y la corrupción, ejemplar también por su mezcla de narradores, voces y tiempos.
Posteriormente publicó La tía Julia y el escribidor, libro basado, en parte, en su matrimonio con su tía política Julia Urquidi, de quien se había divorciado en 1964. Un año después se casó con su prima Patricia Llosa con quien tuvo a sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana.
Vendrían más tarde novelas como La guerra del fin del mundo, El hablador, La fiesta del Chivo -donde retomó el tema de la dictadura-, El paraíso en la otra esquina y Travesuras de la niña mala.
El 3 de noviembre publicará El sueño del celta, su nueva novela, libro que se basa en la vida de Roger Casament, cónsul británico en el Congo belga que dedicó dos décadas de su vida a denunciar las atrocidades cometidas por el régimen de Leopoldo II en el país africano, y que luego viajó a la región del Putumayo, entre Colombia y Perú, para investigar la situación de los indígenas que trabajaban en la extracción del caucho.
“Creo que la novela sí expresa unas verdades muy profundas sobre la condición humana, pero las expresa a través de ficciones que son mentiras, versiones muy engañosas y falaces de lo que es la realidad objetiva”, dijo el escritor en su reciente visita a México.
Autor también de grandes ensayos como Historia de un deicidio, que es un extenso estudio sobre García Márquez y su obra, Vargas Llosa protagonizó un incidente con el Nobel colombiano cuando, estando en México, en 1976, el peruano le asestó un derechazo a su entonces amigo y cómplice literario, porque, se ha dicho pero no confirmado, García Márquez habría intentado “consolar” a la esposa de Vargas Llosa.
El escritor recibió, con sólo 16 años, su primer premio por su obra de teatro La huida del Inca. Además de varios doctorados honoris causa ha recibido los premios Biblioteca Breve por su novela La ciudad y los perros; el Internacional de Literatura Rómulo Gallegos, el Príncipe de Asturias de las Letras de España, el Planeta de España, el Ortega y Gasset de Periodismo y el Cervantes, en 1995. (Con información de agencias)
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