lunes, 26 de agosto de 2013

Tertulia Política: Camarillo

Por Pedro Martínez Serrano
Conocí a José Luis Camarillo cuando terminaba la década de los ’90. Nos encontrábamos en los desayunos de grupos políticos, de asociaciones de profesionistas y de agrupaciones emergentes de la sociedad organizada.


No había evento que no cubriera el Titi. A todas iba y en todo estaba. Siempre, desde entonces, ha sido un referente de puntualidad en su actividad periodística. Primero como lo que es, un eficiente fotoperiodista y, luego, ya más para acá, como reportero volante, para los programas de radio que conducía con ese tono profesional y de seriedad que etiqueta a mi amigo Jaime Flores Martínez.

Fueron muchas, muchísimas las ocasiones en que José Luis Camarillo Tellez me pasó datos y fotos de los eventos a los que yo, como reportero de El Mexicano llegaba tarde, no llegaba o que me encargaban conseguir los datos de última hora. Camarillo siempre estaba listo y con el material preparado para apoyarme.

Precisamente la puntualidad que le distingue y su presencia en todos los hechos y eventos que requieren cobertura periodística, le ha ganado desencuentros con autoridades y personas vinculadas al mundillo de la política, como también el atropello recurrente de los que, desde el anonimato y la cobardía, arremeten a través de sus esbirros en contra de quienes se sienten agraviados por una sencilla razón: se exhibe la estupidez con que desempeñan su cargo o los abusos y raterías en que incurren a costa del mismo.

Lo que sucedió ayer, en la cobertura de un desalojo ordenado por el presidente municipal, el ratero, traicionero y pusilánime Carlos Bustamante Anchondo, cuando un grupo de policías arremetió en contra de Camarillo son los estertores de una administración que se distinguió por todo, menos por cumplir con los tijuanenses y actuar con la honestidad que el servicio público exige.

Fue cuando los rabiosos, enloquecidos e iracundos funcionarios municipales del ayuntamiento de Tijuana, que encabeza Bustamante, desalojaron con maquinaria pesada y el uso de la fuerza pública, a familias que tenían más de 10 años en la colonia Los Arenales, a espaldas de la Central Camionera, cuando una turba policiaca se fue encima de Camarillo por el gravísimo delito de cumplir con su responsabilidad informativa.

Me dicen que quien dio la orden a los policías de parar a Camarillo ─pónganle en su madre, pero que no se lleve ninguna fotografía─, fue el secretario municipal de Seguridad Pública, el corrupto extorsionador y cómplice del narcotraficantes (según una entrega del periodista Lorenzo Garibay, en la que apunta que la Drug Enforcement Administration (DEA por sus siglas en inglés; en español: Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas), Alberto Capella Ibarra.

Como es su costumbre, el fanfarrón y corrupto, ahora vigilado por la DEA, Alberto Capella, dio la orden de parar a Camarillo, desde el lugar en el que se esconde de los problemas que en materia de seguridad agobian a los tijuanenses: escondido detrás de su escritorio, hasta donde le llegan los pagos de piso de quienes tienen secuestrada a Tijuana en medio de la inseguridad y el narcotráfico, pasando por todas las modalidades criminales que rodean el trasiego de enervantes.

Hoy la agresión a un periodista serio, responsable y comprometido con su profesión, no puede ni debe quedar impune; se debe investigar a fondo y castigar con todo el peso de la ley a quienes intervinieron para agredir a José Luis Camarillo, lo mismo los ignorantes orangutanes uniformados de policías, que el pelele, cobarde e hipócrita que despacha como Secretario de Seguridad Pública, el tal Capella quien, por cierto, aterroriza ante la proximidad del término del peor gobierno que ha tenido Tijuana, pues sabe que la información de que dispone la DEA y la PGR, será suficiente para que termine pobre y en la cárcel o rico y apestado.

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