Por Teresa Gurza
En mis propósitos de Año Nuevo figura en primer lugar, jamás regresar al Hospital Angeles del Pedregal.
Y les aconsejo que ustedes tampoco lo hagan, porque es tan ineficiente y sucio que resulta increíble que tenga permiso oficial para funcionar. Sé de lo que hablo porque estuve internada ahí cinco días; y esto es parte de lo mucho que pasó. El médico me dijo que debía estar en admisión a las 6 de la tarde del lunes 6 de diciembre. Llegamos a las cinco cuarenta y cinco; y esperamos más de una hora en un corredor chiflonudo y helado, para que se desocupara alguno de los cuatro empleados encargados de ese trámite; que duró otra hora más, porque el que nos tocó no tenía idea de nada, preguntó siete veces mis generales y otras tantas se le borraron de la computadora; “es que cambiamos sistema y no se como se hace”, explicó. Hasta poco antes de las ocho de la noche pudimos entrar al cuarto; al ratito una enfermera medio salvaje y sin guantes quirúrgicos, me pinchó la vena para sacarme sangre y ponerme suero; como no le resultó, otra me pinchó en el hombro. Tapada apenas con una manta ligera me bajaron a rayos X, por un elevador que según comentó el camillero era “el de la ropa sucia y los deshechos, porque los otros tardan mucho“. Pese a que debía guardar ayuno desde las seis de la tarde, a las nueve y media de la noche me dieron de cena dos grasientas empanadas hojaldradas de jamón y queso, un jugo de naranja y un vaso de leche. Tenía indicado un laxante a las siete de la tarde, otro a las nueve de la noche y otro a las once; pero como se les pasó darme los de las siete y las nueve, a los veinte para las diez me dieron dos vasos juntos y a los 20 minutos otro; ya se imaginarán que cayeron como bomba en mi organismo. Reclamé y como en esos momentos hubo cambio de turno, todos se echaban la pelota sobre la responsabilidad de lo que estaba pasando. A las 10 de la noche, la enfermera Esmeralda me dio un antibiótico; una hora después me iba a dar otro y al preguntarle porqué tan seguido, me dijo que mejor no me lo tomara porque seguro el doctor se había equivocado ya que eran cada ocho horas. Le pedí que consultara y llegó con la novedad de que siempre sí lo debía tomar; a lo que me negué. Tenía indicado tomar el mismo antibiótico a las seis de la mañana, una hora antes de la intervención quirúrgica; pero no me lo dieron; y tampoco me quitaron el esmalte de uñas así que fuí al quirófano con pies nacarados. El baño estaba mugrosísimo, y en las paredes de la regadera había hongos y manchas negras. Y para que hablar del cordón del teléfono. En toda mi estancia ninguna de las enfermeras usó guantes; ni siquiera para colocar el cómodo o medir la orina; la única persona que noté cumplió con normas de limpieza fue la que me sacó el catéter; lo hizo con higiene y precisión admirables. Los pasillos del Hospital Angeles del Pedregal, por donde caminan enfermos y personal, están alfombrados; y todo mundo traslada polvo y microbios de un lado a otro. Y las medicinas son llevadas de cuarto en cuarto en las manos de las enfermeras o en las bolsas de sus no muy limpios uniformes y no en vasitos o platos. Ni una sola de las enfermeras se lavó las manos en mi presencia; ni había gel en las habitaciones y cuando pregunté porqué, respondieron “aquí no es norma tenerlo“. Varias enfermeras se veían sucias; y la del turno matinal del sábado 11, olía espantoso. Mi alta médica se retrasó varias horas porque según esta enfermera, el doctor la firmó en un lugar equivocado y hubo que recabar de nuevo la firma. Y tuvo errores, ya que establece que debía tomar antibióticos cada dos horas, cuando debe ser cada 24; y además, “olvidaron” darme las últimas dosis de medicamentos. Estuvimos más de cinco horas paradas frente a las cajas esperando la cuenta. Ante esa lentitud nos fuimos sin pagar; y lo hicimos el lunes siguiente. Aún no me entregan varios análisis, entre ellos la radiografía de tórax “porque la tenemos perdida” Por todo lo anterior, me parece el colmo que Grupo Nacional Provincial ofrezca como opción a los tenedores de sus pólizas premier, cuyos precios están entre los más altos del mercado, la atención en un centro hospitalario tan deficiente como el Angeles. Y aún peor, que la Secretaría de Salud del Presidente Calderón permita su funconamiento siendo que no reúne las mínimas condiciones sanitarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario