Por Jaime Flores Martínez
FrustradoEl primero de este mes, el abogado Francisco Cerrillo Lara entrego en esta casa editorial una carta dirigida a un servidor donde asegura tener “una apreciación totalmente distinta” a lo publicado en este espacio el pasado 24 de marzo, donde se hizo referencia a dos demandas que enfrenta el pastor Abel Mellado Prince, predicador del Templo San Pablo en Playas de Tijuana. Una de las querellas es de carácter civil y una más de corte penal.Cerrillo Lara cuestiona las apreciaciones que realizo la abogada Juanita Parra Payan, responsable de presentar ambas demandas. Cerrillo califica de “subjetivas e infames” las expresiones que vierte Parra Payan sobre el caso del pastor. En todo caso, el licenciado Cerrillo debiera cuestionarle a su contraparte y no al columnista.Tan brillante abogado debiera saber que el autor de Cicuta no puede determinar la culpabilidad o inocencia de su defendido porque no es autoridad. El escribiente solamente hace referencia a la autenticidad de las denuncias y a las consideraciones que hace la parte acusadora. Qué pena que, en su intento por justificar su trabajo ante los ojos de sus patrones en turno, el licenciado Cerrillo busque cuestionar el trabajo periodístico que realiza Cicuta. Cerrillo debiera canalizar su energía a probar la aparente inocencia de su cliente, pues pareciera que -- con sus intransigentes epístolas-- su intención es convencer a la gente de su dicho en lugar de probarlo ante los tribunales.PerversidadesLa versión señala que el escándalo que estallo la semana pasada en el seno del panismo de Tijuana es un “complot” para derrumbar las intenciones de Carlos Torres Torres de convertirse en candidato a la presidencia municipal de Tijuana. El lunes de la semana pasada se divulgo una conversación entre el empresario burdelero Antonio Escobedo y el actual director de Inspección y Verificación Gustavo Lemus Torres. En una parte de la plática, salpicada de vulgaridades, el señor Lemus asegura que los coordinadores de campana de Carlos Torres son el gobernador José Guadalupe Osuna Millán y el alcalde de Tijuana Jorge Ramos Hernández.En otra parte de la charla, Lemus se refiere a la intervención del secretario general de gobierno Francisco Blake Mora quien –por cierto--se reunió con Ramos la noche del pasado 27 de marzo en un conocido restaurante ubicado en el Boulevard Agua Caliente.La tesis en cuestión asegura que el presidente Felipe Calderón Hinojosa “le encargo” a Blake Mora apoyar a Carlos Torres en su intento por convertirse en el candidato. Tanto Blake Mora como Carlos Torres, son amigos del presidente de México.Desde el momento de emitida la recomendación, Blake Mora comenzó a operar a favor de Torres y con ese motivo platico con Ramos el sábado antepasado. En esa conversación, Blake Mora debió advertirle a Ramos sobre los “inconvenientes” que enfrentaría de no respaldar a Torres. Luego de tamaña advertencia, Jorge Ramos debió tejer una estrategia para conseguir desprestigiar a Carlos Torres.Si lograba “filtrar” que Carlos Torres era apoyado por el gobernador Osuna, seguramente el escándalo rebasaría las nubes, pues su imposición lo convertiría en candidato ilegitimo. Entonces instruyo al burdelero Antonio Escobedo para que “filtrara” a los medios de comunicación la conversación que sostuvo con Gustavo Lemus, un incondicional a quien utiliza a placer. Cierto que el indiscreto Lemus también involucra a Jorge Ramos, aunque ese pequeño detalle serviría para desmarcarlo, pues al ser aludido, los reflectores no le apuntarían.Sin embargo Ramos cometió el error de no destituir a Gustavo Lemus, a quien solo le dijo “que se enterrara, mientras se controlaba el escándalo”. La noche del incidente Lemus dejo saber que “había presentado su renuncia”, pero que el alcalde lo había rechazado. Que raro que no lo haya corrido, pues algún otro funcionario hubiese sido quemado en leña verde.Otro detalle resalta del llamado “Lemusgate”, pues horas después de la ruidosa filtración, un nutrido grupo de inspectores y policías clausuraron cuatro prostíbulos que administra Antonio Escobedo y remitieron a unas 200 sexoservidoras “por carecer de tarjeta sanitaria”. Esta acción tuvo el claro objetivo de “taparle el ojo al macho”, pues pareció que al clausurarle estos burdeles se tomaba venganza por la “filtración” del audio.Escobedo enterró la cabeza y se aguanto como los machos, porque sabía que la clausura demoraría solamente unas horas. Las muchachas que fueron remitidas solamente fueron “paseadas” por la ciudad y ni siquiera les cobraron la gasolina.Tan perversa idea tiene muchísima lógica, pues los militantes y ciudadanos comunes tienen claro que el presidente Felipe Calderón intenta imponer a su amigo a través de la manipulación del aparato de Estado. Al confirmarse que el gobernador Osuna opera a favor de Torres, la credibilidad social y la confianza panista terminan en la coladera.Cicuta cuenta con el escrito que el martes 30 de marzo envió el precandidato del PAN, Alejandro Monráz Sustaita a Rafael Ayala López, en su carácter de presidente de la Comisión Electoral del Partido Acción Nacional, donde le reseña las prohibiciones contenidas en la convocatoria blanquiazul para los precandidatos. Allí se reproduce el texto publicado un día antes por la agencia de noticias que dirige la periodista Dora Elena Cortes y en la parte final se demanda “que se apliquen las sanciones correspondientes a los involucrados en la grabación”, aunque no se alude directamente al gobernador Osuna, al alcalde Ramos, ni al presidente Calderón. También pide que se sancione a los “candidatos beneficiados en estos hechos ilegales, anti demócratas y demás ruines que atentan contra los principios y la doctrina del Partido Acción Nacional”.En resumen, en el escándalo de la grabación del lunes, el que pierde es Carlos Torres Torres, quien desde ese momento transita con la etiqueta de “impuesto e ilegal”. Pierde el gobernador Osuna por la denunciada intervención a favor de Torres, aunque el operador sea el secretario de gobierno Francisco Blake. Quienes ganan son: Alejandro Monráz, manejado a placer por Jesús González y Javier Castañeda, ahijado político del alcalde Ramos. Ah, también ganó Gustavo Lemus, utensilio del poder perverso.Dato El martes 23 de marzo, el ex delegado del Centro Antonio Araiza, se convirtió en testigo de un conflicto que estallo entre el alcalde de Tijuana Jorge Ramos Hernández y el ex presidente municipal Jesús González Reyes. Araiza llamo a Ramos para decirle que estaba “con el jefe” Jesús González, lo que provoco una reacción iracunda en Ramos. Momentos después ambos ventilaron sus diferencias con palabras impublicables, Araiza Regalado fue testigo del deshonor. Se pelearon las comadres.Comentarios: cicuta45@yahoo.com
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