Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ
Endiosarán al Monetarismo en Washington. La etapa superior del neoliberalismo. Con la Teología de la Dictadura de las Transnacionales como motor del desarrollo económico, se encubre la salvaje concentración de la riqueza sin la mínima preocupación del alto riesgo para la estabilidad social de las Naciones..
Así se traduce el Resumen Ejecutivo en 18 páginas del Fondo Monetario Internacional previo a la Reunión de Primavera del 25 y 26 de abril de 2009 con el Banco Mundial, en que se adelantan las recomendaciones para superar la llamada Crisis Financiera iniciada en julio de 2007 con la factura a la empobrecida población mundial.
Cumplen así, con sus objetivos los diabólicos gemelos incubados del 1 al 22 de julio de 1944 para crear un nuevo orden monetario y financiero de los triunfadores de la Segunda Guerra Mundial entre 70 países, con la muerte de más de 60 millones de personas, dos por ciento de la población mundial, iniciado a partir de 1946.
Un proceso bosquejado por John Quincy Adams, creador como Secretario de Estado de la Doctrina Monroe de los Estados Unidos, con su frase “América para los Americanos” el 2 de diciembre de 1823 atribuida al presidente James Monroe, dirigida a Europa y 186 años después, entroniza el poder financiero de una reducida oligarquía.
Al fracaso de la Internacionalización del Capital por medio del Programa Átomos para la Paz anunciado el 8 de diciembre de 1953 para la supuesta reconstrucción europea, el monetarismo se agazapó en la Universidad de Chicago para enviar de avanzada el neoliberalismo con fuerza y vigor a partir de 1989.
Con base en el “Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones” en 1776 del economista y filósofo escocés Adam Smith, la primera ministra de Inglaterra, Margaret Hilda Roberts, aumentó en 1980 las tasas de interés bancaria y los impuestos, con impacto directo en el desempleo y la reducción del consumo.
Dicho de otra forma, sería que el neoliberalismo sustentado en el consumo para el crecimiento económico, se desplazó por el monetarismo, entendido como la moneda como un producto propio generador de riqueza que se entroniza por encima de los factores de la producción.
Encubierto por las tres rondas del Consenso de Washington a partir de 1993, necesario para anular a los estadistas al frente de los gobiernos como rectores de la economía para garantizar la democracia, y substituirlos por administradores protectores del poderoso sector financiero especulativo, emergió con fiereza en 2007.
Bajo el argumento de la crisis financiera internacional adjudicada al sector inmobiliario de los Estados Unidos, los recursos públicos parecen insuficientes para estabilizar al sector financiero, observándose una agresiva concentración de corporaciones con pérdidas superiores a los 4.8 billones de dólares estadounidenses.
Fieles a sus objetivos de 1946 en que iniciaron operaciones el FMI y el Banco Mundial, el Nuevo Orden Financiero Internacional del Tercer Milenio, endiosa al Monetarismo con el dogma de estabilizar el mercado financiero como único evangelio salvador de la economía mundial, en donde las pérdidas se facturan a los más pobres.
En el Resumen Ejecutivo anticipado del FMI, se acepta que esa receta es insuficiente y se insiste en que los administradores de países emergentes, como México, proporcionen más capital público “hasta que surja una solución del sector privado” al reconocer que “los montos necesarios de financiamiento público probablemente serán cuantiosos, pero tenderán a aumentar cuanto más demore la solución”.
Para obtener esos recursos públicos existen dos sugerencias: Endeudamiento como serían los 157 mil millones de dólares en el caso mexicano, y reducir los gastos en seguridad social y salud para la tercera edad que “quizá no tengan un notable efecto inmediato en las cuentas fiscales”, pero dará un cambio en las perspectivas fiscales.
Además, se propone que “las iniciativas a favor de los socios comerciales y financieros —como los programas de estímulo fiscal y el apoyo oficial a los flujos internacionales de financiamiento— ayudarán a apoyar la demanda mundial”, léase transnacionales, mientras se endurece la tributación a los empobrecidos consumidores.
Emergen, entonces, los falsos profetas que endiosan al monetarismo y crucifican al Hijo del Hombre.
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