sábado, 25 de abril de 2009
Once días en el Infierno vivió víctima de secuestro
TIJUANA.- Once días de cautiverio, cuatro de los cuales vivió sin comer ni beber nada, haciendo sus necesidades fisiológicas en el pantalón, fueron un infierno corto pero lo suficientemente largo para cambiar la vida de un tijuanense que sintió renacer cuando elementos del Ejército lo rescataron de una casa de seguridad.
Era custodiado por José Cruz Hernández Flores, de 26 años y originario de Tijuana, miembro de una célula delictiva dirigida por el ex-policía municipal Antonio Castro Jiménez, y otro sujeto, a quienes se vinculó con el presunto narcotraficante Teodoro García Simental, “el Teo”, supuesto representante del cártel de Sinaloa en Tijuana.
El ex-agente fue detenido el lunes pasado por policías ministeriales cuando trataba de huir a Estados Unidos luego de que se descubrió su responsabilidad en el secuestro y asesinato de un empresario restaurantero, a quien el propio Castro Jiménez dio muerte pese a que los familiares del plagiado pagaron un rescate.
Aunque las autoridades sostienen que el número de secuestros han bajado en esta frontera, familiares de personas que fueron privadas de su libertad y cuyo paradero se desconoce, sostienen que éste sigue siendo un problema grave pero no se denuncia por temor de la suerte de las víctimas.
Un sándwich y un vaso
de refresco diarios
En las instalaciones del cuartel militar, el recién liberado mostró las marcas de esposas en las muñecas que evidencian cómo estuvo maniatado las 24 horas del día, sin embargo no son nada para las huellas sicológicas que le dejó el encierro a manos de sujetos que a cada momento amenazaban con asesinarlo y cortarle la cabeza.
De espaldas a las cámaras, el joven revivió paso a paso cómo fue secuestrado el viernes santo por un comando de hombres armados y encapuchados que llegaron hasta su casa, entre quienes pudo distinguir rasgos que podrían ser de menores de edad.
Una denuncia ciudadana que advertía su presencia en un domicilio de la colonia Reynoso, puso en alerta al Ejército que tenía como antecedente la detención del ex-policía y otro sujeto identificado como Jesús Rangel Peña, también vinculado con García Simental.
Él desconoce la ubicación del lugar porque fue llevado con la cabeza cubierta, ahogándose en su propia sangre porque lo habían golpeado. Lo último que alcanzó a ver fue una caja con armas antes de que le taparan los ojos con la misma cinta que permaneció los 11 de su secuestro.
“Baja la herramienta”, alcanzó a escuchar que uno de sus secuestradores ordenaba a otro.
Un vaso de refresco y un sándwich diario fueron la única dieta de este joven a partir del quinto día de su cautiverio, pero apenas podía comerlos mientras pedía a Dios que le mandara el Ejército para que lo rescataran con vida.
Además de las pláticas cotidianas entre los plagiarios, en las que se incluían algunos diálogos en inglés y el sonido de algún radio con frecuencia que podría ser policíaca, el cautivo lograba escuchar algunas risas infantiles, que presume eran de niños que sus captores llevaban al lugar para dar la impresión de que era una casa familiar.
La llegada del Ejército al onceavo día de su cautiverio rompió la rutina a la que se había acostumbrado y que sólo podía escuchar por encontrarse permanentemente cubierto de los ojos.
Al principio temió que los recién llegados fueran de algún grupo enemigo de sus plagiarios, pues conocía la guerra entre las bandas criminales, pero cuando escuchó que se trababa de soldados, dio gracias a Dios, respiró tranquilo y sólo esperó su liberación.
Pero el arribo de los militares fue tan oportuna que su padre no tuvo que pagar los 100 mil dólares que le exigían por la liberación,
Exhortó a los tijuanenses a que no tengan miedo y reporten cualquier ilícito que observen en su comunidad, y que en particular lo denuncien al Ejército, pues afirma que “si no fuera por ellos (los militares) yo a lo mejor no estaría aquí”.
“Tengo miedo, pero no pienso irme de aquí”, afirmó el joven al revelar que es originario de Tijuana, aquí trabaja y aquí se quedará.
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