* Según la novela biográfica 'El beso de la virreina'
Por Norma L. Vázquez Alanís
La voz en "off" comienza a narrar precipitadamente, casi podría decirse que sin tomar aliento... y atrapa al lector; lo mete de lleno en la vida de una de las glorias de la lírica mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz.
Con un estilo narrativo fresco, que intercala a la voz en "off" las palabras de los protagonistas para darle mayor vivacidad a la historia, José Luis Gómez presenta una versión distinta de la vida de la llamada Décima Musa, que muestra su lado humano, sus debilidades, sus temores, sus traumas.
En su novela 'El beso de la virreina' (Planeta, 2008), este autor descubre a una niña maltratada y quizá abusada sexualmente por su padrastro con la complacencia de su madre, en una época de oscurantismo, el siglo XVII, cuando la mujer era un cero a la izquierda y el hombre podía disponer de ella a su antojo, desdentarla o dejarla tuerta como "sello de exclusividad".
Este relato da una interpretación confrontada a la que suelen adjudicar las biografías de Juana de Asbaje Ramírez, las cuales hacen pensar que vivió en Nepantla, Estado de México, una infancia feliz al lado de su abuelo, disfrutando del acervo de su biblioteca, de su cariño y protección, siendo además depositaria de sus conocimientos, así como heredera de sus libros.
'El beso de la virreina', un volumen de 382 páginas que se consumen con voracidad, pone al descubierto los castigos sufridos por las niñas insumisas a la voluntad de sus padres o padrastros... como Juana. Se les encerraba en el denominado Cuarto de la Redención, un espacio en el cual sólo podían estar de pie, a obscuras y sin una letrina para hacer sus necesidades fisiológicas... se les propinaban latigazos... se les acosaba sexual o sicológicamente.
Se trata de una obra con una prosa muy ágil, de diálogos y monólogos enlazados, de tiempos trastocados, de descripciones estremecedoras, pero poéticas, en la cual José Luis Gómez lleva al lector a ponderar que la de Juana Inés fue una mente privilegiada en un cuerpo equivocado, porque en esa época las mujeres no podían desarrollar sus cualidades intelectuales y mucho menos intentar ser independientes.
Y ella fue la primera feminista en Nueva España, defendía a las mujeres contra los derechos que sobre ellas tienen los hombres, pero con un trasfondo humanitario; además era una erudita, sabía astronomía, alquimia, leyes, contabilidad, música y dominaba el idioma; prueba de ello es su obra literaria.
En esta interesante novela el autor nos da una pista de la inclinación lésbica de Juana Inés; de niña su padrastro le vendaba los pechos porque quería volverla varón, le enseñaba su sexo, amenazándola con violarla y le propinaba latigazos por desobediente... eso la marcó para siempre, le hizo padecer una incontinencia urinaria cuando sentía temor y le provocó rechazo hacia los hombres, aunque sintió deseo sexual por el duque Fernando de Ortigoza.
Sin embargo, su relación con otras mujeres no fue lujuriosa. El beso dado a la virreina Rosa de Mendoza fue un ósculo cósmico, una espada del pensamiento, un trance hacia la santidad, la conversión de la carne al alma, la transformación de una hembra sensual e insaciable en un ser espiritual.
Fue necesario que el padre Severo de Triana, confesor que curó de sus males a los virreyes más perturbados y a los arzobispos más inmundos, exorcizara el alma de Juana a través de un "psicoanálisis" para sacarle todo el rencor acumulado contra su padrastro, pero descubrió que ella estaba inconforme con ser mujer... jamás logró la redención.
Así, Juana la criada, Juana la criolla, Juana la poeta, Juana la astrónoma y alquimista, Juana la loca, Juana de Asbaje, Juana Inés, no murió de peste ni de vómito negro, murió de odio hacia su padrastro, de aversión por ser mujer... nunca se perdonó el haber nacido mujer y por ese solo hecho haber sufrido tantas afrentas.
'El beso de la virreina' es al mismo tiempo una novela de revelaciones tanto de la vida de una mujer que dio brillo a las letras novohispanas como de una urbe colonial, contrastante con la denominada por el naturalista y geógrafo Alexander von Humboldt como "ciudad de los Palacios".
José Luis Gómez retrata detalladamente partes nauseabundas y espantosas de la capital de la Nueva España, como la Cava de los Gusanos, situada atrás de la Catedral, donde habitaban pordioseros, leprosos, sifilíticos y borrachos compartiendo espacio con muertos echándose a perder, o la Ergástula Negra, el gran almacén de los esclavos, un gran galerón en el cual permanecían miles de prisioneros en condiciones infrahumanas, enfermos, famélicos, maltratados, putrefactos, devorándose unos a otros.
Asimismo, refiere con minuciosidad el barrio de Jesús María, poblado por la gente pobre, que comía las sobras de los presos en las mazmorras de Santa Matilde, repartidas por los guardias después de revolverlas en lo que llamaban "rebaba".
Exterioriza la vida opulenta en la corte de los virreyes y evidencia la depravación de los altos jerarcas de la iglesia católica, su afición por los placeres carnales, además de su devoción por el dinero, las propiedades y el poder.
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