jueves, 30 de abril de 2015

Rosarito Blues: Caudillos

Por Gerardo Díaz Valles
Se entiende por Caudillo a una persona que guía, manda o comanda un ejército, un grupo de personas o gente armada. Cada época ha tenido los suyos, como El Sistema, entendido este como el supremo gobierno, sus mecanismos para anularlos, cooptarlos, neutralizarlos y absorberlos para mantener el control, a veces con “plata”, otras más con “plomo”.
El común de los mexicanos tenemos en mente a Francisco Villa y a Emiliano Zapata como los Caudillos por excelencia, aunque es claro que como ellos ha habido muchos más con sus “asegunes” a lo largo de la historia. El punto es que persiste la idea de que se acabaron los líderes naturales, esos valientes idealistas, luchadores dispuestos a morir en la batalla, como fueron quizás Ernesto “Che” Guevara, Cesar Augusto Sandino y pocos otros diseminados en la America Latina, como en nuestro territorio lo fueron Genaro Vázquez y Lucio Cabañas durante la Guerra Sucia emprendida por Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría tras la masacre de estudiantes e inocentes en la plaza de Las Tres Culturas en Tlatelolco aquel fatídico 1968 pero de allí en fuera quizás los Caudillos se transformaron o mimetizaron unos en movimientos políticos, otros en guerrillas dispersas, en el clandestinaje de siglas que hoy dicen poco, como quizás fue Rafael Sebastían Guillén, el misterioso encapuchado con dos relojes en sus muñecas, radios y granadas a al pecho y una estrellita en su raída gorra militar, el mediático Sub Comandante Marcos. Por supuesto hubo otros más taimados o dirigentes que al paso del tiempo quedaron como mártires precursores idealistas que no pueden considerarse Caudillos propiamente como quizás fueron José Martí en Cuba, Salvador Allende en Chile o los Hermanos Serdán y Flores Magón en México, pero igual de aguerridos y valiosos a quienes se supone les debemos el legado, el ideario, el sentido y el rumbo que luego siguió la Patria. Mas qué nos queda, qué es lo que tenemos ahora como emblemas, referentes o cabecillas indispensables para impulsar los cambios que amerita nuestro país. Cuando seguido se oyen voces de alarma de que “estamos al borde de un nuevo estallido social, con una clase gobernante obsoleta y muy distante de un numeroso pueblo empobrecido, hambriento y harto de sus malos gobiernos”. En este sentido el llamado crimen organizado y la industria del narco, incluidos los gobiernos camuflados como narco-gobiernos mantienen extendidos sus largos tentáculos para afianzarse y eternizarse en el control. Importante ver pues el devenir de ciertos personajes que han rondado al borde de ambos campos, el de la lucha y el de las comodidades de la burocracia oficialista, también con sus “asegunes” pienso en un Heberto Castillo, un Manuel J. “Maquío” Clouthier, un Cuauhtémoc Cárdenas, un Porfirio Muñoz Ledo, un Andrés Manuel L. Obrador. Pero también en activistas civiles, poetas, profesionistas y autodefensas, periodistas valientes como Carmen Aristegui, entre muchos otros, que están, que siguen y que vienen. A nivel local recuerdo especial tenemos de otro Salvador, Rosas Magallón, quien por cierto ya tiene una vialidad con nombre, al igual que el genocida Díaz Ordaz. Por todo esto, hoy retomamos una sencilla frase del libertador cubano José Martí, cuando repelaba a sus no pocos detractores y de paso, nosotros se la restregamos a los nuestros propios: “Si no luchas, ten al menos la decencia de respetar a quienes lo hacen”.

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