viernes, 21 de junio de 2013

Baja California: ¿“¡nos ganaron compadre!”?

Por Ricardo Monreal Ávila
Un rumor recorre la península de Baja California: la próxima elección de gobernador (domingo 7 de julio) ya está resuelta; será para el PAN, porque es el precio que el PRI debe pagar para que no se rompa el Pacto por México, pero sobre todo, para que los diputados y senadores panistas voten a favor de las reformas fiscal y energética. De acuerdo a esta versión, el Pacto, el aumento al IVA y la privatización de Pemex, bien valen una misa por Baja California.


El rumor llega más lejos. El PAN ganaría la gubernatura y el PRI se llevaría la alcaldía de Tijuana (el municipio más importante de la entidad). De esta forma, ambos partidos cohabitarían política y pacíficamente. La eventual derrota del candidato del PRI a la gubernatura, el diputado Fernando Castro Trenti, no sería propiamente una derrota para Peña Nieto, sino para el grupo político de otro connotado priísta, Manlio Fabio Beltrones, al que se supone pertenece el primero; mientras que la eventual victoria del PRI en Tijuana sería un premio para Jorge Hank Rhon (por la identificación política del candidato Jorge Astiazarán con este grupo) y para Peña Nieto mismo, dada la afinidad y el origen político de ambos personajes en el histórico Grupo Atlacomulco, del Estado de México.

De acuerdo a este peculiar y elaborado rumor, que parece más fruto de una intriga palaciega que de la realidad circundante, los grandes ganadores serían Peña Nieto, Gustavo Madero, el Pacto, el PRI, el PAN y todo México.

La disciplina priísta procesaría tanáticamente el dolor de la derrota y el grupo presuntamente perdedor recibiría a manera de consolación un proverbial dicho presidencial de la época de Ruiz Cortines, cuando el entonces secretario de Agricultura, Gilberto Flores Muñoz, no obtuvo la candidatura del PRI al gobierno de Colima : “¡Nos ganaron compadre!”

¿Se puede manipular de esta manera tan ruin y perversa la voluntad de 2 millones 500 mil ciudadanos? Cuando las elecciones se vislumbran “abiertas” o con una gran diferencia entre los participantes, es prácticamente imposible e infructuoso tratar de influir en el resultado, mediante operaciones políticas o electorales. Sin embargo, cuando una elección se vislumbra cerrada o altamente competida (como parece ser el caso de Baja California), por supuesto que se buscará trastocar el resultado para un lado u otro. Cómo hacerlo, no es un tema de rumorología política sino de una operación política de Estado.

En este caso concreto, ¿de qué forma el gobierno federal y el PAN podrían “operar” o manipular para sus fines la elección de Baja California? Una forma muy socorrida es cerrar la llave a todo tipo de recursos y pertrechos económicos al candidato que se busca afectar. “Ni un solo peso al candidato Castro Trenti se ordenó desde Los Pinos”, publicó hace unos días el periodista Carlos Loret de Mola en el diario El Universal. Quitarle el tanque de oxígeno a un buzo a mitad de su descenso es provocarle la muerte por asfixia. De ser cierta la versión, ahí tendríamos el primer síntoma.

Otra forma muy en boga en los últimos años es fomentar la el llamado “voto diferenciado” o “voto cruzado”. Mediante esta operación, militantes y simpatizantes de un partido reciben la indicación de votar “por el candidato del partido X para gobernador y por el candidato del partido Y para alcalde”. En el caso de Baja California, es la operación que se estaría preparando en Tijuana, donde los seguidores priístas de Jorge Hank Rhon, resentidos por no haber obtenido la candidatura a gobernador, votarían por el PAN para la primera magistratura estatal y por el candidato del PRI (“nuestro hombre”) para la alcaldía de Tijuana. 25 mil ó 30 mil seguidores del Hankismo que respondan a esta operación, en condiciones cerradas, harían la diferencia y se saldrían con la suya.

Otra manera es la explotación mediática (es decir, escandalización) de eventos coyunturales como el “apagón analógico”. La manera como se intentó cargar al PRI y al ayuntamiento de Tijuana el costo político de no haber distribuido el decodificador de señal digitalizada en 14 mil hogares de las colonias populares, llevaba la intención de afectar la campaña de dicho partido.

Otro indicador más es la forma como el PAN denuncia nacionalmente el uso y abuso de los programas sociales con fines electorales en varias entidades, pero no ve la viga que trae en su ojo el gobierno panista de Baja California. Si en algún lugar del país los gobiernos federales a cargo del PAN en los últimos 12 años ensayaron el uso electoral de la política social fue precisamente en Baja California. El inflado de padrones, la entrega selectiva de apoyos, el cruce de padrones de beneficiarios gubernamentales con el de afiliación al PAN, así como otras prácticas nada ortodoxas, tienen años de aplicarse en Baja California y nadie dice nada.

Desde el siglo XIX, Baja California ha estado en la mira de los filibusteros de toda ralea, que la ven como una moneda de cambio. Desde las propuestas de venderla para pagar la deuda externa, hasta las solicitudes de políticos y congresistas norteamericanos para comprarla al gobierno de México, “porque en manos de los mexicanos nunca va a desarrollarse” según argumentó en 1919 el senador Henry F. Ashurst ante el Capitolio (ver Archivo Histórico Genero Estrada, Secretaría de Relaciones Exteriores, México, DF, expediente 17-16-143).

Hoy el filibusterismo es político y busca reducir la entidad a una ficha de casino donde los términos de la transacción son muy claros: “No me quites Baja California; déjame seguir gobernándola y a cambio tendrás mis votos para aumentar el IVA y vender Pemex”. Esta perversión filibustera corre a cargo esencialmente de las facciones dominantes en el PRI y en el PAN, a quienes secundan sus respectivos aliados en esta elección.

La última palabra la tiene la ciudadanía y no el filibusterismo político. La dignidad y la grandeza de los bajacalifornianos exigen no ser gobernados más tiempo por ninguno de estos piratas de la política. Ni el PRI, ni el PAN son la opción. Por ello, Movimiento Ciudadano lanzó una opción al margen de ellos y se resistió a ser absorbido por la dinámica de la polarización filibustera.

Siguiendo el sabio consejo popular “más vale solo que mal acompañado”, MC postuló a un auténtico bajacaliforniano, Felipe Ruanova Zárate, quien postula que Baja California debe ser gobernado por los ciudadanos, no por los corsarios, mercachifles y vendepatrias de todos colores y siglas.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter: @ricardomonreala

No hay comentarios:

Publicar un comentario