Por Gilberto Lavenant
El día de ayer, Andrés Manuel López Obrador señaló lo que, según él, son los diez fundamentos para invalidar la elección presidencial. Como segundo fundamento, refiere el del manejo de encuestas en medios de comunicación, presuntamente para hacer propaganda a favor de Peña Nieto, y anunció que presentarán un estudio de cómo se “falsificó la realidad”.
Esto no es nuevo, se empezó a manejar a partir de que se percataron que los números de los votos les resultaban desfavorables. A partir de ese momento empezaron a especular sobre las posibles causas de la derrota del “peje”. Como la simple duda ofende y sabedor de aquello de que : “el que calla, otorga”, a partir del día 10 de julio, Roy Campos, Director General de Consulta Mitofsky, empezó a hacer un detallado análisis respecto al papel que jugaron las empresas encuestadoras en este proceso electoral, respondiendo a las múltiples acusaciones que se les hacen. Precisamente ayer, Campos nos hizo llegar el enlace para conocer el contenido de sus reflexiones, que empezaron a publicarse en el periódico El Financiero, este martes. Dice Roy que a raíz de la elección del 2012 en México, de las encuestas preelectorales, de la impugnación en la que por primera vez se les acusa de haber participado como una especie de “complot” para influir en el votante y de ser cuestionadas por haber publicado resultados lejanos a los que se generaron por quienes decidieron emitir su voto, se propuso escribir una serie de textos genéricos, no relacionados con el proceso mexicano y muchos de ellos ya antes escritos por él, pero que todos pueden fácilmente relacionarse. Campos decidió dividir sus reflexiones en varias secciones, tales como la influencia, los medios, la relación con los políticos, la relación con quien paga, su influencia en el elector, su credibilidad, su capacidad para pronosticar, su papel en la estrategia, su metodología y algunas otras cuestiones. Anuncia que todos los textos, basados en frases y oraciones simples que no requieren explicaciones, formarán parte de un texto completo que en el futuro publicará. Inicia pues con algunas reflexiones sobre la afirmación, difundida y aceptada por muchos, de que la difusión de encuestas tiene como efecto un cambio de preferencia en el ciudadano. Explica que “…Hay dos corrientes muy difundidas, incluso en la academia. Una afirma que no tienen mayor efecto y que no hay prueba contundente de ello. La otra pretende demostrar, con ejercicios de simulación (a veces no electorales) que el efecto existe y que tiene dos vertientes: (a) bandwagon, que consiste en incentivar al ciudadano a votar como lo hace la mayoría, y (b) underdog, que argumenta que se genera un movimiento para apoyar a quien parece ser el competidor débil, para igualar la contienda o evitar que gane el poderoso. Cada quien que decida cuál es su postura”. Primero observa que si se acepta que la difusión de encuestas tiene influencia en el resultado de una elección, se debe aceptar que la no difusión también lo hace. Una, porque provocaría cambios, y otra, porque los evitaría. Una con información y otra con ignorancia. Señala que es preferible la influencia con conocimiento, pues esto llevaría, aunque sea en parte, y si ese fuera el caso, a un voto razonado. Otra opción o posibilidad, la de difundir una encuesta falsa, considera que es absurdo, pues si lo que reporta no está presente en la población, tampoco va a aparecer sólo porque lo diga la encuesta. Advierte que las encuestas aproximan lo que ya existe en la población y eso no cambia ni con mediciones buenas, ni con malas. Por cuanto a una de las asveraciones más insistentes, Campos señala que no hay evidencia de que la publicación de encuestas influya en el votante, pero que si así fuera, se debe respetar la decisión de cada ciudadano, al querer dar utilidad a su voto, sea para que gane su candidato, para que no gane otro, para mantener el registro de un partido o incluso se debe respetar su decisión de no votar. Comenta que todas son decisiones racionales, por lo que debe pelearse por más y mejores encuestas, pero no caer en la equivocación de querer prohibirlas. Refiere lo de la prohibición, porque seguramente más de uno ha de haberse pronunciado por ello. Reflexiona y dice que dentro de las muchas cosas que podrían influir en un ciudadano, para decidir su voto, las encuestas son por mucho las menos importantes, que no pueden competir con candidatos, campañas, spots, regalos, costumbres, familia, amigos, etcétera. Observa que también hay analistas, que al mismo tiempo argumentan que las encuestas “influyen” en el elector y que también “deben pronosticar”, pero advierte que quienes así lo consideran, no se dan cuenta de la gran contradicción en su razonamiento. Lo aclara diciendo que la inducción del voto, a través de la publicación de encuestas, es más un mito que está presente en la mente de los políticos, que poco hay de realidad en ello y al respecto manifiesta : “…olvídenlo, una imagen sucia no se lava con encuestas y una buena imagen no se ensucia sólo porque se publiquen resultados falsos”. En un análisis más amplio al respecto, Campos señala que hay quienes pretenden ver a las encuestas como oráculos y ahora hasta las acusan de ser responsables de publicidad, de fraude y por ende hasta de triunfos y derrotas. Y apunta un factor especial que vino a dar al traste con los resultados de las encuestas : el abastencionismo. Los más de 40 millones de mexicanos que quizás pensaban votar, pero que a la hora, de la hora, se abstuvieron de hacerlo. gil_lavenants@hotmail.com
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