Por Ciro Gómez Leyva
Si hay una relación difícil de probar hoy día es la de la familia Hank Rhon con el mítico Grupo Atlacomulco.Carlos Hank Rhon, el hijo bueno del profesor Carlos Hank González, quiso ser candidato del PRI al gobierno del Estado de México en 2005. Pero el Grupo Atlacomulco se le cruzó en el camino, organizó una enredosa competencia y se la jugó con un joven desconocido, pero más prometedor: Enrique Peña Nieto.
Carlos carece desde entonces de peso político, si es que alguna vez lo tuvo.
Jorge Hank Rhon, el hijo malo, el de los casinos y los guaruras, el que “todos saben que mandó matar a un periodista”, el impresentable presidente municipal de Tijuana, el derrotado candidato al gobierno de Baja California, es el último priista con el que se quisiera asociar la élite de Toluca.
Que lo defiendan de oficio Humberto Moreira, por amistad Emilio Gamboa y uno que otro desorientado tricolor. Que lo defiendan sus abogados, no el equipo del hombre que está a cuatro domingos de arrasar en la elección local y a cinco de comenzar, con una sustanciosa ventaja, la carrera de un año por la Presidencia de la República.
Sería un sinsentido, y un grave error, asumir la defensa política de uno de los personajes con peor imagen pública en el país. De ahí la pregunta de si la detención de Jorge Hank Rhon es el golpazo del gobierno federal y el PAN para, por lo pronto, cerrar números en el Estado de México.
Enrique y Eruviel deben haber descorchado una botella de champaña el sábado en la noche. La tolvanera del caso Jorge Hank Rhon disipa otro “golpazo” en junio. Y, por tanto, amarra el triunfo del 3 de julio.
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