Por Gilberto Lavenant
Los políticos, quisieran que los periodistas no existieran. Obviamente cuando el trabajo de éstos, les refiere en forma negativa, o resalta acciones o actitudes, contrarias a la ley, a la ética y a las buenas costumbres.
Porque cuando la referencia les exalta, les proyecta, les ubica en posiciones quizás inmerecidas, o les adjudica méritos o atributos de los que carecen, pues, lógicamente, se sienten afortunados de que existan los periodistas.
Obviamente, los conflictos surgen entre políticos y periodistas, cuando el trabajo de éstos les refiere en forma negativa. Entonces estallan e iracundos buscan la forma de vengarse, tratando de que se sancione al atrevido periodista y sobre todo para que deje de expresarse respecto a las conductas indebidas del personaje aludido.
De inmediato, consultan a sus asesores legales y éstos les indican que en el Código Penal están previstas las figuras de la difamación y calumnias. Obviamente, no les dicen, que a nivel nacional se están generando criterios jurisdiccionales, en el sentido de que el trabajo periodístico, no dá lugar a la comisión de dichos delitos. Por lo tanto, quien pretenda que se castigue a los periodistas, bajo las figuras de difamación y calumnias, está incurriendo en una acción sumamente reprochable, condenable, censurable y malévola, que es la represión y combate a la libertad de expresión.
Los periodistas, no incurren en la comisión de los delitos de difamación y calumnias, porque su trabajo lo realizan de manera profesional y cotidiana, buscando siempre que impere la razón y la justicia, que la sociedad viva en las mejores condiciones y que se rechacen y condenen conductas indebidas como la corrupción, la prepotencia, la deshonestidad en general. En especial si se trata de individuos relacionados con la política, que han ocupado o posiblemente ocupen cargos públicos, y que con tales actitudes, pueden lesionar a la sociedad que gobiernan o puedan llegar a gobernar.
Los periodistas no incurren en los delitos de difamación y calumnias, porque no actúan con dolo, o sea con la intención de causar un daño personal y directo al personaje aludido, al que muchas de las veces ni conocen personalmente. Las referencias, en la mayoría de los casos, surgen en base a denuncias que se reciben, algunas de manera anónima o abiertamente por parte de los afectados.
Las presuntas víctimas, de los personajes que se dicen difamados o calumniados, se sienten avasallados por el poder económico de éstos, por sus influencias políticas, que les permiten manipular las instituciones públicas, para frenar los procesos que les resulten perjudiciales y para impulsar aquellos que sean a favor de sus intereses. Situaciones estas que se requiere ventilar públicamente, porque en un sistema de derecho, es repugnante que existan, lo que sólo se puede hacer con la intervención de los periodistas. Al sacarlas a la luz pública, se supone que los protagonistas de actos indebidos, deberán abstenerse de incurrir en ellos. Se supone.
Dicen que el que nada debe, nada tema, pero también dicen que la verdad no peca, pero incomoda. Sobre todo, incomoda a aquellos personajes, acostumbrados a manejarse con una doble moral. Públicamente son carismáticos, amables, generosos, pulcros y eficientes. Pero tienen un lado oscuro, en el que son cochinos, manipuladores, tramposos, deshonestos.
Quienes se incomoden por las alusiones periodísticas, deben acudir a los medios periodísticos en los que se les alude, para que aclaren situaciones. Esto, si es posible aclararlas y se acredita fehacientemente que lo publicado, no es cierto. Seguramente los medios o el periodista, darán a conocer las aclaraciones recibidas. Los periodistas no son sus enemigos. Los periodistas no ganan, ni pierden, en los asuntos que refieren en su trabajo periodístico, por la simple razón de que no son parte legítima en los mismos. Hoy refieren unos y mañana otros más, quizás totalmente diferentes unos de otros.
Vale la pena comentar todo esto, debido a un caso concreto, que se ventila penalmente, en principio al nivel de averiguación previa, relacionado con un trabajo periodístico, en el que aparece como aludido y por lo tanto presuntamente difamado y calumniado, el empresario y político tijuanense, Javier Octavio Corona Flores.
El trabajo periodístico, presuntamente difamante y calumniante, es el contenido en la columna Cicuta, del periodista Jaime Flores, que bajo el título “Braguetazo”, apareció publicada en la edición del miércoles 4 de agosto del 2010, en el periódico El Mexicano.
Pues resulta que Octavio se sintió incómodo, por las referencias que se hizo respecto a él en Cicuta, en las que se le menciona involucrado o como protagonistas de actos indebidos y deshonestos, relacionados con instituciones públicas, aparentemente manipuladas de su parte, en su beneficio. Si no la leyeron, el autor de Palco de Prensa, se compromete a reproducir el texto de “Braguetazo”, mañana mismo, para que quienes la lean, determinen si en dicho trabajo periodístico existe dolo o simple y sencillamente se ventiló públicamente actos indebidos. Sólo falta que esto de lugar a que el aludido empresario y político, pretenda enderezar sus acciones o reclamos legales, también en contra del autor de Palco de Prensa. Ni modo, como dicen por ahí, “son los gajes del oficio”.
El problema, para Octavio, es que tendrá que emprender acciones legales contra muchos otros periodistas, que le han “difamado” o “calumniado”. Que le pregunte a Goggle, quien es Octavio Corona Flores, y de inmediato aparecen las diferentes referencias que se han hecho de dicho personaje, en diversos trabajos periodísticos. Luego haremos referencia a ellas.
Está claro, que la verdad no peca, pero incomoda. El trabajo periodístico, también incomoda, pero de ninguna manera difama o calumnia, No es esa su intención o propósito.
gil_lavenants@hotmail.com
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