Por Teresa Gurza
Prácticamente todos los mexicanos sabemos donde queda; y políticos, visitas distinguidas, niños aplicados y periodistas la conocemos por dentro, aunque no completa.
Su terreno está amurallado y custodiado por decenas de militares; tiene laguitos, jardines y fuentes y edificios de diversos tamaños y alturas, para la residencia familiar y las oficinas donde los presidentes despachan cuando no van a Palacio Nacional.
Su historia relata que en 1550, tras la conquista, había ahí solamente un triturador de trigo que como pertenecía a la corona española se llamó Molino del Rey.
Siglos después, parte de la propiedad llegó a José Pablo Martínez del Río, un rico doctor panameño; cuyo descendiente Pablo Martínez del Río fue casi cien años más tarde, estimadísimo profesor de Historia en la UNAM.
En 1870 esa familia levantó ahí La Casa Grande; construcción que el sitio oficial de la presidencia de donde saqué estos datos, describe como “chalet estilo inglés con caminos franqueados por árboles”; y se le puso Rancho La Hormiga.
Yo recuerdo que en los años 50s, mi abuelito nos llevaba ahí a andar en bicicleta.
Pero regresando a la historia, cuando Maximiliano ordenó construir el Paseo de la Emperatriz para unirlo con el Palacio Nacional, La Hormiga quedó en un punto estratégico.
Al restaurarse la República, se rebautizó como Paseo de la Reforma; y el Castillo se convirtió en residencia oficial de los presidentes mexicanos.
Años más tarde, en 1916, al buscar el gobierno un inmueble cercano al Castillo para que el presidente tuviera a mano a su personal de más confianza, el presidente Venustiano Carranza expropió las tierras de La Hormiga a Nicolás Martínez del Río.
El primer funcionario federal en habitar el lugar con todo y familia, fue el general Álvaro Obregón, Secretario de Guerra y Marina en el gobierno carrancista.
Martínez del Río interpuso recursos legales para recuperar la propiedad; en 1918, una autoridad judicial enajenó el predio y en 1923, tras un juicio testamentario, el entonces presidente Álvaro Obregón autorizó que se le comprara la finca.
Y se fueron construyendo caballerizas, una alberca, frontones, el stand de tiro y el Campo Marte.
El uno de diciembre de 1934 llegó a la Presidencia el general Lázaro Cárdenas del Río, quién decidido a no vivir en el Castillo por considerarlo ostentoso, dio ordenes de convertirlo en un museo al que tuviera acceso la gente.
Y eligió para vivir La Casa Grande del rancho La Hormiga, que actualmente se llama Casa Lázaro Cárdenas, y le gustó por estar dentro del Bosque; se mudó un año después, con su esposa Amalia y su hijo Cuauhtémoc.
Pensando que no era apropiado llamar La Hormiga, a la residencia del presidente de México y para a la vez cumplir la promesa que hizo a doña Amalia de poner a su casa el nombre de la huerta de Tacámbaro, Michoacán, donde se conocieron, el general le puso Los Pinos.
Manuel Ávila Camacho, fue el segundo presidente de la República en vivir en los Pinos.
El siguiente, Miguel Alemán Valdés, hizo cambios radicales al lugar donde viviría con su esposa Beatriz Velazco y sus tres hijos; Miguel, Beatriz y Jorge.
Edificó una mansión estilo francés de 5 mil 700 metros cuadrados y tres niveles que hoy es la Casa Miguel Alemán: pero como su construcción demoró cinco años, la familia presidencial sólo pudo disfrutarla uno, porque en 1952 finalizó ese sexenio.
El presidente Adolfo Ruiz Cortines tardó casi un año en mudarse a Los Pinos con su segunda esposa María de los Dolores Izaguirre; contrario a la ostentación, ordenó construir una casa modesta que actualmente lleva su nombre y exhibe los retratos de los presidentes que han vivido ahí desde 1934.
Adolfo López Mateos nunca se cambió a Los Pinos, siguió en su casa de San Jerónimo.
Los siguientes presidentes priistas de México, y sus respectivas familias habitaron la Casa Miguel Alemán; todos le hicieron cambios.
En 2000 el panista Vicente Fox Quesada dejó la Casa Miguel Alemán para despacho, salas de juntas y oficinas; y vivió con su esposa y cuatro hijos, en una de las cabañas.
Calderón y su familia eligieron otra de las cabañas.
Y ahora el presidente Enrique Peña Nieto, su esposa e hijos, volverán a la residencia tradicional de los priístas, la Casa Miguel Alemán; y en la Lázaro Cárdenas, estará el despacho presidencial.
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