Por Teresa Gurza
Adolfo Sánchez Rebolledo, Fito, acaba de cumplir 70 años.
Motivo más que suficiente, para que un pequeño grupo de sus muchos amigos decidiera homenajearlo haciendo un libro en el que plasmaron lo que en sus vidas han significado la amistad y el ejemplo de este socialista culto, solidario, cariñoso, congruente, simpático, divertido, excelente escritor y periodista y sobre todo, magnífico amigo.
Cuando hace ya casi cuatro décadas conocí a Fito, yo pensaba que todos los socialistas revolucionarios eran personas meditabundas y tristes que privilegiaban “la camaradería” sobre la amistad y me encantó advertir que él no era así.
Y tiempo después que tampoco los otros “mapaches” lo eran; y que eso no les quitaba seriedad política y compromiso social.
Es difícil encontrar seres humanos con tantas cualidades como Fito; cualidades que sus amigos describieron en esos 25 artículos que forman el librito que le regalaron.
“Con los años ha quedado manifiesto que Fito, ha sido una voz y una referencia obligada”, escribió Pepe Woldenberg.
Agrega, que de él aprendió más en charlas informales y comidas “que en los cursos universitarios y los largos y laberínticos debates de la izquierda”.
Para Rolando Cordera la compañía de Fito además de crucial, constituye “una hermandad entrañable y vital que encontró en la complicidad política e intelectual, el mortero para fraguarla y volverla interminable”.
Fito es un ser apasionado, “todo lo enfrenta como si el mundo se fuera a acabar mañana”, dice de él Eugenia Huerta.
Y Jorge Javier Romero asienta que es uno de los espíritus más libres que ha conocido; y que aunque nunca ha dado clases en aulas “ha sido uno de mis principales maestros de vida…”
“Adicto al difícil acto de la congruencia”, lo definió Luis Enrique Giménez Cacho.
“Clarifica las cosas y aporta sensatez política en el ruido mediático” sostiene con muchísima razón, Enrique Provencio.
Para mí, haya estado donde haya estado, abrir La Jornada cada jueves para leer su artículo de la semana y rogar en mi interior para que lo lean los funcionarios del gobierno y los partidos, ha sido un ritual siempre lleno de sorpresas y admiración por la forma como enfoca los temas de la contingencia y la sencillez con la que los explica.
Y lo mismo me sucede los domingos con su Correo del Sur, ese interesantísimo y agradable a la vista suplemento de La Jornada Morelos, del que sólo lamento que circule tan poco; y en el que Fito vuelca intereses y apasionamiento por el buen periodismo y para el que semana tras semana busca con denuedo temas, artículos y fotografías.
A todas las cualidades y sentimientos que ha inspirado Fito; a su compromiso sin claudicaciones con sus ideas de izquierda; yo añado su entereza para enfrentar sin quejas y hasta con el entusiasmo que lo caracteriza, la necesidad de recurrir al oxígeno permanente.
Necesidad de la que me siento un poco responsable porque varias veces lo acompañé al pueblo michoacano de Capula, a comprar el barro con que el modelaba esas frondosas sirenas que luego horneaba en su cocina como si fueran pan, aspirando los humos que tanto afectaron su ya mala condición pulmonar.
Además de todo lo que significa en la política, Fito es sabio en muchos temas del diario vivir; goza con todo lo relacionado con la naturaleza; tiene un jardín precioso y puede identificar pájaros y aconsejar sobre el cuidado de las plantas.
Pero sin duda una de sus principales cualidades es el genuino interés que muestra por sus amigos y la defensa a raja tabla que de todos ellos hace, aunque en algunos casos piense yo que no la merecen.
Y algo que le agradezco muchísimo es su comprensión y cariño, primero cuando en un telefonazo desde Chile le presenté a Matías.
Luego por la amistad que siendo políticamente de ideas tan diferentes, lograron; y después, porque cuando en noviembre pasado regresé agobiada y llorosa por la muerte de Matías, me llamaba a cada rato para ver como iba y como había sorteado esas fechas tan difíciles para quien ha tenido pérdidas recientes, como son la Navidad y el Año Nuevo.
Por eso y por mucho más a él y a Carmen, desde aquí les doy las gracias.
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