domingo, 10 de julio de 2011

Sobre extorsión y chantaje

Por Aquiles Córdova Morán
Dirigente Nacional del Movimiento Antorchista
Por cuestiones de agenda, redacté mi colaboración anterior el lunes 27 de junio, horas antes de que los antorchistas levantaran su campamento de casi 50 días frente a Gobernación federal, tras alcanzar un acuerdo mínimo con Sedesol y Hacienda, y el compromiso de la misma Secretaría de Gobernación de garantizar su cumplimiento.
Básicamente por eso, no pude ocuparme de lo que apareció en los medios ese día y en los días siguientes. Hoy lo hago por las razones que el lector hallará al final de este trabajo. Comienzo con lo que dijo Ciro Gómez Leyva en su noticiario nocturno del martes 28 de junio: hizo un resumen, a su modo, de “un comunicado” de prensa que, según él, “firma el propio Aquiles Córdova”, en el cual “el Movimiento Antorcha Campesina exige al grupo MILENIO que frene los ataques infundados (el subrayado es mío, ACM) contra ese Movimiento…”, y que “si algo le sucede a su persona, será MILENIO uno de los principales responsables…”. Terminada la reseña, Ciro dio su opinión, primero a título personal y luego a nombre de la empresa: “A título personal ratifico: Antorcha Campesina es una organización con más de 30 años de vida, muy conocida, es una organización de extorsión política…”, reiteró. Pero esto, como se ve, no pasa de ser la convicción personal de ese señor, puesto que no se acompaña de hechos ni razonamiento alguno que le den mínima validez. Por tanto, no puede ser aceptada, sin más, como verdad indiscutible, tal como su autor implícitamente pretende. Estamos ante una calumnia absolutamente infundada, como afirma el “comunicado” citado por Ciro.



Luego dijo: “Ellos hacen movilizaciones, presiones, plantones para exigir una sola cosa, que es lo que pide toda la vida Antorcha Campesina: recursos públicos para ellos, para sus líderes…”; y tras conceder de mala gana que ayudamos “en alguna gestión social” y que hacemos “algunas viviendas”, afirma categórico: “pero (el dinero) es para ellos, lo ratifico”. ¿Así nada más, por los puros pantalones de Ciro Gómez Leyva? ¿No es ésta otra calumnia totalmente infundada que, arrogantemente, Ciro se abstiene de demostrar, él, que tanto declama sobre los “derechos de terceros”? ¿No es nuestro derecho elemental, como terceros perjudicados en el caso, exigir pruebas a quien nos acusa? ¿Y no es obligación legal del acusador satisfacer este derecho nuestro? Creo que ya es hora de que los miles de antorchistas beneficiados con la lucha contra Sedesoly Secretaría de Hacienda y Crédito Público, se planten ante MILENIO para pedirle respetuosamente a Ciro dos favores: 1.- que salga a explicarles su condición de borregos manipulados por los corruptos líderes de Antorcha para su enriquecimiento personal, pues es obligación moral de ese señor liberarlos de semejante yugo; 2.- que les entregue las pruebas documentales de todo el dinero que tales líderes se han embolsado, para poder llevarlos ante la justicia. Eso sí, llegados a ese punto, los antorchistas no se retirarán con la manos vacías.



En seguida, Ciro habló por la empresa. Lo que MILENIO “ha denunciado es el absoluto desprecio que tiene ese grupo por los cientos de miles de personas que transitan y que se tienen que mover por el centro de la ciudad…”. La verdad, escribió alguna vez Víctor Hugo, siempre excluye lo extremoso, las exageraciones desmesuradas que sólo la debilitan y la hacen parecer ridícula y poco creíble. ¿De veras el campamento antorchista afectó a “cientos de miles”? ¿Toda la Ciudad de México transita diariamente por el lugar donde se instaló el plantón? Y ¿cómo supo Ciro Gómez del “absoluto desprecio” por esos cientos de miles? ¿No cabe ninguna otra explicación de la conducta de los inconformes? ¿Sabe leer el pensamiento, o por lo menos las entrañas de las víctimas sacrificiales, como los arúspices de la antigua Roma? ¿No es patente, acaso, que tan burda exageración sólo busca agigantar el delito para agigantar el castigo a los “delincuentes”? Y tampoco es verdad que MILENIO sólo haga lo que Ciro dice; hace algo más, y es acusarnos, sin ningún fundamento, de “chantajistas” y “extorsionadores”, como lo pruebo fehacientemente en mi artículo anterior. Ciro remata: “…y nos parece un error de primaria” (¿error de primaria? ¿Por qué? Aquí no se discute la madurez intelectual de nadie, sino lo que en lógica se llama implicación necesaria de la conclusión en las premisas de que se parte, que por cierto, no son las que Ciro dice, como probaré adelante) “y además de una cobardía brutal” (el burro hablando de orejas) “ese recurso (…) de que si algo le pasa (…) al extorsionador mayor” (otra vez el insulto crudo e infundado, arrogancia y desprecio por la integridad moral ajena), “al señor Aquiles Córdova, va a ser responsabilidad de MILENIO, es decir, por escribir unos artículos, por hacer unos comentarios en televisión, están en riesgo los extorsionadores…”. Pues ya que hablamos de “errores de primaria”, permítame, señor Ciro Gómez, ayudarle a entender: la “responsabilidad” que yo atribuyo a su empresa no es “por escribir”, sino por lo que escriben; y tampoco los culpo “por hacer comentarios” en televisión, sino por el contenido de esos comentarios, por injuriar y difamar con saña y cobardía, sabiendo que eso es legitimar el crimen de quienes amenazan mi vida y la de otros dirigentes antorchistas.



Dos comentarios más. 1.- Es una mentira total eso del “comunicado” firmado por mí. Niego rotundamente que exista tal cosa y añado que, a juzgar por el resumen de Ciro, o bien se refiere a mi discurso pronunciado ante más de 40 mil antorchistas poblanos, el domingo 26 de junio; o bien a mi artículo del lunes 27, al que me acabo de referir. El detalle en sí no tiene mayor importancia; pero sí la tiene como una prueba más de la honestidad intelectual de Ciro. ¿Será acaso más escrupuloso en cuestiones de mayor trascendencia? Pero lo que ya no es tan irrelevante es la mención que hace de mis razones para responsabilizar a MILENIO por mi seguridad. En mi artículo anterior se encuentra claramente asentado que mi queja fue motivada por la persecución policiaca y la malévola publicación de detalles de mi actividad personal por ciertos reporteros de MILENIO Puebla. Y resulta sumamente sospechoso que Ciro Gómez calle este detalle y tergiverse mis argumentos. ¿No indica eso que aprueba el trabajo de soplones de sus compañeros?



Sigo. El jueves 30 de junio, en su espacio radiofónico vespertino, Ciro entrevistó al director adjunto de la oficina del secretario de Sedesol, Raúl Ibáñez. A pregunta expresa, el funcionario contestó: “Pues mire, la negociación original, que ya se lo había comentado la vez pasada, se sostuvo; y ahora lo que se apoyó es a un municipio en específico, que es el municipio de Tlanchinol, en el estado de Hidalgo. En realidad, lo que hicimos es garantizar que los recursos bajen a la demanda social, que es en realidad la responsabilidad que nosotros tenemos”. De pronto, pareció otro Ciro el que comentó: “Y ahora, si es tan sencillo, subsecretario, ¿por qué se toman siete, ocho semanas? (…) ¿Por qué se tardan tanto en llegar a un acuerdo así?” Ibáñez se escurrió por la tangente dando a Ciro por el lado que oye: “Mire, la verdad es que es un mecanismo de presión que debería estar desmodado” (¿Desmodado? ¿No es frivolidad imperdonable hablar así de un derecho ciudadano?). Ciro admitió la elusión y, olvidando su pregunta, se lanzó con todo contra las marchas y manifestaciones públicas; volvió a calificarlas, con renovado brío, de “chantaje”, “extorsión”, “atropello a los derechos de terceros” y luego arremetió contra los “líderes corruptos y chantajistas”. Ibáñez se despidió reiterando dos cosas: “Es una molestia para la sociedad y, por otro lado, es un mecanismo de presión que no debería de estar”; y “Yo sí, lo que le puedo garantizar, es que los recursos para cubrir la demanda social, evidentemente nosotros vamos a cuidar que se bajen en forma correcta, y nada indebido y de manera transparente”. Ya solo con sus patiños, Ciro rugió: “Si un gobierno (es) democrático, lo primero, y fuerte y con confianza en sí mismo, lo que debería de decir: señores, para sentarse a la mesa levanten su plantón. Punto. Claro, para eso significaría que tienes una policía que impida el plantón, etc.; pero si se instalan y cuando están en plantón tú aceptas que se sienten a tu mesa de negociación, estás perdido”. Y antes de ir a corte, gritó al micrófono: “¡Aquiles, son un grupo de extorsión política!”. Ése es Ciro Gómez Leyva.



Esta entrevista aclara dos cosas importantes. Primera: que los recursos públicos destinados a obras y servicios de interés social, siempre han sido manejados y vigilados de acuerdo con la normatividad correspondiente, por los distintos niveles de gobierno. Esto, que siempre se había manejado por los funcionarios de manera confusa y dejando la puerta abierta para suposiciones arbitrarias y acusaciones malévolas de gente de los medios como Ciro Gómez, hoy Raúl Ibáñez se esmeró en puntualizarlo y reiterarlo de modo indudable. Ésta es una prueba de que los gobernantes ya entendieron que las falsas y reiteradas acusaciones de los “Ciros y Cia” los perjudica también a ellos, pues los coloca ante la disyuntiva de aceptar que son débiles e ingenuos o, peor aún, cómplices de los chantajistas, puesto que se sientan a dialogar con ellos y resuelven sus demandas. Para eludir su obvia responsabilidad en las manifestaciones públicas de descontento, y en la prolongación de protestas que molestan a la ciudadanía, se ven en la necesidad de cometer el ilícito de criminalizar un derecho consagrado por la Constitución, llamándolo “mecanismo de presión desmodado”, ya que de otra manera tienen que reconocer que son ellos quienes se niegan a negociar pacíficamente y sin presiones; y cuando lo hacen y toman acuerdos, los incumplen y se burlan de la palabra empeñada. Por eso se ven obligados a dialogar cuando el plantón ya está instalado, como les echa en cara Ciro.



De este primer punto, por fin aclarado por quienes siempre tuvieron la obligación de hacerlo, se sigue el esclarecimiento de la segunda. En efecto, si los dineros públicos destinados a obra social siempre han sido manejados y supervisados por los tres niveles de gobierno, y si la ejecución de las obras mismas también está en sus manos, de ello resulta que los antorchistas dicen verdad cuando afirman que nunca han recibido un solo peso del erario de la nación y, por tanto, malamente pueden embolsarse sus líderes un recurso que nunca llegó a sus manos. Por tanto, queda demostrado, también por esta vía, que las reiteradas acusaciones de “chantajistas” y “extorsionadores” con que a cada paso los bautiza Ciro Gómez Leyva, no pasan de ser viles calumnias, sucios infundios y soeces injurias de gentes sin ningún escrúpulo profesional y sin el mínimo respeto por la integridad física y moral ajena. Y si Ciro Gómez Leyva y su club de genios liliputienses tuvieran un adarme de honestidad intelectual, a partir de las declaraciones de Raúl Ibáñez ya habría revisado y enmendado su comportamiento mediático hacia ciudadanos mexicanos que no han cometido otro crimen que hacer uso de un derecho constitucional y que, para colmo, nada les han hecho y nada les deben a esos señores empingorotados. Pero eso es tanto como esperar que llueva de abajo hacia arriba.



Ya sólo para completar el elenco, citaré a otro ejemplar del establo de MILENIO, el perfumado Oscar Mario Beteta, quien, en su artículo en MILENIO del 30 de junio escribió: “Homero Aguirre, líder de Antorcha Campesina en el Distrito Federal, y su amo Aquiles Córdova (no falla: los pigmeos intelectuales y morales, por exigencias de su propia autoestima, tienen que pensar necesariamente que no están solos en el mundo, sino que todos somos como ellos), le han tomado la medida a todas las autoridades. ¿Hasta cuándo dejarán hacer sus fechorías a esa bola de corruptos y extorsionadores? Una exigencia prioritaria que se debe hacer a quienes compitan por el gobierno del DF y que deberán cumplir (con o sin notario) es que reglamenten las marchas y se evite el atropello a los demás”. Es el mismo odio visceral contra la lucha de los descamisados del país; la misma impunidad grosera y cobarde calcada del maestro de todos: Ciro Gómez Leyva. El simplón de Beteta ni siquiera se da cuenta de que, al demandar la reglamentación de las marchas, acepta implícitamente que están ya legalmente reconocidas en la Constitución General de la República, pues sólo una ley existente puede reglamentarse. El delito, pues, no es de quienes hacen uso de ese derecho, sino de los “Betetas” que lo condenan y exigen histéricamente cárcel y represión par los inconformes.



Concluyo. Nada nuevo hay en estos exabruptos y majaderías de los “intelectuales” de MILENIO; ni nada original tengo que decir sobre tales especímenes. ¿Por qué, entonces, otro artículo sobre el mismo asunto? Me explico: a estas alturas ya está muy claro que no son el rigor lógico, ni los hechos y argumentos cuidadosamente sopesados, ni la invocación de la legalidad vigente (al menos hasta hoy), ni las cifras duras sobre la escandalosa e inocultable desigualdad social que padecemos, las armas que van a sacar de su error a quienes han caído en él voluntaria e interesadamente. Ellos han llegado a donde están no volando como las águilas, sino arrastrándose como los gusanos. Sería, pues, una absoluta tontería de mi parte desvelarme por lo que digan los Ciro Gómez, los Jairo Calixto o los Néstor Ojeda; sería como arrojar margaritas a los puercos. Yo no combato contra MILENIO y su Liliput intelectual, sino contra la pobreza, la desigualdad y la injusticia; escribo para el hombre de la calle, para el modesto y laborioso ciudadano común, víctima cotidiana del injusto estado de cosas que prevalece. Es a ellos a quienes busco demostrar la honestidad, honradez y sinceridad política de los antorchistas; es su derecho a defenderse en las calles de los atropellos y abusos de los poderosos y de sus espoliques mediáticos, lo que yo defiendo; a ellos es a quienes pretendo probar la bajeza moral e intelectual de quienes nos atacan con tan viles armas. Si logro algo de esto, México estará en el camino del gran salto adelante que necesita. No aspiro a nada más, pero a nada menos. Vale.

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