Por Gilberto Lavenant
Ayer jueves 23 de Junio, en el Castillo de Chapultepec, en la ciudad de México, un sitio simbólico de las luchas mexicanas, por fin se llevó a cabo el llamado “Diálogo por la paz” entre el Presidente Felipe Calderón y las víctimas de la narcoguerra, encabezadas por varios luchadores sociales, entre ellos el poeta Javier Sicilia.
Pero esto no fue propiamente un diálogo. Dialogar implica intercambiar puntos de vista. Uno expresa y el otro escucha. El otro responde y su interlocutor escucha. Una mecánica a base de intercambio de ideas, que permita encontrar consensos y posibles soluciones.
Lo de ayer, fue sólo una intentona frustrada de Calderón, de lograr reconocimientos, por “arriesgarse” a enfrentar a las víctimas de su narcoguerra, que ya se sabía le harían serios y múltiples reclamos. Y el Presidente, “desarmado”, sin más defensa que su discurso político, adoptando poses de “héroe” incomprendido.
La gente de Sicilia, no iba precisamente a dialogar con Calderón. Mejor dicho, fueron a echarle en cara el alto costo, en vidas humanas, de su fallida narcoguerra, a reclamarle que cambie la estrategia, a gritarle de frente sus dolores por las heridas abiertas en sus corazones, a exigirle que pida perdón por las 40 y tantas mil víctimas.
Calderón, por su parte, quizás en un principio llegó a pensar en que que todo sería “pan comida”. Como candidato, había recorrido el país y con apuros convenció a muchos mexicanos de que sus propuestas eran factibles de realizar. Pensó que unos “ungüentos de pomada El Rollo”, podrían aliviar, al menos en parte, el dolor de tantos mexicanos. Al menos de aquellos que en representación de muchos otros, participaron en la Marcha Por la Paz.
El Jefe del Ejecutivo del país, se defendió como “gato bocarriba”, aunque tuvo que reconocer que hacia “lo que podía”. Aún así, tuvo la osadía de tratar de verles caras de tontos a quienes le fustigaban. Cuando Sicilia le exige que pida perdón por las 40 y tantas mil víctimas de su narcoguerrea, dice que no puede pedir perdón por los narcotraficantes fallecidos.
Y pasó lo que nadie se lo imaginaba. El “caso Hank”, fue tema del “diálogo”, cuando le espetaron a Calderón su fallida intentona de enviar a prisión al priísta. Felipe se defendió, reconoció que había sido una pifia, y de refilón lamentó el apoyo que varios obispos le manifestaron a Hank, de quien dijo que “…ahora, ciertos personajes se nos ponen como modelo de santidad por los obispos”.
Así mismo, dijo que no fue avisado oportunamente qué estaba ocurriendo en el caso de Hank, y que por dicha omisión aplicó correctivos. Que se sepa, no ha habido destituciones, ni algo que se parezca, respecto a quienes accionaron el fallido intento por enviar a Hank a prisión. Evidentemente tratando de justificarse, dijo que hay delito en este asunto, el de acopio de armas. Sus argumentos no bastaron para satisfacer reclamos al respecto.
En otra parte de su discurso, en respuesta a señalamientos ante la ineficacia oficial en contra de presuntos criminales, y concretamente el que una juez federal haya dejado en libertad a Hank Rhon, aunque manifestó respetar la decisión de la juez, no se midió cuando descalificó y dejó en tela de duda la labor de los juzgadores.
Calderón dijo que sabe cuánto reciben los jueces, pero mientras no se tengan las pruebas ese juez o ciudadano es inocente.
"Sí. Ya sé, en papeles manuscritos, que no tienen valor probatorio pleno. Ya lo sé. Ya me sé, perdónenme la expresión, la cantaleta de los jueces. Pero yo sé que están en la nómina, yo sé cuánto reciben", señaló.
"He sabido, por ejemplo, de jueces que han recibido dinero o que dialogan con criminales, y que liberan a criminales, pero mientras yo no tenga una prueba, o la procuradora no tenga una prueba, ese juez es juez, y ese ciudadano es ciudadano, y es además, es inocente", insistió el Presidente.
“No me ayudes compadre”, seguramente le habría dicho el Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, si hubiese estado cerca, cuando Calderón hizo tales aseveraciones.
Que un ciudadano común y corriente, por haber recibido resoluciones adversas o bien por ser versiones populares, hablen, digan, aseguren, que hay jueces “vendidos”, jueces a sueldo, jueces al servicio de los criminales, pues se entiende y se comprende.
Pero que el propio Presidente de la República lo diga, es tanto como reconocer públicamente el fracaso de la narcoguerra. No basta detener criminales. Ese es sólo el principio. Lo importante es juzgarlos, con apego a estricto derecho, acreditar los ilícitos en que han incurrido, juzgarlos y condenarlos a pasar muchos años en prisión, para que ya no sigan causando más daño a la sociedad.
Con este “diálogo por la paz”, los mexicanos no ganaron, perdieron. Perdieron la poca confianza que tienen en las instituciones, cuando el propio Presidente de la República asegura que los juzgadores están involucradas o al servicio del crímen organizado. Ya se sabe que la Procuraduría detuvo a Hank por sospechoso de crimen organizado, lo consignó por acopio de armas y lo liberó por pen…itentes. ¿Sirve de algo poner en tela de duda la honorabilidad de la juez ? Esto dá una idea, bastante clara, de lo que ocurre en México.
gil_lavenants@hotmail.com
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