Por Ing. Aquiles Córdova
Dirigente Nacional del Movimiento Antorchista
Como dije en un artículo reciente, un grupito de gente radicalizada, más por ignorancia y fanatismo laico que por razones políticas e ideológicas racionalmente comprensibles, llevaron a la población de San Juan Mixtepec, en la Mixteca Alta oaxaqueña, a secuestrar a un grupo de casi 40 campesinos indígenas, oriundos de la pequeña localidad de Buena Vista, del municipio de Santo Domingo Yosoñama, como “medida de presión” para resolver un litigio agrario sobre unas 1,800 has. que viene, como también dije, desde los tiempos anteriores a la colonia. Los campesinos así privados de su libertad, de manera absolutamente arbitraria e ilegal, cumplen ya 64 días en cautiverio sin que nadie (salvo sus convecinos, familiares y el Movimiento Antorchista de Oaxaca) se ocupe de hacer algo efectivo por ellos. En esta pasividad y tolerancia irritantes con quienes quebrantan de modo tan flagrante el tan llevado y traído Estado de Derecho en que supuestamente vivimos, se destaca el propio gobierno del Estado cuyos funcionarios encargados de garantizar la tranquilidad pública y la seguridad de las personas, se niegan a aplicar la ley alegando que ello implica el riesgo de un “conflicto mayor”. Y allí se quedan, inmóviles e inactivos en sus tranquilas y seguras oficinas en la ciudad de Oaxaca, mientras los secuestrados y sus familias pagan las brutales consecuencias de tal impotencia, real o fingida, de quienes detentan el monopolio de la fuerza pública.
Hoy vuelvo a ocuparme del caso porque hay algo nuevo. Resulta que el lunes 2 de agosto de los corrientes, la prensa oaxaqueña dio la noticia de que, el día anterior, dos de los campesinos secuestrados por los salvajes “líderes” de Mixtepec fueron liberados y “entregados a un subsecretario de gobierno”, quien acudió, con la obsecuencia de un humilde servidor, hasta la guardia de los secuestradores (y convocado por ellos) para “hacerse cargo” de los labriegos dejados en libertad. Pero la novedad no reside sólo aquí. Sorprende, además, la absoluta unanimidad del enfoque y el tratamiento mediático que se dio a la “noticia”, unanimidad que llegó hasta los mismos términos en que está redactada la nota. Tal coincidencia, como lo sabe bien quienquiera que esté un poco familiarizado con los usos de nuestra prensa diaria, sólo admite una explicación: que se trata de un boletín enviado a los medios por alguien con el poder suficiente para garantizar su publicación. En pocas palabras, se trata de un boletín salido de la oficina de prensa del gobierno de Oaxaca.
Ahora bien, ¿qué dice la nota? Tras informar que fueron liberados dos campesinos del total de 35 que aún permanecían secuestrados en Mixtepec (uno de 60 y otro de 65 años), se afirma a continuación que se trata de un “gesto conciliador” de los secuestradores, una prueba de su voluntad para resolver el litigio en términos amistosos, pacíficos, y en seguida se subraya que esos mismos delincuentes “de buena fe”, están emplazando a las autoridades de Yosoñama para instalar una mesa de negociaciones, “en un lugar neutral”, para el martes 3 de los corrientes. Para que nadie dude de la veracidad de la referida nota, ni de las “buenas intenciones negociadoras” de los de Mixtepec, se agrega que el evento de entrega de los rehenes fue público; que tuvo por testigos a más de dos mil ciudadanos convocados para el efecto en la plaza municipal, mismos que tuvieron la oportunidad de aplaudir la generosidad de sus dirigentes.
Pues bien, todo esto es una grotesca distorsión de los hechos, una descarada mentira cuyo propósito es limpiar y maquillar la imagen de los delincuentes de Mixtepec. Se oculta, en primer término, que la cacareada “liberación” no fue, de ninguna manera, gratuita ni voluntaria, sino algo obligado por el grave deterioro de la salud de los liberados que, como lo prueba su edad, son dos ancianos cuya salud se ha resentido por las infames condiciones de su cautiverio. Los hipócritas secuestradores tuvieron miedo de que se les murieran en las manos y por eso los “entregaron”, cierto que en un evento teatral para sacarle provecho político a lo inevitable. Se omite aclarar, en segundo término, que los “dos mil testigos” son gente que, a fuerza o por voluntad, está sometida a los feroces fanáticos que los lideran, es decir, que se trata de masas sin voluntad ni independencia de opinión y cuyo testimonio, por tanto, carece de toda validez. No fueron “testigos” sino comparsas, simple decorado para el lucimiento teatral de sus “dirigentes”. En tercer lugar, también se omite precisar que la “convocatoria al diálogo” es poco menos que una nueva agresión a la parte agredida, pues se le pone como condición que asistan “solos”, es decir, sin la asesoría ni apoyo “de organizaciones políticas” (léase Antorcha Campesina), mientras ellos, los convocantes, se reservan el derecho de integrar su representación como se les pegue la gana. Eso sin mencionar el absurdo que supone negociar con una pistola en la sien, es decir, con los 33 campesinos todavía en poder de la contraparte.
Y el chícharo que le faltaba a la olla: resulta que la tal convocatoria y las “condiciones” de los secuestradores les fueron comunicadas al Comité Estatal Antorchista de Oaxaca, nada menos que por el señor Secretario General de Gobierno, el cual, disimulada pero claramente, le dio a entender que ellos (el gobierno) están de acuerdo con esa “iniciativa de paz” y les aconsejaba que “lo pensaran bien” antes de dar su respuesta. Así queda explicada la inacción gubernamental para liberar a los secuestrados, la falacia de los argumentos esgrimidos para no aplicar la ley y la soberbia con que actúa la pandilla de Mixtepec. Parece que al gobierno de Oaxaca ya sólo le falta proponer que los nombres de esos criminales sean inscritos con letra de oro en el Congreso del Estado de Oaxaca, cuna del gran patricio don Benito Juárez García.
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