A principios de la década de los 70, el ingenioso actor y comediante Roberto Gómez Bolaños creó el personaje de un niño imbécil, temeroso, escurridizo y vengativo, terriblemente vengativo que, para desquitar sus frustraciones y rencores, echaba por delante a su madre que, personificada por Florinda Meza, se encargaba de castigar a quienes molestaban (hacían bullying) a su cobarde y retrasado Kiko.
Hoy cuatro décadas después, no paro de reír, como seguramente le ocurre a todos los bajacalifornianos, cuando el candidato a gobernador por la coalición Unidos por Baja California, Francisco Vega de Lamadrid, Kiko como le gusta que le llamen, pide al electorado que así lo haga.
En mi opinión, el atarantado y temeroso señor Vega decidió correctamente su nombre artístico. Nadie mejor que él, para interpretar, para revivir a la perfección al chamaco abusivo, vengativo y correlón, que personificó el actor Carlos Villagrán hace 40 años.
Ayer, para coronar su ausencia en el debate que se realizó en Ensenada, a Kiko, el candidato, que me hace recordar a Kiko, el cómico estúpido, sólo le faltó lanzar el alarido retador ¡Chusma, chusma...prr!, porque ya antes el senador panista, Ernesto Ruffo Appel, asumió el papel de Doña Florinda, la señora metiche, deschavetada y solapadora, entró en defensa de su candidato a la gubernatura, cuando dijo al periodista José Luis Camarillo, de Uniradio:
“Él dice (Kiko) que ya parece bullying, como los niños en la escuela, que por eso ya mejor él se dedica a platicar, lo que él piensa aprobar en Baja California (…) Así que me dio risa eso del bullying, es bullyin político.
Y, aunque parece un tema menor, no lo es, la actitud escurridiza, cobarde y temerosa del abanderado de la coalición Unidos por Baja California, Francisco Vega muestra de cuerpo entero sus gravísimas limitaciones, los escasos alcances que posee.
La cobardía de Kiko el candidato, que también actúa como cómico de carpa de barriada, especialmente su decisión de no ir a los debates, no es otra cosa que resultado de la determinación de su equipo de campaña de ya no exponerlo al rudísimo golpeteo al que debe responder un contendiente de altura. Prefieren retirarlo de la pelea, antes de aventar la toalla.
Con su ausencia en el debate, que el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana (IEPC) debería sancionar con rigor, Kiko candidato se condujo como un niño mimado y berrinchudo; voluntarioso y estúpido. Sólo le falta su traje de marinerito, los cachetes inflados y añadir a sus frases fuerza de campaña, las que le dieron popularidad, fama y dinero a Carlos Villagrán: ¡no me simpatizas!, ¡me doy! ¡Cállate, cállate, cállate que me desespeeee...ras!, ¿qué me habrá querido decir? y ¡chusma, chusma...prr!.
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