Por Teresa Gurza Que tranquilidad más grande; que bueno que Calderón nos aclaró que el 30 de noviembre no se acaba el mundo sino sólo su gobierno; estaba yo aterrada, pero su indispensable precisión me llegó justo a tiempo, porque ya empezaba a hacer maletas para la eternidad.
Y espero que con el fin de su gobierno terminen también los pichicateos a investigación y educación; y que si no desaparezcan, sí cuando menos bajen del montón que son ahora, los niños ignorantes y los maestros reprobados por no pasar ni de panzazo la evaluación.
Que no haya más levantones, secuestros, asesinatos, fosas clandestinas, pozoleros, cabezas cortadas, violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas, policías y autoridades gubernamentales, y todas las “bellezas” que nos ha dejado su fallida guerra contra el narco; que el Presidente y Poire no se cansan de repetir debe seguir y hasta incrementarse.
Que desaparezcan las mochadas, en sus dos acepciones; y las inauguraciones a medias, que le permiten estrenar un día sí y otro también guayaberas con bordados de colores; las presunciones sobre carreteras y hospitales que se afirma fueron hechas o remodelados, pero que la realidad desmiente; porque o no se hicieron, o están incompletos.
Además de que en ambos casos, carreteras y hospitales, se usaron materiales de menor calidad que en otras administraciones.
Engrandece el aún presidente, sus logros; sin referirse al desempleo, subempleo, incremento en porcentaje de enfermedades previsibles como la diabetes, poca eficiencia del Seguro Popular y otras cuestiones para él menores.
Nada dice de los gastos a lo tonto, de la que es ejemplo la estela de luz; de las agresiones y crímenes contra periodistas y la impunidad tras cometerlos, ni de las muertes de colaterales.
Como ya sabemos de boca presidencial, el 30 no acabará el mundo; pero sí estaremos libres de ese semblante autocomplaciente y esas risas burlonas.
Habrán finalizado las iras que el uno de diciembre no asustarán ya a nadie y los chistoretes que para su sorpresa, no harán reír ni siquiera a los amigos que convirtió en funcionarios.
Pero lo que sí debiera haber, son golpes de pecho; porque el jefe de los otrora santos panistas dispuso de más del doble de recursos públicos no autorizados, que a partir de julio dispararon el gasto.
Sin que se haya aclarado el porqué Hacienda transfirió 109 millones de pesos para cubrir las necesidades de recursos del Estado Mayor Presidencial (EMP) y la Coordinación General de Transportes Aéreos Presidenciales, encargadas de la integridad de Calderón y la seguridad nacional.
A lo que según nota de Roberto Garduño en La Jornada habría que añadir, lo que se fue en “el pago de riesgo” a 421 puestos militares adscritos al Estado Mayor Presidencial y de la Coordinación General de Transportes Presidenciales; que viene a ser casi lo mismo que lo anterior.
En fin que la característica general de la despedida, es de habladas y habladas y gastos y más gastos en “necesidades de operación”, que pueden ser cualquier cosa; porque ya se supo que hubo en el 2011, más de 367 mil 540 millones 400 mil pesos de exceso en erogaciones opacas o con destinos desconocidos.
Pero hay que destacar lo positivo, como al presidente Calderón le gusta.
Por eso ojalá que luego del 30 que viene, termine el miedo ciudadano a denunciar crímenes e ilegalidades; porque en este sexenio más del 90 por ciento no lo fueron, pese a que según datos oficiales casi la cuarta parte de los mexicanos fue víctima de algún delito; pero prefirió, por algo sería, no informarlo a las autoridades.
Y que a partir del día primero, todos podamos vivir mejor.
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