* Un paseo por el frío de la tumba y el silencio de la muerte de la mano del cantante de Depeche Mode y sus nuevos colaboradores, el dúo de productores electrónicos Soulsavers Por Patricia Godes
Tristeza y soledad, los misterios de la mente, del espíritu y de la muerte y la pesada carga de sentimientos y pasiones con las que el ser humano debe convivir toda su vida son los protagonistas de un disco intenso, profundo e inquietante pero bello y digno de disfrutarse (¡y mejor si es a solas, de noche y con poca luz!).
Rich Machin e Ian Glover, conocidos como Soulsavers, suelen grabar con vocalistas invitados como Mark Lannegan, Mike Patton, Jason Pierce, Richard Hawley o Will Oldham. Con David Gahan trabaron amistad cuando actuaron de teloneros de Depeche Mode en 2009 y la no-tan-sorprendente colaboración ha dado como resultado un disco muy especial.
Escritas por el propio Gahan sobre las melodías de Rich Machin y Ian Glover, las letras hablan de sombras, de miedos y de presencias extrañas y los arreglos de cuerda -responsabilidad, en casi la totalidad de temas, de Daniele Luppi, el mismo compositor cinematográfico con el que Danger Mouse grabó su Rome en 2011-, líricos y envolventes, se convierten en una pesada maquinaria que se pone en marcha para arrastrar al débil mortal a no se sabe qué horribles parajes...
Sobre todo ello, flota la voz del cantante de Depeche Mode, bien impostada y modulada. No era una voz típicamente bonita, pero, tras largos años y muchos discos y conciertos, David ha conseguido refinarla, mejorarla y sacarle el 100%, de modo que se ha convertido en un crooner refinado que aporta un enigmático contraste de serenidad y control dentro de un clima musical denso y abrumador. No nos olvidemos de que, a pesar de los éxitos de Depeche, Gahan tiene a sus espaldas un pasado turbulento de lucha contra la adicción, con intentos de suicidio y alarmas médicas y que, de hecho, llegó a ser declarado clínicamente muerto.
Diseccionar alguna canción de las 12 que componen The light the dead see resulta absurdo porque el disco funciona en conjunto como una niebla envolvente y melodiosa y llena de vida, pero también de miedos y de pasiones.
En algunos momentos, se acerca al Scott Walker posterior a Nite Flights, al Bowie de Berlín, al Jim Morrison más lírico, al inevitable Cohen, o ¿por qué no? a Nick Cave con sonidos y atmósferas que parece que surgen directamente del más allá que existe dentro de la mente atormentada de David pero también de todos los seres humanos que en algún momento han vivido y sufrido en este valle de lágrimas.
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