Por Teresa Gurza
Dado que en estos días todos estarán atentos a las Olimpíadas o a lo que hacen o dejan de hacer Andrés Manuel López Obrador y el PRI, decidí escribir sobre lo que primero pensé era algo ligero; pero que al terminar el artículo advertí que no lo era tanto, porque después de todo está relacionado con nuestros cuerpos; asunto que debe ser lo más importante para cada uno de nosotros.
Todos hemos advertido alguna vez en la vida, generalmente en medio de dolores, que hay cosas en nuestro organismo que nos causan problemas sin que aparentemente sirvan para algo. Y digo aparentemente, porque los criterios médicos cambian a cada rato debido a nuevas investigaciones; pero también, me parece, al interés económico de los laboratorios; y llegamos a momentos en que ya no sabe uno lo que hay o no de cierto, en las recomendaciones de los doctores. Vean si no estos dos ejemplos: Antes los médicos aseguraban que comer huevos era fatal para la salud y sobre todo para el colesterol. Pero ahora dicen que son buenísimos y que no suben el colesterol tanto como se pensaba. Hasta hace relativamente pocos años, advertían a las mujeres contra la terapia hormonal después de la menopausia; enfatizando que en caso de seguirla, el cáncer era seguro. Y aparecieron de repente en todo el mundo, cientos de miles de mujeres asustadas porque por recomendación de sus doctores habían tomado estrógenos. Recuerdo que el ginecólogo me los recetó, insistiendo muchísimo en que al mismo tiempo que el Premarin diario, debía tomar algo de progesterona para proteger los senos. Me negué a hacerlo porque me sentía perfecto con el Premarin, pero pésimo con la otra pastillita; y mi doctor me hizo firmar un documento para evitar futuras demandas o reclamaciones. Pero ahora, los especialistas recomiendan tomar estrógenos para no padecer osteoporosis, depresión o cáncer mamario. Y explican que los estrógenos deben tomarse solos, porque si se les une aunque sea un poco de progesterona, entonces sí el cáncer será seguro. Volviendo a las cosas inútiles que hay en nuestro organismo, destacan entre ellas las muelas del juicio; que además de que duelen mucho, hay que sacarlas casi siempre al pasar la adolescencia dejando la duda sobre su utilidad; que tal vez fue bastante para nuestros carnívoras antepasados pero lo que es hoy, casi nadie mayor de 30 años las conserva. En una lista sobre los órganos que no hacen falta y sí estorban, que leí hace años en la edición virtual de El Mercurio de Chile, estaba el apéndice que tantos sustos provoca y sirve tan poco. Y una undécima tercera costilla que dicen es muy molesta, y tienen sólo alrededor del 8 por ciento de los humanos; los más parecidos a los chimpancés; mientras que el resto tenemos, o tienen, sólo 12 pares. ¿Y para que sirve a los hombres tener tetillas, sino no es para estar también expuestos al cáncer de seno?. Hace poco al ir a hacerme la mastografía anual, me topé en uno de los pasillos del hospital con un señor cincuentón que iba a lo mismo; y el pobre circulaba con su batita abierta por delante, en calcetines y zapatos y semblante de angustia y pena por ese sitio de solo mujeres. El tema me recuerda que la presunción varonil corre con los adelantos de la medicina; y que actualmente además de que hay muchísimos hombres que se pintan el pelo y se hacen liftings, entre políticos y empresarios, a los que no les fue muy bien en el reparto de músculos, se ha puesto de moda ponerse implantes de silicona en los pectorales. Y la verdad son dignos de compasión y no de risa, porque muchos de los que ya se han colocado esos rellenos de gel, semejantes a los femeninos pero cuadrados, lo han decidido tras años de burlas y sufrimiento debido al sobredesarrollo o crecimiento excesivo de sus inútiles glándulas mamarias.
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