Por David Fuentes
CIUDAD DJUAREZ.- Esta frontera sigue siendo un experimento fallido que cada día va en decadencia. Los esfuerzos de las tres esferas de gobierno que han invertido millones en restaurar el famoso tejido social han servido para dos cosas.
La incursión de los efectivos militares, después, de los federales y ahora con la llegada del Julián Leyzaola Pérez al frente de la policía municipal ha servido de poco pues los sicarios se siguen exterminando sin importarles nada. Peor aún, continúan enrolando en sus filas a niños quienes al no tener una oportunidad clara de trabajo o de cómo ganarse unos cuantos pesos, ven en el crimen organizado una oportunidad de oro para salir de la miseria, aun que sea momentáneamente.
La muestra esta en el incremento, desde hace al menos dos años, del rango de edad de las personas asesinadas al más puro estilo de la mafia fronteriza y los reportes de testigos quienes aseguran que ahora los gatilleros son niños, que en ocasiones apenas y sostienen las “cuernos de chivo” y las R15, armas preferidas por ellos.
De igual manera, a la morgue llegan a diario cuerpos de entre 17 y 25 años de edad que tienen un promedio de vida criminal de un máximo de cinco meses. Esta hipótesis se refuerza cuando al momento de “hacer su trabajo”, asesinan a mansalva sin distingos de inocentes, mujeres o niños, pues a diferencia de los años de bonanza de los carteles fronterizos, ahora no hay experiencia, no reciben capacitación alguna, mucho menos tienen paga.
Ahora solo se les da una escuadra calibre 9 milímetros, una “cuero de chivo” o R15 y listo. El poder de hacer lo que se les plazca lo adoptan de forma automática y con eso les alcanza para robar tiendas de conveniencia, robar las “trokas” de reciente modelo que tanto les fascinan y conforme organizan una pequeña célula criminal, se les da droga para que la distribuyan al menudeo a cambio de cuidar el punto de venta y defenderlo a muerta.
De esta manera es como los grupúsculos del crimen organizado, que funcionan como una suerte de guerra de guerrillas empiezan a sembrar el terror en la comunidad y obviamente terminan cinco meses después masacrados e irreconocibles en la morgue.
A sabiendas y a pesar de todo esto, las autoridades policíacas, preventivas y de ayuda social no han sabido como revertirlo pues los números van a la alza. Se han limitado solamente en también acribillarlos, en mandarlos a los penales donde terminan convirtiéndose en verdaderos capos o peor aún, dejarlos a su suerte y esperar a que entre ellos, los grupos rivales, se sigan exterminando y así, los gobiernos federales, estatales y municipales se quitan un lastre.
Mientras tanto, las calles de esta frontera siguen criando a niños que ya nacen con el instinto para matar. Ya saben que es una “cuerno de chivo”, ya saben escuchar, analizar y sentirse aludidos con los narcocorridos y saben también que en los anillos de miseria, la única salida si se quiere aspirar a algo en la vida es alcanzar en famoso narco-dream o convertirse en un mini-narco.
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