sábado, 5 de marzo de 2011

COLUMNA: Palco de Prensa

* Con la vara que midas…
Por Gilberto Lavenánt
La sentencia bíblica que advierte que “con la vara que midas, serás medido”, no solo es una regla de igualdad entre los individuos, sino también en cuanto al método, medio o vía para resolución de conflictos o problemas.

En el caso del sacerdote Raymundo Figueroa Pérez, que prácticamente se ostentaba como propietario de la parroquia del Santísimo Sacramento, ubicada en la Colonia Constitución de Playas de Rosarito, podría decirse que se aplicó la sentencia en mención, no como una regla de trato personal, sino en cuanto al método de solución del conflicto.

Durante meses, este personaje mostró abiertamente que para él no rigen las leyes divinas, ni la legislación ecleciástica, y aunque pesaba contra él la amenaza de una sanción por parte de la jerarquía de la iglesia católica, por su rebeldía, no desistió en ningún en su actitud desob ediente, en rebelarse ante la jerarquía y las normas religiosas.

Entonces, y ante la actitud asumida por el sacerdote, de recurrir a argucias legaloides para apoderarse de dicho templo, constituyendo una asociación civil para dar visos de legalidad a sus acciones, se decidió hacerle frente por la vía de la ley del hombre.

Vinieron las acciones judiciales en su contra, tanto por la vía civil, como penal, y ahí están las consecuencias.

En principio, hubo una resolución de restitución del templo a favor de la Arquiodiócesis de Tijuana y formalmente se restituyó la posesión del inmueble. Empero, habilidoso que es, Figueroa Pérez azuzó a sus seguidores, quienes, atendiendo sus deseos, retiraron sellos y vigilancia policiaca, penetraron a las instalaciones ecliásticas restituidas y entonces incurrieron en el delito de despojo.

Envalentonado, porque aparentemente no estaba solo, siguió adelante. Olvidó que las leyes del hombre no son tan benevolentes como las leyes religiosas o divinas.

El jueves pasado, por la madrugada, de nueva cuenta la autoridad estatal, intervino para restituir la posesión del templo a la Arquidiócesis, pero esta vez con mayor contundencia, con más firmeza y con tal presencia de elementos policiacos, que al “desobediente” ya no le bastaron sus seguidores para romper el orden.

El llamado “padre desobediente” ya no podrá seguir haciendo de las suyas, por mucho tiempo. Además de un juicio civil, enfrenta cuatro denuncias penales, de las que se deriva la petición de orden de aprehensión en su contra.

Para muchos, podría ser considerado como un “buen hombre”, sobre todo porque presuntamente predica “la palabra de Dios”, cuando que en realidad ha convertido la religión en un negocio particular.
Además, al márgen de cuestiones religiosas, quien fomenta, promueve e impulsa la desobediencia, quien va en contra del orden y las normas, resulta ser un peligro social.

La desobediencia no puede ser una virtud, ni un principio personal, ni de grupo. Es una tendencia a la anarquía, al desorden, a la rebelión, al irrespeto a las normas e instituciones, a la destrucción.

El desobediente, no puede ser guía, ni líder, de nada y de nadie.

El desobediente, siempre será una oveja descarriada, que tarde que temprano abandonará los caminos institucionales.

Bueno, hasta que alguien, y en este caso es el poder público, lo someta y ni sus argucias, ni sus poses populistas le basten para encubrir sus verdaderas intenciones.

En el sentido religioso, Raymundo, es un pésimo ejemplo para los creyentes. ¿Cómo pueden creer, en alguien que no cree en lo que aparentemente predica? ¿Cómo creer, en alguien tan irreverente, que divide, en lugar de unir? 

Un individuo, que en lugar de buscar la paz social y el crecimiento espiritual, promueve la desobediencia, como principio y filosofía personal. No hay que creer en nadie, no hay que seguir a nadie, no hay que respetar a nadie, las leyes, sean las del hombre, las religiosas o las divinas, no existen o no estamos obligados a respetarlas, seguramente son sus proclamas.

Un individuo con tales características, es tan disociable, como el ácido. Corrosivo y explosivo, al tal grado que se puede advertir que es tan peligroso hasta en prisión, donde es capaz de provocar levantamientos.

Por lo pronto, deberá reconocer que su desobediencia no vale, ante la ley del hombre. Y es esta la que habrá de regular su conducta, cuando que las leyes religiosas, e inclusive la ley divina, le valieron gorro y las desobedeció reiteradamente, por principio y por sistema.

Así es que ni modo, la vara con la que será medido, será la ley del hombre, que es de cumplimiento obligatorio y sanciona hasta con cárcel a quien suele desobedecerla. Seguro es una parte de la biblia, que nunca leyó, o que en caso de haberla leído, la pasó por alto, o simplemente nunca la entendió. Ahora tendrá que entenderla.

                                                                                        gil_lavenant@hotmail.com    

No hay comentarios:

Publicar un comentario