MEXICO.- Enganchados desde la línea fronteriza del Petén, Guatemala, los indocumentados que tienen como meta llegar a Estados Unidos son trasladados por contrabandistas de extranjeros a lo largo de las entidades de la ruta del golfo de México hasta la frontera norte.
Sometidos a vejaciones y en condiciones extremadamente riesgosas, los grupos de extranjeros que se internan ilegalmente en México son transportados en ferrocarril, camiones de carga, autobuses, camionetas y hasta en lanchas.
Con la complacencia y connivencia de autoridades federales, estatales y municipales, el auge de la industria del tráfico de indocumentados implica situaciones de terror por ejecuciones, violaciones, extorsiones, trata de personas a que son sometidos los indocumentados que caen manos de los traficantes de humanos, afirman organizaciones no gubernamentales defensoras de inmigrantes.
Fray Blas Alvarado Jiménez, director de la Casa del Migrante de Tenosique, y Efraín Rodríguez León, director jurídico de la asociación civil Comité de Derechos Humanos de Tabasco (Codehutab), sostienen que el gobierno federal ha incumplido con su tarea de desmantelar y arrestar a los grupos delictivos que han tomado como su modus vivendi el secuestro de indocumentados.
La ruta del golfo de México del tráfico de indocumentados inicia desde El Naranjo, Péten, Guatemala, cruza hacia los municipios fronterizos de Balancán y Tenosique, Tabasco, y Candelaria, Campeche. Desde estos lugares se distribuye a lo largo de carreteras, caminos de extravío, la ruta del ferrocarril y en tramos vía marítima.
En las estadísticas del Instituto Nacional de Migración (INM), correspondientes a 2009, del flujo de indocumentados que atraviesa Tabasco, sólo aseguró a 12 mil 597 extranjeros. Pero la cantidad de ilegales que transitan por esta entidad se quintuplica, ya que tan sólo al paso del ferrocarril se observan a miles trepados en los vagones.
A lo largo de los años, grupos de “polleros” independientes o ligados a alguna red de tráfico internacional realizaron sus tareas en forma menos riesgosas para sus clientes. Al inicio de esta década, el crimen organizado, principalmente Los Zetas, asumió el control total de esta actividad, y con ello también creció el peligro para los indocumentados por esta ruta. La delincuencia organizada aprovecha además para reclutar inmigrantes como integrantes del grupo delictivo.
La “tierra sin ley”
Los defensores de los derechos humanos de los inmigrantes, por separado, coinciden en calificar de “terroríficas” las experiencias de los indocumentados que caen en manos de estos grupos.
También catalogan los cientos de kilómetros de la ruta del ferrocarril, como “tierra sin ley”, pues allí sólo manda la delincuencia organizada. A lo largo de las vías férreas, que atraviesa potreros y montañas, los inmigrantes sufren todo tipo de atrocidades, sin que las autoridades intervengan para poner un alto.
En hechos recientes, por ejemplo, el pasado 8 de agosto, en un paraje montañoso del municipio de Macuspana, tres indocumentados hondureños fueron asesinados, entre ellos una mujer que previamente fue violada, por un grupo de delincuentes.
La víctima, Kenia Carolina Gales Gómez, activista del Partido Nacional hondureño, dejó en la orfandad a un niño de ocho y una niña de tres años.
Alvarado Jiménez y Rodríguez León sostienen que han sido reiteradas las denuncias presentadas ante el Instituto Nacional de Migración (INM), sobre la presencia de personas armadas que acosan a los inmigrantes a lo largo de la ruta del ferrocarril, sin que se haga algo.
También, el 30 de abril, en la misma ruta del tren, en el tramo de Pichucalco y Juárez, Chiapas, a bordo de los vagones se registró un enfrentamiento entre inmigrantes y delincuentes armados, con saldo de un presunto zeta muerto.
Los alrededor de 400 inmigrantes se rebelaron contra las personas armadas que llevaban secuestrados en un vagón a un grupo de indocumentados.
En esa ocasión, el inmigrante Néstor Madariaga Mejía, originario de Danli, El Paraíso, Honduras, relató que al menos unas ocho personas armadas con Uzis, rifles de asalto y escuadras 9 milímetros, mantenían sometidos a varios indocumentados en los últimos vagones.
“El que parecía jefe de los secuestradores, una persona gorda, no pudo correr y fue alcanzado por la turba enardecida y lo mataron a machetazos, pedradas y garrotazos”, narró el hondureño en el refugio de inmigrantes de Estación Chontalpa, Huimanguillo, Tabasco.
Los grupos armados controlan el ferrocarril desde Tenosique, Tabasco, y realizan sus fechorías a lo largo del recorrido, pues incluso explican que cuentan con la complicidad de los maquinistas.
Hechos similares al ocurrido en San Fernando, Tamaulipas, pasan cotidianamente en zonas de Chiapas y Tabasco, donde manda el crimen organizado.
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