Por Ing. Aquiles Córdova Morán
Recordemos que, no hace tanto tiempo, los noticiarios televisivos y radiofónicos y las principales páginas de importantes diarios escritos, ponían en lugar destacadísimo, y sin fallar un solo día, todos los detalles que a su juicio podían crispar más los nervios e irritar la sensibilidad de su auditorio y de sus lectores, sobre la “huelga de hambre” que sostenían dos “disidentes cubanos”, Orlando Zapata y Guillermo Fariñas, en demanda de libertad para poco más de medio centenar de personas que, según ellos, eran “presos de conciencia”, o sea, víctimas inocentes del odio y del desprecio del gobierno de la Isla hacia los derechos humanos, la democracia y las libertades básicas del hombre.
El escándalo sobre las “atrocidades” de la “dictadura de los hermanos Castro” subió de tono, hasta alcanzar el registro de histeria colectiva, cuando el primero de los dos huelguistas mencionados murió, “en circunstancias no suficientemente aclaradas” según se dijo.
Lo que siguió fue francamente ridículo por desmesurado. Los medios y los reporteros más influyentes, sin reparar en gastos, se trasladaron hasta la casa del sobreviviente Fariñas en Santa Clara, en el centro del país, con la misma unción con que los peregrinos musulmanes van a La Meca; lo retrataron desde todos los ángulos y en todas las “poses” que se les pudieron ocurrir; escudriñaron hasta el último rincón de su vivienda y hasta los detalles más íntimos de su vida familiar; lo dejaron hablar lo que quiso sin pedirle un mínimo de lógica y de sustentación a sus acusaciones y, atrincherados tras estas “pruebas” y tras la nauseabunda sensiblería desatada por sus “reportajes”, se lanzaron a exigir, también ellos, “libertad a los presos políticos cubanos” para evitar un segundo “asesinato” del gobierno cubano en la persona de Fariñas. Una verdadera orgía de abuso de la libertad de prensa, del poder de penetración de los medios, de la indefensión del ciudadano común ante ellos y de los valores y los intereses reaccionarios, de México y del mundo, que vieron la oportunidad de calzarse el traje de caballeros andantes de los más elevados intereses de la sociedad, para limpiar un poco su muy deteriorada imagen.
Y bien, ahora nos enteramos de que aquí mismo, en este México de los campeones mediáticos (a lo Ciro Gómez Leyva) de la libertad, la democracia y los “derechos humanos”, a sólo unos cuantos metros de las oficinas y de los foros televisivos desde donde se dispararon los peores epítetos en contra de la “dictadura castrista” y se elevaron los más desgarradores lamentos por “la vida y la salud” de los “disidentes cubanos”, dos humildes mexicanos, ex trabajadores de la arbitrariamente suprimida Luz y Fuerza del Centro, cumplen ya más de 80 días en huelga de hambre en demanda de la reapertura de su centro de trabajo; que su vida corre ya un severo peligro por el prolongado ayuno y, para nuestra sorpresa, nos percatamos de que a nadie parece interesarle un cacahuate lo que pueda ocurrirles. Para ellos no hay cobertura mediática en horario estelar; no hay reporteros de lujo que narren los detalles de su vida de carencias y sufrimientos, que visiten sus domicilios y entrevisten a sus esposas y a sus hijos; que no hay el menor interés por mostrar el severo deterioro de su salud, por recoger y transmitir fielmente las razones y los motivos que se hallan detrás de tan severo sacrificio y mucho menos la intención de apoyarlos en su protesta y sumarse a su causa, que no es otra que reclamar un empleo seguro para el sostén de sus familias.
¿Y qué decir del gobierno mexicano, que en vez de atender la petición esencial de los huelguistas les ofrece “atención médica” para “salvarles la vida”? ¿No se da cuenta, acaso, que, con ello, suma a la violación flagrante del derecho al trabajo la violación del derecho superior del hombre a dar la vida por su causa, si así lo considera necesario? Dije en su momento, y hoy lo repito porque lo creo correcto, que la “huelga de hambre” de los disidentes cubanos no me parecía plausible por dos razones. La primera era que, tras la bandera de la defensa de las libertades básicas de los cubanos, se escondía un rechazo orgánico (quiero decir, casi biológico) al régimen socialista de la Isla; y que yo no encontraba (ni encuentro hoy) justificado ese quid pro quo, ese exhibir una bandera para esconder otra, puesto que la libertad de opinión y de conciencia incluye, tiene que incluir necesariamente, el derecho a rechazar el sistema político-económico en que uno vive, cualquiera que sea éste. Y la segunda es que yo creo un despropósito de estrategia política pretender derribar un régimen completo mediante una huelga de hambre, por importantes que sean los protagonistas de la misma.
Pues bien, en el caso de los huelguistas del SME no se da, a mi modo de ver, ninguna de estas dos objeciones: ellos no esconden una oposición radical al status quo del país, ni se plantean un objetivo desproporcionado a su capacidad y voluntad de protesta. Primero, lo que ellos declaran como causa de su huelga es exactamente lo que exigen y reclaman, esto es, la reapertura de su centro de trabajo y la reinstalación de todos los despedidos en un empleo al que tienen pleno derecho; segundo, la reapertura de Luz y Fuerza del Centro (corrigiendo lo que haya que corregir, por supuesto) no pone en jaque al gobierno de la República, salvo para la reacción cavernaria que nunca se quita los lentes de aumento. ¿Se dará cuenta el Presidente Calderón que en la reapertura de Luz y Fuerza del Centro tiene la gran oportunidad para ganarse, de una vez por todas, la plena simpatía y el respaldo del país entero, que tanto demanda y necesita en la difícil lucha contra la inseguridad? Y las plañideras hipócritas de los medios, ¿se darán cuenta que se están cubriendo de ridículo al silenciar la tragedia de los dos humildes trabajadores mexicanos, después de la monumental alharaca “humanista” que levantaron en el caso cubano? Desgraciadamente, no lo creo así.
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