* “Plaza 11 de Julio”
Por Gilberto Lavenánt
Al comentar el caso de la protesta y reclamo de un grupo de ciudadanos que se han plantado –sin ironías, conste- en el Parque Benito Juárez, junto al Palacio Municipal, en defensa de los árboles que ahí existen y que temen sean derribados con las obras del llamado zócalo “11 de Julio”, observaba que el lema que utilizan es el de “La verdad ante todo”.
Independientemente de lo ya comentado, es lógico preguntar ¿cuál es la verdad de todo esto? Las evidencias indican que en este asunto no hay, ni intereses políticos, ni intereses económicos de alguien en particular. Salvo prueba en contrario, debe seguirse considerando este como un movimiento netamente ciudadano. Quien tenga pruebas de lo contrario, que las aporte. No chismes, rumores o simples descalificaciones. Pruebas contundentes, efectivas, irrefutables.
Además, cabe observar que no solo es el dicho o la palabra de los ciudadanos inconformes, ahí posesionados, los que, más que todo, reclaman el que no se talen los árboles ahí existentes. También existe la opinión de los profesionales de la construcción, que es más que interesante y que denota no solo las fallas o errores de carácter técnico en que se ha incurrido, sino las ilegalidades cometidas al pasar por alto todo tipo de leyes aplicables al caso, quedando más que evidenciado que en gran parte esto es un caso de capricho, necedad, soberbia e ignorancia.
Por vía electrónica, se hizo llegar al autor de Palco de Prensa, dictámen técnico del Colegio de Arquitéctos de Tijuana, A.C., respecto al proyecto del llamado zócalo 11 de Julio, de fecha 14 de mayo del 2010, que pone bastante claridad en torno a este asunto y que responde con amplitud a la pregunta planteada : ¿cuál es la verdad de todo esto?
De entrada se advierte que : “…La Plaza 11 de Julio, tiene deficiencias desde la concepción de las bases de concurso, publicadas el 16 de diciembre del 2008. Es un proyecto que se inició al contrario de cómo deben de iniciarse los proyectos, realizando un estudio sobre las necesidades y prioridades de la población, en este caso de Tijuana, mismas que desde hace mucho tiempo se encuentran contenidas en nuestro máximo documento rector en cuanto a desarrollo urbano: el Programa de Desarrollo Urbano del Centro de Población de Tijuana (PDUCPT). Posterior a la propuesta del “Zócalo”, éste se integra al susodicho documento, para obtener su validación, situación totalmente fuera de orden y de falta de ética profesional”.
Se observa que el objetivo del proyecto, es “…lograr una plaza de convivencia, tal y como se estableció en las bases del concurso, por tanto dicho proyecto debe de generar interacción y cohesión social; además de ser una plaza amable, con amenidad, calidad del paisaje y con protección al peatón de las inclemencias del tiempo. Con esto descartamos las planchas áridas de concreto, que suelen ser de lo más agresivas para el peatón y que las vimos reflejadas en el proyecto conceptual en cuestión”.
Luego refieren el concepto de “integración” y observan que el proycto debe integrarse al conjunto de edificios que componen su entorno, tales como Biblioteca Pública Benito Juárez, Oficinas de la SEP y el Instituto de Cultura de B.C., cuya demolición no se justifica, ni económica, ni legalmente. Advierten que en las bases del concurso “…nunca se mencionó la decisión de demoler edificios existentes”.
Por cuanto hace a la pretendida tala de árboles, además de que se pronuncia en contra de ello, aclaran que “…No es el uno, los diez o los miles de árboles en lo que debemos enfocarnos. Es en la acción violatoria a las disposiciones reglamentarias que se traducen en contradicciones, demostrando la incompatibilidad del proyecto con el contenido de la normatividad vigente”. Aquí, las cosas parecen más claras.
Al analizar el concepto “identidad”, advierten que el llamado zócalo, corresponde a las ciudades coloniales y que este no es afin a Tijuana, por lo que debe conservarse esa identidad en el proyecto de y para Tijuana, que albergue espacios “…que propicien actividades que los tijuanenses acostumbran, que necesitan; sin caer en la concepción de espacios supérfluos, extravagantes y sin un uso conveniente” y advierten que “…Un programa de necesidades, hablando en el sentido arquitectónico, debe de responder a las verdaderas necesidades de un usuario. No se vale ni es ético, inventar”.
En su parte final aclaran : “…Queremos expresar que no estamos en contra de los magnos proyectos para nuestra ciudad. Lo que queremos dejar asentado y establecido es que este tipo de proyectos deben ser estudiados con sumo cuidado, obedeciendo a análisis previos, en sus diferentes rubros, elaborados con ética y profesionalismo y sobre todo, aplicados a una ciudad como la nuestra, con sus características peculiares, tomando en cuenta su gente y su programa real de necesidades y prioridades previamente elaborado.
“…Proponemos –dicen finalmente los arquitéctos- que se reconsideren los aspectos que estamos mencionando, que se tome en cuenta a la ciudadanía y que se les de el respeto y se escuche a quienes son los que saben del tema”. Así de sencillo : escuchar a los que saben.
No se trata de descalificar el proyecto, simplemente por descalificarlo o siguiendo una consigna. Los que saben, saben. Evidentemente el proyecto tiene serias fallas. No es, pues, un simple asunto de árboles. Más bien es un caso de capricho, necedad, soberbia e ignorancia. Como dice Eliseo Arturo Sandoval : “La verdad ante todo”.
gil_Lavenant@hotmail.com
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