* Las intenciones…
Por Gilberto Lavenant
Todos los que pensaron o dijeron que en el caso del “diputadogate”, el panista mexicalense Victor González Ortega, no iba a pasar nada, pues, lamentablemente, no se equivocaron. Regresó a “legislar”, como si no hubiese pasado nada.
Si es cierto, llegó al Congreso del Estado, como “perro con la cola entre las patas”, después de una paliza, modosito, en silencio, sin reclamo alguno ante las más severas críticas. Pero regresó no por su “alto sentido de responsabilidad”, pues ya se sabe que además de irresponsable, es briago y quizás hasta drogadicto. Regresó por lo que le pagan sin hacer nada.
Para lo más que servirá este asunto, será para establecer un antecedente irrefutable y que exhibe de cuerpo entero a los legisladores locales –bueno, seguramente que no todos, pero al que le quede el saco, pues que se lo ponga- que en el cargo incurren en todo tipo de desmanes, como “el palaco”, que utilizaba vehículo oficial para sus parrandas y sus oficinas en la Legislatura Estatal para organizar orgías. Qué poca… calidad moral.
Aquí cabe perfectamente aquello de que “no tiene laculpa el indio, sino el que lo hace compadre” y entonces habría que reclamar al Partido Acción Nacional que llevó a González Ortega a la diputación, no obstante que ya eran ampliamente conocidos sus vicios personales, al menos el alcoholismo, pues se le conoce como “el chupitos” y ahora, después del escándalo, los dirigentes blanquiazules en lugar de amonestarlo o sancionarlo, lo protegieron, encubrieron y solaparon.
Claro, al proteger y encubrir a este tipejo, no solo lo estaban protegiendo y encubriendo a él, sino a todos los demás funcionarios panistas que resultaron involucrados en este asunto, y que de haber investigado los hechos, hubieran quedado “empapelados” y por lo tanto quizás consignados junto con el actor principal.
Con ello también se oficializa la institución de la impunidad y se dá un ejemplo del mal uso del supuesto fuero que ostentan los legisladores y que no hay intención alguna de eliminarlo o limitarlo, pues al final de cuentas cualesquiera puede cobijarse con este asunto. Algo así como sentar jurisprudencia para casos similares. Ni modo, pero no va a faltar quien se vea en condiciones similares y para defenderse, saque a relucir el asunto del “diputadogate” y advierta : “Si a González Ortega no le hicieron nada, a mí por qué ?” o bien que directamente exija que se le dé el mismo trato y se le deje en libertad, como si no hubiese pasado nada.
No hay que olvidar que fue el pasado 21 de febrero, allá en Mexicali, cuando González Ortega, ostentando el cargo de Presidente de la Legislatura Estatal, representante de uno de los tres poderes del Estado de Baja California, fue detenido en estado de ebriedad y presuntamente con droga. Los hechos pretendieron ocultarse y se conocieron hasta casi dos semanas después, cuando fue difundido un video en el que se mostró claramente las condiciones en que fue sorprendido.
Y ahí empezó todo. No es común que los policías filmen cuando detienen a alguna persona, pero en este caso lo hicieron, porque sin duda alguna identificaron al diputado y pretendieron dejar constancia del “favor” que le estaban haciendo, para luego extorsionarlo. Está claro.
Lo difundieron, seguramente, cuando en un primer intento de extorsión, no tuvieron respuesta favorable, sino amenazas de parte del flamante “legislador”. Amenazas que se cumplieron, al menos en contra de uno de los policías, que de inmediato fue suspendido, por instrucciones del Síndico Municipal, David de la Rosa Anaya, dizque por quejas anteriores en su contra.
Si bien es cierto que hubo denuncias formales ante la Procuraduría General de la República, tanto por priístas, como por panistas, o ante la Procuraduría de Justicia del Estado, y dizque se hicieron algunas actuaciones, la verdad es que no hay evidencias de que se tratara de conocer la verdad. Al contrario, la intención fue de “enterrar” el asunto y se fuera al archivo, al igual que muchos otros.
Los panistas amenazaron con expulsarlo del partido. Lo más que lograron fue suspenderlo en sus derechos partidistas y lo presionaron para que se retirara temporalmente del cargo. Pero ya regresó y cínicamente dice que nunca fue citado por ninguna autoridad en relación con este asunto.
Por lo que respecta a los demás legisladores estatales, aunque hubo gritos y sombrerazos, no tomaron ninguna decisión contundente en este caso. Simplemente se deshogaron, tratando de aliviar o reducir los agravios. ¿ Cuántos otros “chupitos” habrá en el Congreso Estatal ? La duda queda en el aire, al tal grado que casi es una certeza el que existen y al no estar libres de culpa, ni se atrevieron a lanzar piedra alguna.
Hoy que González Ortega regresó, todos hacen gestos, pero hasta ahí. La verdad es que hacen gala de un cinismo tal, que harán a un lado sus incomodidades y seguirán “legislando”, como si nada hubiese pasado.
Por eso estamos como estamos.
gil_lavenant@hotmail.com
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