Por J. Antonio Aspiros V.
En el ya cercano 2009 tendrán lugar en México las llamadas elecciones intermedias para renovar los 500 diputados federales y, aunque generalmente disminuye el interés ciudadano cuando no se elige presidente de la República, hay indicios de una posible polarización política durante las campañas como secuela de la herida abierta en 2006 y que dejó confrontado al país..
Existen resultados de encuestas periodísticas según los cuales, las preferencias de los votantes favorecen por ahora al Partido Revolucionario Institucional (PRI) sobre sus principales adversarios Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), mientras que -estimó El Universal- los cinco partidos pequeños con registro "todavía no despuntan".
Es difícil establecer con certeza si la intención de voto mayoritaria a favor del PRI es resultado de la desmemoria, del perdón, del desencanto con el "cambio", de los pleitos dentro de la izquierda, o de la presencia de nuevas generaciones de electores. Aunque también podría ser reflejo de esa realidad propalada por el propio partido que alguna vez fue abanderado de la Revolución Mexicana, acerca de que tras sus triunfos electorales de 2008 -superiores a los de la competencia y muchos al antiguo estilo aplanadora- ya gobierna al 57 por ciento de los mexicanos.
El PRD quedó agraviado tras la evidente, admitida y hasta parcialmente sancionada campaña sucia del gobierno y la iniciativa privada contra su candidato presidencial en 2006, aunada a la suspicaz conducta del IFE y al reconocimiento de riesgos en la actitud impune de Vicente Fox, por parte del TRIFE.
Pero ese partido también se encuentra herido por lo que los medios llamaron "el cochinero" de su proceso para cambio de líder nacional, por la consecuente fractura de su militancia, y por la supuesta opinión adversa que mucha gente tiene de Andrés Manuel López Obrador.
En la encuesta que publicó El Universal el pasado 24 de noviembre, se preguntó mañosamente a los entrevistados si tenían "una muy buena, buena, mala o muy mala opinión" de ese personaje (48% respondió que mala o muy mala), cuando objetivamente debieron hacerse dos consultas: una sobre las (plausibles) causas que defiende, y otra sobre el (cuestionable) estilo o métodos con que lo hace, apegado a su temperamento.
Como sea, los indicios son en el sentido de que el PRD podría regresar en los comicios de 2009 a su antiguo "techo" electoral menor al 20%, a reserva de cómo impacte su campaña bajo una dirigencia partidista más complaciente y menos radical, y de la actitud que asuman finalmente los socios que estuvieron en la coalición de 2006: Convergencia y Partido del Trabajo.
Para el PAN las próximas elecciones serán de refrendo o de sanción a la labor de un gobierno federal que además ya cedió más espacios a la ultraderecha, y a los resultados que en la percepción popular hayan dado otras autoridades -estatales y municipales- y los legisladores de extracción panista.
Desde que Luis H. Álvarez fue candidato presidencial hace medio siglo, reflexionamos que cuando el PAN llegara al poder federal gobernaría con políticos necesariamente inexpertos porque el sistema priísta les bloqueaba todas las oportunidades de aprender, pero nunca imaginamos que la ineptitud se extendería a panistas que fueron gobernadores antes de llegar al gabinete o a la misma silla presidencial, ni que la corrupción y la impunidad fueran dos males de la clase política sin importar su militancia.
Pero si el PRI logra la mayoría en las elecciones intermedias de 2009, lo interpretaremos con tristeza como un retorno popular a la resignación del "más vale malo por conocido"; sólo que, en la encuesta aludida, más de la mitad de los entrevistados ignoraba que habrá comicios en julio próximo, y de los restantes el mayor porcentaje consideró "algo, poco o nada probable" que acudan a las urnas. Y es que, en realidad, para quienes nos hemos desencantado: ¿votar?, ¿para qué?
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