Por Norma L. Vázquez Alanís
El lado sórdido del mundo periodístico, el que está oculto tras el ‘glamour’ exhibido sin pudor por las vacas sagradas que detentaban el cuarto poder en los años 50 y 60, lo pone al descubierto el libro “Morir de periodismo”..
Se trata de un relato biográfico novelado que tiene como tema central el nacimiento y debacle de un proyecto periodístico, en el cual la camaradería no era lo cotidiano, sino la ley de la selva, propiciada desde la dirección del nuevo diario.
En esta obra el periodista y poeta chiapaneco Marco Aurelio Carballo utiliza como recurso narrativo la crónica y su diario personal para descubrir los entretelones del surgimiento de un periódico, a partir del colapso de otro.
Relata la división, en dos equipos, de la gente que salió de Excélsior; unos fueron a formar el semanario Proceso, con Julio Scherer al frente, y otros a integrar el diario Unomásuno, con Manuel Becerra Acosta como director.
“Morir de periodismo”, publicada por Editorial Axial dentro de su colección Tinta Nueva, tiene como personajes centrales a los profesionales de la información y las incidencias propias del oficio, por lo que formarán su público natural quienes ejercen o estudian periodismo, pues utiliza la “jerga” característica y sus personajes son todos del gremio.
Aunque también será material de lectura para aquellos que quieran conocer la historia del periodismo moderno, pues además de que refiere cómo se hace un periódico diario, expone la manera en que se daban las relaciones entre la prensa y el gobierno, tanto para obtener papel, como el subsidio a través de la publicidad.
“Morir de periodismo” presenta la forma como se ejercía el oficio en las postrimerías del gobierno de Luis Echeverría y los inicios del de José López Portillo, cuando el suministro de papel estaba controlado por el gobierno y la concesión de publicidad se hacía de acuerdo con el acatamiento de la línea oficial por parte de los diarios.
Carballo combina el presente y el pasado para mostrar al lector los hechos tal cual sucedieron en su momento, dándole también la versión actual de algunos de los protagonistas de aquella aventura informativa, que naufragó por el poco talento de Manuel Becerra Acosta para tratar con el gobierno -según sostiene el propio Carballo-.
Con tono jocoso, el volumen de 298 páginas incluye chismes de alcoba de los trabajadores del Unomásuno y descubre parte de las fechorías que cometían sus reporteros, o hasta el mismo director, en restaurantes cercanos a la sede del diario, como Los Guajolotes y La Mansión, de los que se salían sin pagar los tragos y el consumo de alimentos.
Asimismo, con fina ironía, Carballo testifica las pugnas internas por las mejores fuentes y los puestos importantes dentro del periódico, es decir, por los cotos de poder; también la voracidad del director con los préstamos que le fueron otorgados para llevar a cabo la concepción periodística del diario Unomásuno.
El autor, quien trabajó en Últimas Noticias de Excélsior y en la revista Siempre!, exhibe a un gremio lleno de conflictos; ya desde entonces se perpetraban asesinatos contra periodistas, que quedaban impunes como ahora, pero que ni siquiera trascendían a la ciudadanía porque su mismo medio los ocultaba.
Así pasó con el crimen de José Cornejo, quien apareció muerto en una casa cercana a las oficinas del Unomásuno en la colonia Nochebuena, víctima de alguna venganza personal o política... nunca se sabrá pues los altos mandos del diario lograron que ningún periódico publicara la nota del homicidio, ni siquiera una esquela. Por la forma en que fue ultimado, algunos colegas opinaron que se trató de una agresión de homosexuales contra un heterosexual.
En esta rememoración biográfica, Carballo hace patente que por décadas el alcoholismo fue parte inherente del periodista; por lo menos en los años 60 y 70 del siglo XX era requisito esencial para ejercer el oficio, y lamenta que después “los periodistas empezaron a graduarse en las escuelas y ya no beben”.
El “trago” malogró la vida de muchos periodistas de aquella época, apostilla el autor, y confiesa que el caricaturista Abel Quezada le dio un “parte médico” para esa enfermedad: “morir de periodismo”.
El cartonista, quien transformó la caricatura política, les dijo a Carballo y a otros colegas durante una fiesta ofrecida para despedirse de ellos porque la leucemia lo aniquilaría pronto, que León Roberto García había muerto de periodismo.
Como le ocurrió al mismo Abel, agrega el también poeta chiapaneco, quien por cierto destila nostalgia por su terruño y hacia el final del libro escribe “sigo soñando con Tapachula, aunque haya vivido la mitad de mi vida en el DF. Desde Europa certificaré que mi país es el Soconusco”.
Carballo pone en boca del personal masculino del Unomásuno el descontento porque, en los 70, las mujeres, hasta entonces confinadas a la sección de sociales, tomaron por asalto las redacciones de los diarios, no cedieron un centímetro “y nunca más las redacciones volvieron a ser como antes”. Así sucede usualmente cuando las mujeres “invaden” los territorios que antes eran reservados solamente para los hombres.
Por las paginas de esta novela, publicada en mayo de 2008, desfilan los nombres de algunos personajes que forjaron la historia del periodismo mexicano en la segunda mitad del siglo pasado como Julio Scherer, Manuel Becerra Acosta, Raymundo Riva Palacio, Pedro Álvarez del Villar, Benjamín Wong Castañeda, Carlos Ravelo, Miguel Reyes Razo, Eduardo Deschamps, Hugo L. del Río, Antonio Andrade, René Arteaga, Rafael Cardona, Agustín Gutiérrez Canet, Humberto Musacchio (creador de ‘La tecla de plomo’ para el reportero que escribiera peor), Guillermo Ibarra Ramírez, Miguel Ángel Velázquez (El Patán), René Avilés Fabila, Guillermo Mora Tavares, Christa Crowie, Blanche Petrich, Amalia Frías Santillán, David Martín del Campo, Miguel López Saucedo, León Roberto García y Sergio von Nowaffen y el propio autor, que sólo pone sus iniciales: MAC, entre otros.
Pero también involucra en su rememoración biográfica a otros personajes, muchos de ellos también periodistas, cuyos nombres resguarda, no se sabe por qué razones, tras algún mote, como la Mascachicles, Campanita, Petunia, la Mujer Manzana, el Gordoche, Gegé, Eibi, el gerente K, el Subdirector P y los JR1 y JR2.
Este anecdotario biográfico de Carballo evoca los tiempos en que los periodistas podían soñar con ser dueños de sus propios medios a través de las cooperativas, hoy acabadas por los empresarios que se han apoderado de la comunicación y que han empobrecido al gremio con salarios de hambre.
Marco Aurelio Carballo es autor de cinco libros de relatos y seis novelas, además de que recibió el Premio Chiapas de Literatura ‘Rosario Castellanos’ en 1994, el Premio Nacional de Periodismo y de Información en el género de entrevista (1997-98), y el Premio Nacional de Periodismo ‘José Pagés Llergo’ en crónica.
Post Scriptum.- En una pequeña reseña de la obra, impresa en la contraportada del libro y al pie de la cual aparece entre paréntesis el nombre de Particia Zama, hay un gazapo pues escribe que “...los genuinos protagonistas son reporteros que segregan adrenalina a raudales”, cuando el verbo correcto es secretan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario