miércoles, 16 de julio de 2008

PALENQUE: Desventuras de la reforma calderonista

Por Julio Pomar
En la reforma petrolera intentada por Felipe Calderón --que una mayoría aplastante de mexicanos seriamente encuestados, considera derrotada desde ahora-- es palpable que a falta de argumentos valederos, ya utilizan desplantes y voces que más parecen “porras” deportivas que arengas políticas. El énfasis en frases repetitivas del propio Calderón, tipo invocación porril, hace ver que ya no tienen argumentos con qué convencer. En una “porra” deportiva no se manejan ideas, sino estribillos acompasados o imágenes sonoras. Pero ni en eso es certero Calderón. Sus “porras” no conmueven a nadie, y si llegan a conmover, no dicen nada. En un partido de futbol ya saben los hinchas qué les dicen las “porras”. Pero en este caso no es así. La percepción general sigue siendo contraria al intento de Calderón.

Pero más allá de tal estilo de proclamas, no hay duda de que los calderonistas no han aprendido nada de este rejuego. Frente a encuestas verdaderamente serias donde más de un 80% opina que Pemex no se debe privatizar, ellos han sacado a relucir las suyas, compradas, donde, dicen, un 72% sí aprueba esa privatización, que nadie en su sensato juicio las considera objetivas sino encuestas a modo de los panistas que las contratan y manipulan. Si los panistas han recurrido a esas falsas encuestas prefabricadas, ello se origina en la inseguridad de su propio argumento de que el Congreso es el que debe decidir la privatización. No la ven ya segura por este camino, el del “mayoriteo” camaral con apoyo de algunos priístas empanizados, quizá porque se filtró que lo estaban buscando mediante la compra de esos votos necesarios, pero en millones de dólares (hace dos o tres semanas decían que les faltaban sólo once votos para alcanzar la mayoría calificada).

Todo este cálculo cojea desde un principio. Primero, ante el panorama nacionalista que sobre el petróleo mexicano y su industria tiene desde siempre la abrumadora mayoría de la población, fue que decidieron irse por el “albazo” o “fast track” legislativo, con la pretensión de sacar la reforma calderoniana en abril pasado. Como esto abortó debido a la intrépida reacción obradorista y popular de organizar destacamentos civiles en defensa del petróleo y debido a la toma de las tribunas legislativas (¡es un atropello a la legalidad democrática!, vociferaban los panistas y los medios obedientes), han tenido que soportar el debate en el Senado, que a la fecha lleva ya realizados 14 foros, en ninguno de los cuales ha surgido ni la más leve sospecha de que la opinión sapiente e informada del país en materia petrolera esté de acuerdo con el despropósito calderoniano, sino exactamente en su contra.

Si callan hoy los panistas sobre los votos legislativos a favor de su intento privatizante, es porque, una de dos, o no los han conseguido, o ya los consiguieron y pretenden mantener bajo perfil en la línea de “mayoritear” la decisión, sin dar a conocer su verdadera fuerza legislativa.

Lo más seguro es la primera opción. No los han conseguido. Y un indicador de tal situación ha sido la reacción del coordinador priísta en el Senado, Manlio Fabio Beltrones Rivera, hábil en este menester, quien mirando el panorama adverso a la reforma petrolera calderonista, se lanzó contra el espionaje que en su contra dice que realiza el Centro de Investigaciones para la Seguridad Nacional (Cisen). Reacción indignada que tiene más el sabor de un postureo de poker, que la resultante de un insulto a una pureza política y moral que él difícilmente tiene. Es bien sabido que Beltrones durante el salinato (1988-1994), siendo subsecretario de Gobernación, practicó el espionaje político contra enemigos de ese gobierno; tambien es muy sabido que posteriormente ha mantenido un equipo de escuchas telefónicas y espionaje, para golpear a sus enemigos, de lo cual han surgido algunas celebres revelaciones de pláticas telefónicas privadas, por ejemplo, las de su archi enemiga dentro del PRI, Elba Esther Gordillo, lideresa del magisterio, a quien él y otros querían afuera del ex partidazo.

Tal pareciera, pues, que Don Beltrone se está curando en salud respecto de su apoyo inicial, en nombre de la bancada priísta, para aprobar en el Senado la reforma calderonista, como sí lo cumplió en el caso de la reforma a la Ley del ISSSTE, que pone en rapaces manos privadas los cuantiosos ahorros de los trabajadores del Estado, con los cuales bastaría para financiar a Pemex, según los expertos, sin necesitar de las inversiones extranjeras. Está Beltrones vendiendo caro su amor, postureando como ante una mesa de cartas en Las Vegas, viendo que la reforma de Calderón tiene poco futuro. Él por lo pronto empieza a desmarcarse, a ver quién da más.

La corroboración de esto último la vino a dar el expresidente ultraderechista del PAN, Manuel Espino Barrientos, quien en un libro confeccionado al vapor explotó denunciando que el “verdadero peligro” para México no era López Obrador en el 2006, sino que hoy sí lo es Beltrones por el manejo de poder que Felipe Calderón le ha estado otorgando, a cambio del prometido voto de su bancada. Que es tanto como querer “apretar” a Beltrones, de parte del calderonismo, para que no deje de cumplir con su “compromiso” de echar adelante esa reforma petrolera.

Las desventuradas reformas, pues hay otras programadas, están empantanadas, empezando por la petrolera privatizante. Y si Calderón ha hecho de esta primera reforma la “llave” de sus pretendidas siguientes reformas, como la laboral, es evidente que no le atinará, que está pensando con los hígados aviesos de sus patrocinadores, los grandes capitales nativos y extranjeros, y no con la mente clara de la atención a las reales necesidades nacionales.

pojulio2@gmail.com.

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