Por Teresa Gurza.
Hace dos años dediqué parte de mi artículo de la primera semana de octubre de 2018, a la reseña de la boda del 29 de septiembre de César Yáñez; cercanísimo amigo y colaborador durante 23 años, del entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
Tras ver la revista HOLA, que dio su portada y 19 páginas a detalles del enlace, escribí que teníamos más fifís de lo que pensábamos y para nuestra sorpresa, la Cuarta Transformación no se haría sin ellos.
El tiempo me ha dado la razón.
No con Yáñez, porque el despliegue dado a ese enlace que él calificó como "triunfo del amor”, le dejó como en la canción marcas imposibles de borrar; y perdió la oportunidad de ser coordinador general de política y gobierno, en la nueva administración.
Pero sí por lo que vimos.
La novia, Dulce Silva, usó dos ramos naturales y tres diferentes vestidos blancos “bordados con flores en tercera dimensión”; hubo globos con sus iniciales, mojigangas, un salón convertido “en bosque encantado” y langostas, camarones y filetes, para 600 invitados al banquete y la tornaboda.
Y Beatriz Gutiérrez, esposa de López Obrador, cual papisa de la nueva religión, subió al altar a bendecir a la pareja frente al arzobispo de Puebla.
La verdad, me dio lástima el pobre AMLO; porque en lugar de acabar con los fifís como anhelaba, se le multiplicaron en casa y los miró desfilar vestidos de pirrurris tras dos pajecitos que anunciaban con carteles en inglés, "la llegada del amor”.
Ante las generalizadas críticas que ese casamiento ocasionó, López Obrador respondió que no había razón para el enojo, “porque fue evento particular y no acto de gobierno.”
Por eso es que ahora me parece más que raro, ver que en actos de gobierno como son las mañaneras y la ceremonia de El Grito, que nos costó casi 13 millones de pesos, lo pirrurris sea signo de la familia presidencial.
¿Será que los aires de Palacio Nacional trasmiten lo cursi, como las gotitas de saliva, el Covid-19?
¿O qué serlo, era la secreta aspiración de los de la 4T, que llegaron al poder con la cantaleta de “primero los pobres”?
Quién sabe, pero cada día me rondan más interrogantes sin respuestas satisfactorias.
Y no me refiero a las preguntas existenciales, que siempre están ahí; o a quién colocó frente al mar los Moais de la chilena Isla de Pascua, quién diseñó Cusco, a cómo pudo construirse Stonohene tres mil años antes de Cristo.
O a quiénes son los morbosos, que ordenan pasar al aire escenas de inyecciones cada que se dice vacuna.
Sino a las diarias incongruencias de un presidente que exhibe colección de guayaberas bordadas, mientras nos impone austeridad y pide que tengamos solo un par de zapatos.
Y a las de su consorte, que presume maquillista colombiano y estrena vestidos ostentosos, en momentos que debiera mostrar modestia y algo de pena más propia que ajena, porque precisamente esta semana murieron en Monterrey 6 niños por no tener medicinas para sus cánceres; porque ocupamos el cuarto lugar mundial en fallecidos por coronavirus, solo detrás de países con mayor población que la nuestra; y porque es ella el poder tras la silla, del causante de tanta atrocidad.
Se ha pregonado hasta el cansancio, que votaron por AMLO 30 millones de mexicanos.
Pero ahí hay gato (o pacto) encerrado, porque si votaron libremente ¿Dónde están?
Les ordena portarse bien y no matar, y los crímenes van en ascenso; no tomar vías del tren, carreteras o casetas, y ni quien le obedezca.
Hace una rifa y no vende cachitos ni por la décima parte de esa cifra; organiza una consulta de dos semanas para juzgar a cinco pésimos expresidentes, y no junta ni el 5 por ciento de las firmas que esos millones debieran darle.
¿Se le puede creer entonces, que en pocas horas tenga decenas de miles de firmantes para apoyar su gobierno, frente a intelectuales que denunciaron su acoso a las libertades?
¿No será que las firmas colectadas para el juicio a los ex mandatarios, están siendo recicladas?
¿Verá López Obrador videos de sus mañaneras para darse cuenta de sus mentiras, sandeces y contradicciones?
Además de esas y otras muchas preguntas, tengo certezas.
Sé que el presidente es un tipo de mala índole, intolerante, ignorante, burlón, embustero, engreído, egocéntrico y manipulador.
Y que contrario a lo que diariamente reitera, no quiere ni respeta al prójimo, tolera la corrupción de sus amigos hasta en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, nos insulta, divide y destruye lo que entre todos hemos formado.
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