Es algo insólito, casi increíble, lo que está pasando entre los priístas. Se está poniendo de manifiesto, que ya están “hasta el gorro”, con sus dirigentes e incluso con su compañero de partido, el Presidente Enrique Peña Nieto.
Bien, o mal, o regular, siempre, en su mayoría, han sido fieles a su partido. Con todo y que en los últimos 24 años, en Baja California, apenas logran “reintegro” en los comicios locales.
Los dirigentes, tanto nacionales como estatales, e incluso los municipales, les reclaman participación, que salgan a la calle a dar la cara por los candidatos priístas, en especial en la contienda presidencial, en la que el PRI logró sacar al PAN de la residencia oficial de Los Pinos.
Aunque la votación de los comicios presidenciales, no fueron propiamente excelentes, el “efecto Peña Nieto”, permitió a los priístas ganar 7 de 8 diputaciones federales en Baja California, luego que durante años estuvieron en manos de los panistas.
Dieron brincos de gusto, cuando se confirma, que luego de 12 años, el PRI regresaba a la Presidencia de la República. Los tricolores, incluso aquellos que ya coqueteaban con otros partidos, anticipadamente saboreaban el triunfo. Se miraban, ocupando puestos importantes, o a sus compadres o amigos, en posiciones privilegiadas.
Pero, como el triunfo peñanietista, implicó hacer alianzas, abiertas o encubiertas, y luego establecer el llamado Pacto por México, para sacar las reformas estructurales, que supuestamente necesitaba el país para salir del hoyo, y que dizque permitiría que los mexicanos alcanzaran mejores niveles de vida, pues los priístas se quedaron con las ganas de volver a saborear las mieles del poder.
Efectivamente, tuvieron la satisfacción de ver, de nueva cuenta, a un priísta, al frente de la Presidencia de la República. Sin embargo, el equipo de gobierno se conformó de manera “tutifruti”. Al grado de que, hasta las delegaciones federales, fueron asignadas a políticos de casi todos los partidos, menos a priístas. Hasta panistas, que políticamente son sus acérrimos enemigos.
Los priístas, ocurrió con los de Baja California, tuvieron qué conformarse. Los convocaron a participar en la campaña electoral, y luego del triunfo, les tocó ocupar la posición de simples expectadores. Ningún priísta se rebeló por ello.
Lo peor vino, cuando “con calzador”, lograron sacar las reformas eestructurales. Los priístas, preocupados por los efectos nocivos, tuvieron que cargar, con la corresponsabilidad, al ser militantes del mismo partido, que el del Presidente Peña Nieto. Recibieron instrucciones, de poner su mejor cara y defender a toda costa las propuestas presidenciales. La consigna fue en el sentido de que tendrían que “hacer de tripas corazón” y vieran blanco, lo negro. “Que hablaran maravillas en torno a las reformas, aunque les embargara el pesimismo. Se les advertía que la disciplina partidista, les obligaba a solidarizarse con el proyecto del primer mandatario.
De por sí, la clase política está sumamente desprestigiada. Tener qué amortiguar las reacciones de los efectos negativos de las reformas, resultaba una tarea titánica. Representaba sacrificar, los proyectos políticos personales. Tenían la esperanza, de que, tarde que temprano, el Presidente Peña Nieto, y la dirigencia partidista, les reconocieran el sacrificio. Una chamba de buen nivel, sobre todo bien pagada, bien valdría la pena el sacrificio.
Pero no hubo nada. Ni chamba, ni reconocimiento alguno. En cambio, con coraje observaban, cómo las posiciones importantes, eran asignadas a rivales políticos, que no movieron ningún dedo para apoyar a Peña Nieto en su campaña electoral. Posiciones que fueron resultado de meras negociaciones, mientras que los priístas, quedaron como simples mirones. En espera de recibir instrucciones, para sumarse a los futuros comicios.
Apaleados, ninguneados, sometidos, decepcionados y marginados, en su mayoría, no daban muestras de reaccionar negativamente. La disciplina partidista, seguía siendo, para ellos, la regla de oro. En todo caso, los ganones, los que sí sacaban ventaja, hasta de las derrotas electorales, los líderes del castrotrentismo y del hankismo, seguían campantes, lamiéndose las heridas, pero preparándose para la próxima contienda.
Desterrado de Baja California, Fernando Castro Trenti, muchos priístas sentían la esperanza, de salir de la marginación. Bueno, los castrotrentistas tuvieron el control del priísmo durante los últimos años, y ni a los hankistas les compartieron algo. De cada quien dependía el lograr avanzar o colarse, al considerar que el hankismo, es menos dominante que el castrotrentismo.
Sin embargo, las esperanzas murieron anticipadamente, cuando representantes del CEN del PRI, vinieron a hacerles saber que la castrotrentista Nancy Sánchez, seguiría al frente del partido en la entidad, como “una necesidad de llegar unidos hacia los comicios del 2015”. Ni siquiera les preguntaron si es que estaban de acuerdo. Simplemente les dijeron que eran los deseos –órdenes, pues- del líder nacional del PRI, César Camacho.
Esto, ha provocado un hartazgo, entre los priístas de Baja California. Ya no quieren más centralismo, más imposiciones y más abandono. Para empezar, reclaman una elección democrática de sus nuevos dirigentes. No a la imposición, advierten.
Los primeros en rebelarse, fueron los integrantes de la APBC, la Agrupación Política de Baja California. Este lunes, 7 de abril, a las 8:30 de la mañana, se reunirán, para los mismos propósitos, los expresidentes del PRI municipal de Tijuana. Definitivamente, están hartos.
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