Para quienes de una u otra forma ejercen el periodismo, el captar información y transmitirla en forma de noticia, sea texto, gráfica, audio o video, pareciera que ya están acostumbrados a ello. Que prácticamente nada les sorprende.
Sin embargo, el día de ayer una noticia funesta caló hondo en muchos periodistas. Un compañero y amigo, Ramón Abel López Aguilar, de 53 años, fotógrafo de prensa o reportero gráfico, como quiera que deseen denominar a quienes realizan ese tipo de labores para los medios de difusión, fue encontrado sin vida.
La noticia en sí, es escueta. Un balazo en la cabeza, parece que fue la causa de su muerte. Una versión indica que fue privado de la libertad la madrugada del lunes, mientras estaba en plena calle, en una reunión familiar, allá por la zona este de Tijuana. Las investigaciones policiales involucran a un yerno, a quien incluso dicen que le resultó positiva la prueba de balística.
Abel, como le llamaban sus conocidos, era director del portal de noticias “tijuanainformativo.info”. Tenía muchas esperanzas en su proyecto, al que le dedicaba bastante tiempo, tratando de mejorarlo cada día.
Tenía carácter fuerte, pero no era precisamente conflictivo. Como periodista, y como director de un portal informativo en internet, no era presuntuoso, ni prepotente. Su perfil era precisamente como la denominación de su periódico digital : informativo.
No era propiamente audaz, ni manejaba temas escabrosos o delicados, como para que alguien decidiera quitarle la vida. Quizás por eso llama la atención el caso. Las evidencias indican que fue, como dicen los funcionarios de la Procuraduría de Justicia, un asunto meramente circunstancial.
Ya no se puede hacer nada para que Abel recupere la vida. Le corresponde a las autoridades policiacas investigar, a la representación social ejercer acción penal en contra de quien o quienes resulten indiciados y a las autoridades judiciales analizar los elementos, juzgar y dictar la sentencia correspondiente.
A los periodistas, además de cumplir con su tarea diaria, informar sobre lo acontecido. Sólo queda estar al pendiente del curso de las investigaciones y corroborar que el informe final sea creíble y sustentable. Además de esto, solidarizarse con la familia de Abel, pedirles resignación y ofrecerles apoyo para que continúen adelante, no obstante la falta del jefe, del pilar, del guía.
Sin embargo, en momentos como estos, ante acontecimientos fatales como el deceso de Abel, cabe reflexionar sobre las condiciones en que muchos periodistas ejercen sus labores cotidianas. Quizás igual o peor que muchas personas que ejercen oficios diversos. Una economía raquítica, enormes sacrificios familiares y una tarea titánica para sobrevivir.
Las llamadas leyendas urbanas, en torno al periodismo, están totalmente fuera de la realidad. No gozan de privilegios, ni de prerrogativas, ni de condiciones favorables de ningún tipo.
El periodismo, por el trato diario con todo tipo de personajes, permite establecer amplias relaciones con personas de todos los sectores sociales. Pero generalmente el aprecio deriva del valor del trabajo que desempeñan. Cuando dejan de ejercerlo, como en este caso por perder la vida, pasan a ser un mero recuerdo. Un recuerdo que tarde que temprano se olvida.
Los ingresos, de la generalidad de los periodistas, son sumamente precarios. El periodismo es de las profesiones, u oficios, más mal pagados y menos valorados y reconocidos. Muchos de ellos, incluso con título universitario, forman parte del ejército de desempleados. Los que laboran para alguna empresa, no hay mucho que puedan festejar.
A raíz del surgimiento del periodismo digital, surgieron oportunidades para que los periodistas desempeñaran sus labores. Muchos han creado portales y compiten, contra el anonimato, en principio, para publicitarse. Si no los conocen, no los leen.
El problema que enfrentan, es general para todos. Los periodistas son personajes muy solicitados, para que capten fotografías, videos o información, que difundan actividades de políticos, empresarios y de muchas otras personas que realizan actividades diversas.
Sin embargo, apenas solicitan que les compren espacios para que sus medios de difusión subsistan, e incluso para que ellos puedan lograr el sustento económico de sus familias, se diluye la estimación o el aprecio. Los beneficiados, reclaman un periodismo veraz, oportuno y gratuito. De gorra, pues.
A esos “amigos ocasionales” o circunstanciales de los periodistas, no parece preocuparles si los periodistas comen, si sus hijos van a la escuela, si sus familias tienen resueltas sus necesidades más elementales. Son como seres invisibles. Nadie los ve, ni los escucha, salvo cuando la labor periodística que realizan les beneficia, les proyecta.
Podría decirse, sin ánimo de exagerar, que los periodistas no tienen amigos. Tienen intereses. Son apreciados, si son útiles, como voceros o difusores de imágenes o actividades de personajes diversos.
Por ello, sin que se afirme que ese sea el caso de los familiares de Abel, cuando el jefe de la familia fallece, enfrentan condiciones lamentables, deprimentes. No hay institución alguna, pública o privada, que les apoye, que se preocupe por ellos.
Notas funestas como el fallecimiento de Abel, son de las que nunca quisiera uno difundir. Que nuestro compañero y amigo, Abel López, descanse en paz.
gil_lavenants@hotmail.com
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