Por Francisco Castro
TIJUANA.- Diariamente, entre 200 y 240 personas son deportadas a Tijuana, México, desde donde intentan cruzar nuevamente “hacia el otro lado”, se pierden en la urbe fronteriza o pasan desapercibidas entre las decenas de vagabundos que pululan en la ciudad.
Y desde el 2007, Casa Refugio Elvira ha albergado a unos 4,000 de estos hombres y mujeres, proveyéndoles alimentos y albergue mientras intentan regresar con sus familias en Estados Unidos o deciden su futuro en la tierra que los vio nacer.
La casa tiene dos cuartos, baño, cocina y sala. Está ubicada en el centro de la ciudad, se sostiene con donativos privados y gubernamentales. A su cargo está Micaela Saucedo, de 67 años, que funge como consejera, amiga o como un hombro para llorar.
“Aquí les conseguimos apoyo económico para que se regresen a su lugar de origen”, dijo Saucedo, aunque agregó que el 99% piensa en regresar a Estados Unidos”.
El Refugio tiene espacio para 20 personas, aunque hay temporadas en que llegan a residir hasta 40 personas.
Actualmente, tres hombres, todos ellos padres de familia deportados de Estados Unidos, viven en la casa, donde pasan los días ayudando en lo que se pueda y buscando cómo ingresar al país de donde fueron echados. Aquí están sus historias, de acuerdo a sus relatos dados a HOY.
Francisco Castro
Antonio Galarza fue deportado a Tijuana, donde dijo haber recibido una golpiza por parte de policias municipales que lo dejo en un hospital por una semana.
Antonio Galarza
Tiene 42 años y ha vivido en Fresno desde que tenía 9 años. En el 2005, Galarza fue de visita a Carolina del Norte y un amigo lo invitó a ir de paseo. Lo que no le dijo fue que primero harían una entrega que resultó ser droga que vendieron a quien resultó ser un policía encubierto.
“Me lo dijo hasta que iba hacer la entrega y ya ni chance tuve de bajarme [del carro]”, dijo Galarza.
Él pasó 35 meses preso y luego fue deportado a Guerrero, México, perdiendo así su residencia permanente. Posteriormente regresó ilegalmente a Estados Unidos y, en enero de este año, cuando se le descompuso su auto, un agente del Sheriff llegó a preguntarle qué pasaba. Pero le pidieron sus documentos y, al no tenerlos, fue arrestado frente a su esposa e hijo mayor y fue llevado a la estación.
Galarza afirmó que su arresto fue tan traumático para su esposa, que ella perdió al bebé de tres meses que llevaba en su vientre. Luego fue transferido a las autoridades de Inmigración y lo deportaron a Tijuana, donde su bienvenida a México fue ser secuestrado por policías municipales que se lo llevaron a él y otros migrantes recién deportados a las afueras de la ciudad.
Dijo que los policías le quitaron el dinero y le rompieron los documentos que llevaba.
“Ni para un refresco me dejaron”, expresó.
Y por reclamarles, le dieron una golpiza que lo envió por una semana al Seguro Social. “Me dolía hasta toser”, dijo Galarza.
Su esposa le envió 800 dólares para pagar su estadía en el hospital y le manda dinero regularmente para mantenerse e intentar cruzar una vez más ilegalmente.
Hace unas semanas, él y siete personas más trataron pasar a suelo estadounidense, caminando por nueve horas en el área de “La Rumorosa” (entre Tijuana y Mexicali), ya que los “coyotes” le aseguraron que el frío y la nevada que había caído era propicio para burlas las autoridades.
Sin embargo, no habían ni llegado a “la línea” cuando los coyotes observaron a varios agentes migratorios y abandonaron al grupo a su suerte.
“Bajamos del cerro a tientas porque no se veía nada”, dijo Galarza.
Pero lo volverá a intentar porque no tiene de otra. “Tengo que”, dijo. “Tengo a mi esposa y a mis hijos allá”.
Francisco Castro
Jose Martinez fue deportado despues de ser detenido por manejar sin licencia en San Francisco.
José Martínez
Hace cinco años, a Martínez le dieron una infracción en San Francisco por no tener licencia de conducir. Aunque intentó pagarla, dijo que la multa nunca le apareció cuando fue a la corte a indagar. Pero en octubre lo volvió a parar la Policía y entonces sí apareció la infracción y el hecho de que no contaba con licencia de manejar.
“Deberían de dar la oportunidad de pagar por delitos menores,”, expresó.
Fue transferido a Inmigración. Pasó un mes detenido y fue ante un juez y firmó su salida voluntaria a México, país en que no vive desde hace 17 años.
“Para estar encerrado, mejor decidí que me sacaran y ver si me puedo regresar”, dijo.
Lo deportaron a Nogales, pero él se fue a Tijuana porque pensó que sería más fácil cruzar por estos lados.
Y es lo que el cocinero, pintor y constructor ha venido tratando de hacer desde entonces, aunque no ha tenido suerte.
“Es desesperante. No te hayas a la vida de aquí”, dijo Martínez, de 33 años y quien tiene a su esposa y tres hijos esperándolo en San Francisco. “No sabes ni qué hacer”.
Él conoció a José Romero mientras ambos intentaban cruzar ilegalmente por una alcantarilla.
“Como topos estábamos escarbando para salir”, dijo. “Lo que hace uno por el sueño americano”.
Pero al salir el último de los ocho migrantes que intentaban cruzar de esa manera, un agente de la Patrulla Fronteriza los detuvo.
“Nos tiraron a Matamoros. Lo hacen para que uno se asuste y no lo vuelva intentar”, indicó Martínez, quien se volvió a regresar a Tijuana, donde ha pasado dos meses rentando cuartos de hoteles y tiene más de un mes en Casa Refugio Elvira.
“Pero la idea es regresarse y lo vamos a lograr si Dios quiere”, expresó
Francisco Castro
Juan Romero ha sido deportado numerosas veces en su intento por regrear con su famliia en Encinitas, California.
Juan Romero
El año pasado, al enfermar su padre, Juan Romero decidió irlo a visitar a su natal Guanajuato, México, después de 9 años de trabajar en el campo en el área de Encinitas, cerca de San Diego.
No obstante, al intentar regresar ilegalmente por el lado de Sonora, fue detenido y regresado a México.
“Tienen mucha vigilancia. Ya no se puede”, indicó.
Él Se vino a Tijuana e intentó pasar a Estados Unidos por este lado, pero tampoco tuvo suerte y en septiembre lo intentó una vez más por el área de Nogales.
“Ya estaba adentro cuando me agarraron”, relató.
Fue detenido y pasó 75 días preso.
“Me dijeron que la próxima vez van a ser cinco meses [de cárcel]”, acotó.
Salió libre el 15 de diciembre y lo enviaron a Reynosa. Se regresó a Tijuana para intentar pasar nuevamente.
Ahora tiene un mes y medio viviendo en la Casa Refugio Elvira, aunque sigue buscando la manera de reunirse con su esposa y tres hijos.
“Qué más queda, tengo que regresar con ellos”, expresó. “Se siente mal estar lejos uno de la familia, sin trabajar, sin poder ayudarlos”, agregó Romero, de 35 años. “Gracias a Dios que mi esposa tiene a sus papás, sino, no se cómo le estaría haciendo”.
Romero ya intentó llegar a Estados Unidos dos veces más, la última a través de una alcantarilla.
Pero el resultado fue que lo agarraron y en vez de enviarlo a Tijuana, lo enviaron a Matamoros.
Ahí dijo que los mismos agentes del Grupo Beta (que provee ayuda a migrantes del lado mexicano) le recomendaron que abandonaran la ciudad. También, él temía ser secuestrado por el Grupo Zeta para luego pedir rescate a sus familiares.
“A mi hermano lo secuestraron el año pasado. Gracias a Dios no le hicieron nada”, aseguró Romero, quien no desistirá de tratar de cruzar. “¿Qué más hago?”, enfatizó. “Tengo que regresar por ellos [mi familia]”.
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