lunes, 5 de diciembre de 2011

Los errores de Margarito

Por Érika Montoya (Milenio)
Antonio Margarito staba dispuesto a pagar cualquier precio por ganarle al boricua Miguel Ángel Cotto. El mexicano se declaró listo para llevar a las últimas consecuencias la frase: “Lo que se dice con la boca, se sostiene… con los puños”, pero no contó con la intervención de la Comisión Atlética de Nevada que sólo hizo su trabajo. Estos son los errores que cometió el Tornado de Tijuana.


ESTRATEGIA. Antonio Margarito escaló al ring del Madison Square Garden con la idea de que Miguel Ángel Cotto ya no tenía ni boxeo ni piernas y su meta era llegar a cansarlo para tener un blanco fijo al cual pudiera acorralar en las cuerdas. El mexicano, de 33 años de edad, estuvo los nueve rounds recibiendo cualquier cantidad de golpes sin desviarlos, ni evitarlos. Al contrario, Margarito se dedicó a corretear al boricua por todo el ring cachando la mayor parte de sus golpes con el ojo derecho. Sin importar que él llevara la ventaja de la distancia, por ser más alto que Cotto, redujo el espacio entre ambos igualando las condiciones con miras a tener una pelea cuerpo a cuerpo y en lugar de cambiar de estrategia al ver que no funcionaba, insistió pensando que el boricua dejaría de caminar eventualmente.

VELOCIDAD. Al bajar del Centro Ceremonial Otomí, Antonio Margarito presumió de tener la mejor condición física de toda su carrera y sí, lo demostró en el ring, pues estuvo tras de Miguel Ángel toda la contienda. Lo único en lo que no se enfocó durante esos dos meses en Toluca fue, al parecer, en la velocidad de golpeo. El mexicano lució una rapidez digna de un peso Semicompleto y no tuvo cómo neutralizar los envíos del boricua durante los poco más de 27 minutos de contienda. Fortaleza fue un punto a su favor, pues además de aguantar los mejores golpes de Cotto, logró asestar algunos que dejaron al isleño sobre piernas tambaleantes, pero sin la velocidad no pudo rematarlo.

FALTA DE PRECAUCIÓN. De antemano el mexicano sabía que la Comisión Atlética de Nueva York estaría muy al pendiente de la evolución de su ojo derecho a lo largo de la contienda y aún así no hizo mucho por protegerlo. La táctica de “pégame hasta que te canses y luego me toca a mí”, no fue la idea más brillante que tuvo Margarito. Jabs, volados y uppers, sin ni siquiera esforzarse por detenerlos, hicieron que el ojo comenzara a enrojecer y luego inflamarse provocando que al décimo asalto el médico no autorizara su salida. ¿Realmente valía la pena arriesgar el ojo por el orgullo? Si Tony no tuviera el antecedente de la pelea ante Manny Pacquiao, en donde terminó fracturado del ocular, otra cosa hubiera sido, pero bajo esas circunstancias el pedir un round más fue pura irresponsabilidad.

SOBERBIA. Desde que comenzó la promoción del encuentro ante Cotto, Antonio Margarito tomó el papel del villano y el exceso de confianza y orgullo se hicieron presentes. El Tornado de Tijuana dejó de lado la caballerosidad y el espíritu deportivo y calificó la pegada de Cotto “como la de una niña”. Además, a la menor provocación minimizaba a su rival diciendo que ya estaba acabado. Por si no fuera poco terminando la contienda, el tijuanense ratificó que el boricua no pegaba y que si ganó fue porque la comisión local lo protegía. Con esto lo único que demostró el boxeador mexicano es que no sabe perder.

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