Por Gilberto Lavenant
El mundo entero, no solo México, se estremeció con la horrible masacre del casino de Monterrey, Nuevo León. Algo sumamente lamentable. Parecía que los hechos sangrientos de esta narcoguerra, habían llegado a su límite, en cuanto a magnitud, por el número de víctimas en un solo evento, y en cuanto a la maldad. Parecía.
Hoy, los mexicanos ya no saben, hasta dónde llegará todo esto. ¿ Cuántos casos más, como ese, se habrán de padecer? ¿Cuántas víctimas más se sumarán a los 50 mil o más? Esto no parece tener fin.
Una vez más, el fracaso de la narcoguerra de Felipe Calderón, se pone de manifiesto. Los reclamos no se han hecho esperar, empiezan a identificarse a nuevos Sicilias, que sin duda alguna se sumarán a muchos otros que siguen gritando ¡Ya basta ! ¡Estamos hasta la madre!
Y Calderón, acude a Nuevo León a dar el pésame a las familias de la víctimas, a prometer que se aplicará toda la fuerza del Estado para encontrar a los responsables, aunque nunca se llegue a conocerlos, y de paso a pedirles perdón, por no haberlos podido proteger, salvaguardar, de esta violencia desatada, como es su obligación como Presidente de México.
Calderón, supuestamente dialogó con los líderes sociales, encabezados por el poeta Javier Sicilia, que le reclamaron en forma personal y directa que ya termine esta violencia, que rectifique la estrategia. La simple solicitud de perdón del Primer Mandatario, no basta, en tanto que no se observa nada nuevo en esta narcoguerra, más que el surgimiento de más hechos sangrientos.
Las cosas se complican, pues aunque los medios de difusión solamente difunden una parte de tantos hehos criminales, cada día que pasa Calderón va perdiendo su fuerza política y su capacidad de respuesta, ya de por sí errática e ineficiente. Estamos por iniciar el proceso electoral hacia la renovación de la titularidad de la Presidencia de la República y seguimos en manos de políticos, motivados por intereses políticos, que pretenden el poder público, para su disfrute y usufructo ilimitado, pero no para velar por el bienestar y superación de los mexicanos.
Mientras tanto, surgen más pobres, más desempleados, más jóvenes sin oportunidades de estudios a todos los niveles, más hechos violentos por doquier, más despilfarro de recursos públicos. Y más corruptos administrando los recursos públicos, en beneficio propio, endeudando gobiernos, cerrando espacios, claudicando oportunidades de progreso y superación para los mexicanos.
No cabe duda, que México, guardadas las proporciones, por los tiempos, más que por la magnitud de las cosas, hace rato que superó, negativamente hablando, las condiciones que propiciaron los dos grandes movimientos armados del país, el de la independencia y el de la revolución mexicana. Esto es el caos.
Ya no hay orden, la autoridad en general adolece de serios vicios e ineficiencias. Mientras que unos sucumben a manos del crimen organizado, asesinados o secuestrados, muchos otros mexicanos están pagando precios diversos, para no ser víctimas. El “cobro de piso”, lo enfrentan profesionistas, grandes empresarios e incluso modestos comerciantes. Esto ya es intolerable.
Por si fuese poco, es evidente que los mexicanos todos se están acostumbrando a todo esto. Luego de la exclamación de horror, les vence la apatía, el valemadrísmo, el sentirse ajenos a la realidad en tanto que el fuego no les alcance. Considerar como normal, lo anormal, es aberrante.
Por su parte, los gobernantes, a lo de siempre, a tapar pozos, luego de ahogados los niños. De pronto se dieron cuenta que los edificios de los casinos, son inseguras, que incluso muchas de estas empresas, funcionan al márgen de la ley, que su equipo fue introducido ilegalmente al país.
Los operativos extraordinarios, en ese sentido, se instruyen y aplican en casi todos los rincones de México. Igual que como lo hicieron cuando ocurrió lo de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, y súbitamente se percataron que bajo condiciones irregulares similares, operan las que existen en todo el país.
Como ocurrió, cuando centros de diversión en la capital del país, fueron escenarios de siniestros y se puso al descubierto, lo que nadie se preocupó por verificar y evitar, no obstante ser su obligación, que carecían de salidas de escape, que no reunían las condiciones de seguridad más elementales.
Solo en esos momentos, surge la fiebre de tapar pozos, pero solo pozos específicos, los similares a los siniestrados, en tanto que dejan descubiertos muchos otros, que probablemente sean tapados, hasta que caigan más niños. Hasta que ocurra un nuevo siniestro.
El riesgo que se enfrenta, es que hechos como la masacre de Monterrey, así como muchos otros, no solo den surgimiento a nuevos Sicilias, sino que den lugar a estallidos sociales. Entonces, vendría el caos del caos, valga la redundancia. El caos, ya se padece actualmente, pero puede ser peor. Mucho más, de lo que ya se vive.
gil_lavenants@hotmail.com
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