sábado, 11 de junio de 2011

Trata de personas

Por Teresa Gurza
Es el de los trabajadores emigrados, uno de los más tristes y sensibles problemas del mundo de hoy; y además, de muy complicada solución.
Porque se trata de hombres y mujeres que por guerras, hambre, persecuciones, necesidad de trabajar o buscar un porvenir mejor, dejan atrás todo.



De seres humanos que pese a los riesgos físicos y las penas emocionales que salir del propio país implica, lo hacen; y muchas veces sólo encuentran problemas que ponen en peligro sus vidas.



Son tantos los emigrados y tan graves las dificultades y desafíos para darles protección y garantías, que la Alta Comisionada de Naciones Unidas para Derechos Humanos Navi Pillay, ha pedido ayuda internacional para poder hacerlo.



Conocemos bien en México este tema; sabemos de los millones de paisanos, a los que se han agregado centroamericanos, que emigran; y que en su huída de la pobreza son víctimas de bandas de maleantes o de funcionarios corruptos y sin pizca de compasión.



De los miles que cada día, conociendo o sin conocer las dificultades que la travesía implica, saltan a ese tren llamado con razón La Bestia para llegar a lo que piensan son las puertas de la abundancia; que identifican con Estados Unidos.



La mayoría de los que se van, sueñan que regresan con recursos que les permitirán vivir con mayor comodidad; pero muy pocos llegan a ver sus ilusiones convertidas en realidad.



Muchos para poder sobrevivir, se emplean en lo que haya; en trabajos nada que ver con lo que les habían ofrecido o contado los “polleros” que los impulsaron a hacer el viaje.



Eso les pasó hace muy poco a alrededor de cincuenta paraguayos que llegaron a Chile, engolosinados con promesas que nunca se cumplieron.



Y en condiciones tales que además del engaño, puede conformarse el delito de trata de personas; tercero a nivel mundial después del tráfico de armas y drogas, por el dinero que reporta a quienes negocian con gente; y que en este caso se agrava porque entre ellos había por lo menos, una menor de edad.





Las cosas sucedieron en una hacienda del centro de Chile, propiedad del empresario Francisco Javier Errázuriz; y afecta a un grupo de ciudadanos de origen paraguayo, que fueron contratados en su país por un enviado de Errázuriz, para trabajar acá como campesinos.



Pero a poco de llegar, se dieron cuenta de que las condiciones laborales eran pésimas; mucho el trabajo, mala y poca la alimentación, inadecuado el alojamiento y peor la paga.



Y algunos decidieron escapar del lugar donde permanecían casi presos, y pedir ayuda a la policía.



Se descubrió entonces el pastel; porque al meterse las autoridades en el asunto, encontraron muchas irregularidades; entre otras, que habían entrado ilegalmente a Chile y carecían de visas de trabajo.



El patrón Errázuriz, uno de los hombres más ricos de Chile, argumentó que no se trataba de trabajadores, sino de invitados suyos que sólo estaban viendo como se hacía el trabajo de campo en sus ranchos.



Por supuesto nadie le creyó y la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, ordenó una investigación de la que se derivaron multas por casi medio millón de dólares y una indagatoria en Paraguay para ver si puede conformarse el delito de trata de personas.



Y la directora del instituto chileno de derechos humanos, Lorena Fríes, presentará una denuncia criminal.



Errázuriz pretendió defenderse acusando a la ministra Matthei de actuar, “peor que el gobierno de la Unidad Popular y el presidente Allende”; y diciendo que al entrevistarse con sus trabajadores recogió únicamente “chismes y cuentos fantasiosos”.



Y está tan furioso por haber sido descubierto, que amenazó con que si el gobierno no para los procedimientos y le quita las multas, no le será posible pagar los salarios de las alrededor de mil personas que trabajan en sus empresas y predios.



Pero la ministra Matthei dijo que lo hecho por el empresario no quedará impune; “porque es una de las cosas más graves que me ha tocado ver".



Ojalá que así sea.

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