Por Eric Fernández
Joven veinteañero Javier " El Chicharito" Hernández, auténtico sinónimo de éxito, goleador del Manchester United, con una popularidad gigantesca, desafía con goles los límites del principio de Laurence Peter y asciende vertiginoso en la jerarquía futbolística pasando rápidamente de oportuno relevo a ser en la práctica todo un "titular indiscutible" como dicen los comentaristas deportivos .Su apodo curiosamente reverdece la facilidad para conectar con sus fans; obviamente respaldado por un talento natural, el gran Chicharito hace parecer fácil lo realmente difícil, producto de sus habilidades y por supuesto gracias también a su formación deportiva. Hernández avanza a paso firme, con la calma que lleva el que va de prisa, como dice la canción "Encampanados" del excelente grupo musical jalapeño-veracruzano "Jugosos Dividendos”. En su presente goleador cosecha minutos que canjea --como promoción de corcholatas ahora taparoscas— por unas generosas dosis de confianza para competir en ligas de altísimo rendimiento, superando con sus actuaciones el pronóstico de aquellos incrédulos que apostaban con reservas por un jugador al que pensaban portaría de nuevo la acostumbrada etiqueta con el título de estrella fugaz; ahora esos mismos apostadores duplican su riesgo, jugándose doble contra sencillo a que Chicharito Hernández está en la ruta correcta rumbo a la epopeya de alcanzar --incluso rebasar-- las conquistas de otro grande como lo fue en su tiempo Hugo Sánchez.
A Javier Hernández le quedó pequeña la liga mexicana, le quedó chico un equipo grande como el Guadalajara y su flamante estadio, pero un apodo en diminutivo contribuyó a la dimensión de figura que ahora lo acompaña; hablando de acompañantes, los pasajes de proyección de este futbolista mexicano contaron con el padrinazgo de Jorge Vergara y de Angélica Fuentes quienes siguiendo el camino de la internacionalización de su empresaOmnilife (tercera en ventas a nivel mundial en productos de ese giro, sólo atrás de Amwayy de Herbalife respectivamente), la pareja Vergara-Fuentes aplicó esa escuela comercial para vender en vitrina iluminada a su “Omnichícharo” ni más ni menos que al fútbol inglés.
Chicharito a pesar de su juventud, seguramente conoció los entretelones de los planes de negocio que su propia valía facturó y ahora que sus goles comienzan a tomar forma de discurso publicitario, probablemente estará próximo a ser rondado por “tiburones” políticos –si no es que ya algunos de ellos le mostraron los dientes-- pretendiendo morder su acreditada fama para manchar las aguas oceánicas del fútbol con sus ambientes político-electorales, sujetándose así al arrastre mediático de un pequeño chícharo mete goles, para usarlo como eje de comunicación en las ya cercanas campañas con cita impostergable del 2012. Si esto sucede, Javier Hernández tendrá que ser muy bien asesorado, para saber a qué político servirle de imagen escenográfica ya que su propia reputación puede llevarse una abolladura que sinceramente no la merece; vale decir a sus asesores en imagen pública lo que NO necesita Javier Hernández: más dinero a costa de corruptos políticos con disfraz de honestos servidores públicos; más fama a cuenta de personajes que sin el mayor decoro compraron periodistas y medios de comunicación; o simplemente firmar un compromiso futuro para que después de su estadía futbolera se generen en torno a la figura del Chicharito negocios o incluso posiciones políticas que sólo estorbarán a su propia historia de éxitos.
Que sea de goles el plan de negocio que envuelva el entorno de Javier Hernández y no de desviados manejos de su presencia pública; que recuerde este estupendo jugador que también puede quedarle chica la estrategia de propaganda de cualquier político necesitado de su imagen. No vale la pena Chicharito, tu enfoque, tu objetivo debe ser la portería y no salvarle la campaña a nadie, no te prestes por favor a deslavarte en el agua sucia de la política fácil, mejor te ruego sigue haciendo sencillo lo más complejo como meter un par de goles en la Champions League poniendo el par de “chícharos” que siempre pones.
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