TOKIO.- Son los héroes de Fukushima, y quizás las primeras víctimas. Unas 50 personas luchan a contrarreloj en la dañada central nuclear contra un desastre nuclear de consecuencias imprevisibles. Todo parece apuntar cada vez más a que se trata de una misión que no tendrá un final feliz.
El primer ministro, Naoto Kan, compareció en un overol azul y con expresión de cansancio elogiando a los trabajadores que combaten contra el infierno de Fukushima. “Tienen que tener la determinación de resolverlo”, dijo, citado por la agencia de noticias Kyodo. Si la empresa Tepco retira antes de tiempo a los operarios restantes, la compañía podría verse abocada al colapso. Cincuenta personas continúan luchando contra la temida catástrofe. La intervención suicida de los trabajadores de la planta la han ordenado las más altas instancias. Mientras tanto, el mundo tiembla de miedo junto con esas personas, cuya identidad no ha trascendido hasta ahora.
Desde que Kan emitiera una advertencia el martes, la situación ha seguido empeorando. Fukushima I se ha convertido en un cúmulo de chatarra de acero y restos de estructuras de edificios de los que emanan vapor y humo. Los “Fukushima 50”, según se les denomina, gatean, de acuerdo con medios locales, por el laberinto de la instalación dañada. A muy poca distancia están las barras de combustible de un total de seis bloques, cuyos núcleos corren el riesgo de fusionarse o ya se han fusionado parcialmente.
Del gobierno nipón y la compañía atómica sólo trascienden pequeñas informaciones de lo que ocurre en la central. Sin embargo, en parte gracias a la interpretación de expertos, medios japoneses, el estadounidense The New York Times, el británico The Guardian y el francés Le Figaro, entre otros, se tiene ya una imagen estremecedora.
Los empleados de Tepco llevan máscaras para respirar. Algunos incluso llevan sobre su espalda bombonas de oxígeno. Sus trajes de protección y gorros especiales repelen las partículas radiactivas, aunque no la radiación invisible. Otros 750 trabajadores fueron puestos a salvo. Saben que los que se quedaron en Fukushima I están arriesgando su salud. Decenas de ellos están ya heridos, 11 de ellos a causa de una explosión de hidrógeno en el bloque 3. Lo que hacen ahora no figura en ningún manual de instrucciones. Intentan con bombas de bomberos, que no están diseñadas para ese fin, inyectar grandes cantidades de agua marítima en los reactores. Desesperados luchan por mantener en funcionamiento instalaciones eléctricas o bombas o ponerlas en funcionamiento en caso de no estar operativas.
La pregunta que se planteaban hoy muchos era por qué esas personas ponen en juego su vida. Seguramente influya el hecho de que en la educación japonesa se conceda gran valor al sacrificio del individuo por la comunidad. A todo ello podría sumarse un sentimiento de solidaridad en una planta de ese tipo. “Se desarrolla un sentido para la lealtad y el compañerismo cuando se entrena durante años junto con otros hombres y se hacen cambios de turno”, dijo un operario de una central norteamericana que lleva muchos años en la profesión al Times.
Un hombre de la prefectura de Shimane, situada a cientos de kilómetros de Fukushima, incluso se presentó voluntario. Según la cadena de noticias estadounidense ABC, los 50 trabajadores han decidido seguir en las tareas para controlar la planta de modo voluntario, debido a que son personas mayores o próximas a jubilarse y que ya han pasado su vida reproductiva.
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