lunes, 14 de marzo de 2011

COLUMNA: Palco de Prensa

* El fanatismo
Por Gilberto Lavenánt
El fanatismo, puede constituir una enfermedad mental, cuando se refiere de manera individual a alguien, pero es un mal social, cuando se dá en forma grupal.

El fanatismo es una condición de ceguera e irracionalidad, que hace perder la cordura, el sentido, común, la lógica, la capacidad de tolerancia frente a los que no manejan estilos, formas, ideas y creencias semejantes.

Al fanático se le describe como una persona  que defiende con tenacidad desmedida sus creencias u opiniones. Aquel que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo o por alguien.

También se dice que el fanatismo supone una adhesión incondicional a una causa y en muchos casos lleva al individuo a comportamientos irracionales y violentos.

El fanático está convencido de que sus ideas son las mejores y correctas, y los equivocados son los demás, los que piensan o actúan distinto a ellos.

Cuando se trata de llegar al poder, los fanáticos desarrollan todo un sistema, para formar estructuras sociales, religiosas o políticas, apropiadas o acordes a sus ideas, sin importarles para nada arriesgar posiciones o condiciones sociales, económicas o políticas.

El de Raymundo Figueroa, el llamado “padre desobediente” en Playas de Rosarito, podría ser considerado como el surgimiento de una situación de fanatismo, que debe preocupar a propios y extraños, pues nadie puede anticipar hasta dónde habrá de llegar, y cuáles serán sus consecuencias.

Un individuo que escogió el sacerdocio para dedicar su vida a profesar la religión católica, que de pronto inicia actos de desobediencia hacia la jerarquía católica, al grado de que propicia y alienta una rebelión. Algo común en los fanáticos, es formar grupos de seguidores, a los que convierten al fanatismo, haciéndoles afines a sí mismo.

Uno de sus primeros seguidores, lo es su hermano Gabriel, también dedicado al sacerdocio, quien le emula en todos sus actos. Ellos son “víctimas” del orden, de las jerarquías establecidas. Por ello su comportamiento. Están seguros de que no deben someterse a nadie, que deben ser libres y que sus creencias y formas de conducta, las defenderán incluso con sus vidas.

El fanatismo hace a los individuos perder su capacidad visual y auditiva. Solo escuchan y ven lo que los llevó a ser fanáticos.

Si tales condiciones se aplican o se reconocen en los hermanos Figueroa y sus seguidores, se convencerán de que el movimiento surgido en la Iglesia del Santísimo Sacramento, en Playas de Rosarito, apenas empieza y no tiene para cuando terminar. La iglesia católica, representada por la Arquidiócesis de Tijuana, a cargo del Arzobispo Rafael Romo Muñoz,  enfrenta ahí un serio problema de sublevación, de consecuencias que difícilmente pueden ser predecidas. Algo que podría ser considerado como un mal social.

Una muestra de ese fanatismo, se dió esta semana. El padre Felipe René Tlayeca Soledad, a cargo de la Parroquia Cristo Resucitado, ubicada en la colonia Salvatierra, aquí en Tijuana, fue agredido físicamente por un fanático seguidor del “padre desobediente”. Que de paso es su cuñado, o sea está  casado con una hermana de Raymundo Figueroa.

Los hechos ocurrieron el martes 8 de marzo, aproximádamente a las 17:15 horas. Tlayeca se encontraba en su templo y hasta ahí llegó Manuel Velasco Herrera, a reclamarle, primero de palabra y luego a golpes, el hecho de que supuestamente el sacerdote estaba obligando a su madre, o sea la madre del fanático, a acudir hasta el templo que ocupaba el “desobediente”, como parte de un movimiento de los afines a la Arquidócesis, en contra de Figueroa.

La madre de dicho individuo, labora en la parroquia de Tlayeca, pero no es seguidora de Figueroa, y en cambio voluntariamente se sumo al movimiento contrario a los “desobedientes”, entre los que se encuentra su propio hijo. 

Los síntomas del agresor, son inequívocos, es un fanático, que trata de defender sus creencias, hasta con la violencia. Este hecho, debe ser considerado como un “foco de alerta”, pues cabe advertir que los fanáticos, en muchos de los casos, actúan como enajenados, al grado de que pueden asesinar a alguien, o incluso llegan al suicidio.

El sacerdote Tlayeca, como dicen los abogados, para constancia y para los efectos legales a que haya ñugar, denunció los hechos ante la Agencia del Ministerio Público del Fuero Común, donde se abrió el expediente A.P. 449/11/20A/AP  t-392882-10.

Sería lamentable que este tipo de hechos se repitieran y que incluso fuesen de mayor gravedad. Y más lamentable aún sería, observar que el caso del llamado “padre desobediente”, es efectivamente una situación de fanatismo, en este caso de carácter religioso, y que pudiese proliferar en otras partes de la entidad.
                                                                                
Como dicen por ahí, los locos creen, que los locos son los que los critican. El fanatismo es una especie de locura, una locura social, que representa un peligro para la comunidad en donde brota o surge. Que conste.

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