viernes, 10 de septiembre de 2010

COLUMNA: Palco de Prensa

* El síndrome político
Por Gilberto Lavenánt

Los políticos priístas, concretamente los Alcaldes electos de los municipios de Baja California, han adquirido la enfermedad del “ladrillo”. Lo que también puede ser identificado como el síndrome político.

Cuando fueron postulados, si bien es cierto que les llamaba la atención el proyectarse como candidatos del PRI al principal cargo político de sus respectivos municipios de residencia, la verdad es que no les ganaba mucho el entusiasmo, precisamente porque no tenian esperanzas de ganar en los comicios. Aunque ahora digan lo contrario.

Buscaron y aceptaron la postulación, aún sabiendo que era casi seguro que serían derrotados, porque era un dato interesante para sus respectivos curriculums. Haber sido candidatos a Alcaldes, no cualquiera. Ya habría oportunidad de hacerle la lucha en una futura ocasión y para cualesquier otro cargo.

Cuando llega la hora de contar votos y observan la estrepitosa derrota del panismo y que a ellos, prácticamente les cae el triunfo del cielo, hasta supusieron que estaban soñando. Poco a poco fueron digiriendo el triunfo electoral y poco a poco fueron sufriendo una transformación enorme en sus personalidades.

De aquellos individuos sencillos, dispuestos a sacrificarse en una contienda que no les garantizaba nada bueno, hoy no queda nada. Antes, ellos mismos pedian que los tutearan. Eran todo simpatía, carismáticos, accesibles, atentos. Hoy, son arrogantes, soberbios, de difícil acceso. Se sienten soñados, guapos, inteligentes, populares. ¡Ufff…!

Y no es exageración, pero todos los Alcaldes electos, por igual, sienten y presumen que ganaron, porque eran la mejor opción para los electores. Ni siquiera recuerdan que el abstencionismo, fue el más alto de toda la historia política de la entidad. Que fueron electos por una minoría. Que la mayoría de los electores, prefirió hacer cualquier cosa, en lugar de acudir a las urnas a emitir sus votos.

No, para ellos el triunfo electoral fue rotundo, indiscutible, merecido. Ni siquiera el partido que los postuló, les merece reconocimiento alguno. Ellos solitos triunfaron. Por eso la arrogancia que ahora denotan.

A esto se le identifica como “síndrome político” y popularmente se le conoce como la “enfermedad del ladrillo”. Se le conoce así, porque si bien es cierto que el cargo de Alcalde es importante, no es lo máximo, como para que se den aires de grandeza. Para ellos quizás les parezca la gran cosa, pero no es para tanto.

La “enfermedad del ladrillo”, porque apenas suben un pequeño escalón, de una pretendida carrera política, y se marean. Sienten que andan volando muy alto. Por “precaución”, no miran para abajo y si lo hacen, ven muy pequeños a todos los que los rodean o pasan a su lado.

Citemos tan solo un ejemplo, el de Javier Urbalejo Cinco, el jóven Alcalde electo de Tecate. Cuentan que anda inflado, que se siente político de altos vuelos, que ya es difícil llegar hasta él, que se ha vuelto escurridizo, evasivo.

Quizás tenga razones para ello. Posiblemente piensa que todo aquel que busca entrecvistarlo, es para pedirle chamba. No reconoce, o no acepta la posibilidad de que haya quienes deseen darle algún consejo, que alguien quiera observarle que sea sencillo, recordarle que Tecate es un pueblo chico, que de todos los tecatenses algo puede aprender y en algo le pueden auxiliar para que logre mejores resultados en su gestión.

También ven con preocupación, que Urbalejo esté dejando todo en manos de Daniel León, Regidor del ayuntamiento actual que encabeza Donaldo Peñalosa y con quien tiene fuertes compromisos, los que limitarán su función de Secretario General del Ayuntamiento que encabezará Javier.

Pero el de Urbalejo es solo un ejemplo del síndrome político que hoy aqueja a los Alcaldes electos. Pronto tendrán que reconocer que el puesto a desempeñar es una pesada carga. Que requerirán de la colaboración o apoyo de todos los ciudadanos para poder rendir buenas cuentas. Que la soberbia no es buena consejera. Que quien al subirse a un ladrillo, se marea, no es un buen político. De ninguna manera.

gil_Lavenant@hotmail.com

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